Por: Raúl Villavicencio H.
“Bombón”, “muñeca”, “mamacita”, en algún momento hemos escuchado eso y peores cosas cuando estamos por la calle. El destinatario usualmente suele ser una mujer de medidas atractivas para el sexo opuesto. Asimismo, entre los requisitos para recibir esos inopinados comentarios es que la fémina tiene que ser o verse joven y lozana. Juventud, divino tesoro, dirán algunos.
Cuando uno se encuentra desnudo frente a un espejo, en la privacidad de su casa, recibe una imagen sin filtros, sin retoques ni “maravillas” que nos ofrece la tecnología. Ese yo auténtico es algo que muchas personas intentan esconder a través de telas y calzados de marca exclusiva, priorizando la forma antes que el fondo.
Las redes sociales se están convirtiendo en el gran juez para muchas jovencitas que buscan aprobación social. Ahí, entre miles de imágenes y videos que deslizan con sus dedos casi de manera inagotable, le aparecen mujeres con rostros perfectos, labios carnosos, glúteos y senos erguidos, piel humectada y ausente de arrugas. De no encajar en esos parámetros, aquellas que tienen el poder adquisitivo, se adentran en oscuros pasadizos para someterse a una cirugía estética.
De eso trata la película ‘La Sustancia’ (2024) de la directora de cine francesa Coralie Fargeat. Ella ofrece una dura crítica hacia esa imposición tácita de la sociedad a que una mujer, para desarrollarse como persona, tiene que intentar por todo lo posible en vencer al tiempo, siendo ello inevitable para todos los mortales.
Cuando una persona pone por encima de todo el valor de la belleza, entonces, para la directora, aparecen esos “monstruos” que alguna vez fueron bellas y curvilíneas muchachas que subían de cuando en cuando a sus estados fotos de ellas en diminutas prendas. De tener 100 me gusta en veinte o treinta años pasarán a solo 50, o 30 o 10, así hasta que nadie le tome importancia, deslizando su imagen para buscar a alguien más joven y deseada.
De pronto sus rostros estarán tan irreconocibles de tantas cirugías que muchos evitarán mirarlas, o se reirán a sus espaldas de tal aberración. Hasta que el globo no les explote en la cara, aquellas muchachas de piernas esbeltas y labios provocadores se apartarán de los flashes y las primeras planas, enclaustrándose en ese pasado ya lejano.
(Columna publicada en el Diario Uno).