Por Tino Santander
El Gobierno de Dina Boluarte y el Congreso han creado las condiciones para que la inmensa mayoría se rebele. Las multitudes están en los mercados y en las calles sobreviviendo; los gremios médicos y los trabajadores de salud exigen la renuncia del ministro por su manifiesta incompetencia; la prensa independiente denuncia actos de corrupción en el gobierno, en las regiones, en la Fiscalía, en el Congreso, en el Ministerio del interior y en el comando policial.
Los bancos amenazan a millones de familias con embargos de sus propiedades; las empresas privadas de servicios públicos no dan un servicio eficiente, sin embargo, cortan los servicios básicos sin piedad. Los millonarios no quieren pagar impuestos, como lo hacen en Europa y Norteamérica. El Estado anuncia una serie de programas de reactivación económica que no funcionan. La reconstrucción del norte es una estafa; diez de millones peruanos sin agua ni desagüe viven en la indignidad. Millones de agricultores exigen una política agraria que promueva la agroexportación (construcción de infraestructura agraria, asistencia técnica y crédito competitivo).
La inmensa mayoría no espera nada de los políticos, ni del Gobierno, ni de los empresarios agremiados a la Confiep. Tampoco, confían en los gremios sindicales, ni en los frentes de defensa, ni en los partidos de izquierda y de derecha. Una minoría activa quiere una insurrección como la chilena que quemó iglesias y bienes públicos para acabar con el régimen neoliberal. Esa movilización fracasó y paradójicamente consolidó la Constitución de Pinochet. En el Perú la insurrección fue violenta y en su seno se gestó una contra insurrección de las clases medias y los emprendedores que se aliaron con la policía para acabar con los “vándalos”.
NO existe la nación peruana, sino, un conjunto de tribus y estamentos que habitan un territorio llamado Perú. La inmensa mayoría convive con el crimen organizado (narcotráfico; minería ilegal; lavado de activos; proveedores del estado que financian movimientos regionales; tala ilegal; etc.) Aproximadamente las economías ilegales generaron US$9,805 millones anuales, cifra equivalente al 4% del PBI nacional del 2023 [1]
La revolución de las tribus es silenciosa y está protagonizada por los migrantes que retornan a sus pueblos para volver a la agricultura y a la economía de subsistencia; por millones de familias emprendedoras que luchan por democratizar el crédito a través de la competencia financiera para bajar los intereses y hacer de los bancos un instrumento de desarrollo; por los jóvenes que huyen del Perú al mundo desarrollado en busca de un destino mejor; por las multitudes que sobreviven en el comercio ambulatorio y en el heroico emprendimiento familiar.
Esta transformación silenciosa está configurando nuevas formas de organización social. El Perú oficial no ve ni entiende este proceso que está en marcha. La rebelión de Túpac Amaru fue una de las más violentas de América Latina y a pesar de las inmensas desigualdades, las transformaciones sociales en el Perú no han sido sangrientas como en otras partes del mundo. Pero esta revolución silenciosa que está desarrollándose no va a ser pacífica. Ni los cuarenta partidos y sus quince mil candidatos al Congreso detendrán la insurrección que se viene.
[1] Cfr. https://amcham.org.pe/news/el-tamano-de-las-economias-ilegales-en-el-peru/