Opinión

La Sociedad de los Poetas Muertos

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

Hace unos días veía con indignación cómo unos alumnos golpeaban a su profesor de Mecánica, grabándolo para luego compartirlo en sus redes sociales. Eso me trajo a la memoria mis años de escolar. Recuerdo que antes del inicio de cada clase todos los alumnos se levantaban de sus asientos para saludar al maestro, repitiendo en coro “buenos días, profesor”.

Siempre quedarán en el recuerdo algunos profesores que resaltaban sobre los demás por su carisma o particularidad a la hora de impartir sus clases. Como cualquier niño éramos inquietos y traviesos, más aún en la pubertad, sin embargo, ninguno de mis compañeros de salón se atrevió siquiera a alzarle la voz a nuestro profesor.

Películas sobre alumnos incorregibles y profesores notables hay por montones. Podría mencionarse algunas como ‘Rebelión en las aulas’ (To Sir, with love) de 1967, o ‘187’ (1997) y ‘Juego de Honor’ (Coach) del 2005, ambas protagonizadas por un formidable Samuel L. Jackson. Sin embargo, por esta vez, me quedo con ‘El club de los poetas muertos’ (Dead Poets Society), del año 1989, protagonizada por el camaléonico actor estadounidense Robin Williams, quien personificara a John Keating, un profesor de Literatura que a base de una enseñanza poco ortodoxa logra conectar con sus pupilos.

El profesor Keating rompe el molde conservadurista de esa escuela elitista de finales de los años cincuenta del siglo pasada, proponiendo a su alumnado el protagonismo por encima del propio profesor, sin que ello signifique alguna mínima pérdida de autoridad. Lo que realmente busca es crear una horizontalidad en su salón de clases, más allá de los reproches y llamadas de atención del director de la Welton Academy.

Intrigados por la atípica conducta del nuevo profesor, averiguan que este perteneció hace muchos años a esa escuela y que además era parte de la Sociedad de los Poetas Muertos, un grupo de literatura que se dedicaba a escribir y recitar poemas, así como liberar toda su imaginación adolescente y burbujeante.

La historia de la película trasciende a cualquier nivel sociocultural, comparándose sin mucho esfuerzo a lo ocurrido en ese colegio de Surquillo. A diferencia de los alumnos del colegio de Surquillo, el profesor Keating es un alumno más entre la clase. Aprovechando el fin de semana vale la pena verla.

(Columna publicada en Diario UNO)

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