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LA REVOLUCIÓN PULPÍN O LA LUCHA CONTRA LOS SEÑORES ESCLAVISTAS

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“Los jóvenes a la tumba y los viejos a la obra”. Esta parece ser la frase invertida de González Prada con la que este coprogobierno intenta, dizque, impulsar el empleo juvenil, pisoteando derechos conquistados a lo largo de la historia y arrinconando a los peruanos, de 18 a 24 años, a una semiesclavitud donde no se respetan las vacaciones ni tiempos de servicio, ni CTSs; vulnerando, de esta forma, la frágil estructura económica en la que se sostienen las grandes mayorías –jóvenes y no jóvenes– de este país, imposibilitados de tener un trabajo formal o explotados al destajo por las patronales, los sachaempresarios y los bribones que han capitalizado y convertido en riqueza (para ellos) los bajos sueldos o las migajas que insultan y denigran el concepto de hombre o humano.

La ley  30288 (o “ley pulpín”) impuesta por los capitales para producir e institucionalizar el cholo joven y barato ha sido oleado y sacramentado por el congreso de come-echados y por el Felipillo Ollanta Humala (a) “capitán Carlos”, dando un salto hacia atrás en la historia, al año 1854, antes de la abolición de la esclavitud por Ramón Castilla convirtiendo a nuestro país en un caso único en el mundo donde ser joven es sinónimo de ilota, semihumano o carne de cañón y donde, además, las leyes  laborales en general y la institucionalización de las services se han hecho para perjudicar a los trabajadores y someterlos a largas y tediosas jornadas de trabajo y enajenación para cumplir y completar la canasta básica familiar o, simplemente, sobrevivir en un medio hostil que empobrece al pobre y enriquece al rico.

No obstante ello, los que aprobaron esta ley chueca entre cantos de gallo y bambalinas, no esperaron la masiva y contundente respuesta de los miles de jóvenes que salieron, espontáneamente, a desafiar el falso orden de un estado que se sostiene por la fuerza y que no tiene ninguna hoja de ruta más que la firmada y endosada por el neoliberalismo y sus tenedores (con lamidas de pie a MVLL), el narcoestado o por los que manejan los hilos invisibles detrás de un poder que tiene casi doscientos años de putrefacción. De este modo, los jóvenes a los que quisieron adormecer y drogar con Combate y Esto es Guerra, a los que los mangonean y no le dan la categoría de ciudadano válido, nos dieron y nos dan una lección de civismo, de resistencia ante la pala mecánica del capital y todos sus verdugos.

Cuando Manuel González Prada dijo en el Politeama: “Los viejos a la tumba y los jóvenes a la obra” tenía 44 años, o sea, no era viejo ni joven, pero hablaba como joven. Y esa, quizás, es la principal condición de un trabajador en el Perú, es decir, la juventud es un commodities (mercancía) y no se pierde, o no se debe perder, ni cuando estás en la tercera edad, por eso pocos se quieren jubilar porque eres desechado como pieza inservible dentro de la faja de producción y quedarás vagando en el éter tratando de entender que para el estado solo vales cuando trabajas como animal bajo sus leyes y sus grilletes y con la cabeza gacha. Pero la máquina y sus políticos se olvidan que la juventud también es un arma que, como la tercera ley física de Newton, puede reaccionar con la misma fuerza y en sentido contrario a quien la oprime. Hoy todos, de alguna manera, volvimos a ser jóvenes y a unirnos en la protesta contra la ignominia, la corrupción y el atropello porque tal y como dijo el maestro MGP: “Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoy para dar una lección a los que se acercan a las puertas del sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo y algo de ironía: el niño quiere rescatar con el oro lo que el hombre no supo defender con el hierro”.

La lucha continúa.

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