Opinión

La revolución después del huracán

Lee la columna de Tino Santander.

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Por Tino Santander Joo

La insurgencia popular contra el sistema político ha develado que la clase política no tiene capacidad de conducir ni de administrar el país. Han convertido el estado peruano en un botín de los grupos de poder económico. La burocracia estatal ha establecido entre los peruanos relaciones de corrupción que hacen imposible la vida cotidiana. Nada es posible en el Perú, sin una coima, una influencia, una criollada.

Los peruanos hemos padecido la corrupción de PPK y de la tecnocracia neoliberal; la vileza de Vizcarra y los caviares; las miserias del sistema de salud y educación; la corrupción del congreso que refleja la degradación del sistema político; la traición de Pedro Castillo, transformado en el poder en un “pájaro frutero” pusilánime; hemos visto como la izquierda y la derecha unidas defienden sus privilegios, su estatus de poder.

Hemos sufrido la quiebra de miles de MYPES y el desempleo; la corruptela de los préstamos de reactiva para las grandes empresas, el terrorismo de los bancos que amenazan a millones de familias con quitarles sus casas y propiedades; la crueldad  del monopolio farmacéutico del Interbank con sus precios altos de las medicinas; la complicidad de la prensa tradicional limeña al servicio de intereses políticos y económicos; la corrupción del poder judicial y el espectáculo de fiscales mediáticos que se ensañan con la maestra Yaneth Navarro Flores de Andahuaylas-Apurímac; mientras  Humala, Fujimori, Vizcarra, Villarán, Graña Miro Quesada y, otros delincuentes del club de la construcción siguen libres y viviendo de su fortuna mal habida.

Los peruanos sufrimos todos los años las inclemencias del fenómeno del niño, de las heladas por falta de infraestructura; hace treinta años que se anuncian obras civiles que supuestamente van ha solucionar este drama, sin embargo, la incompetencia y corrupción de la clase política regional y nacional hacen imposible la vida en paz y con seguridad. Estas son algunas de las causas de la insurgencia democrática de millones de peruanos que se rebelan contra el orden establecido. No son comunistas, ni terroristas como dice el fujimorismo ramplón y la derecha ignorante que cree que desde el congreso van a mantener el esclavismo financiero y el reino de los monopolios.

Los monopolios, la clase política, los medios de comunicación creen que su poder es inexorable y eterno. También lo parecía el derecho divino de los reyes. Sin embargo, fueron derrotados primero por el pueblo inglés que estableció la monarquía constitucional y la separación de poderes; luego la revolución francesa abolió la monarquía y nos legó la   “Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano”; la revolución americana conquistó la independencia de Estados Unidos y estableció la libertad individual; la revolución mexicana liberó a millones de campesinos explotados y esclavizados por los hacendados;  estas  revoluciones sociales y otras  son un ejemplo de la lucha por la libertad de la humanidad.

La derecha y la izquierda no conocen la historia y por eso desprecian a quienes   se han rebelado. No es una asonada sin dirección política. No se dan cuenta de que es el inicio de una revolución social en la que confluyen diversas formas de lucha y reivindicaciones que lentamente están promoviendo una transformación radical del Perú. Mientras ellos pontifican sobre la democracia y el estado de derecho que favorece a los grupos de poder económico. Los peruanos se organizan en colectivos, frentes de defensa, colegios profesionales, comunidades, organizaciones femeninas e incluso la inmensa mayoría inorgánica está buscando una revolución social que no es una revolución socialista o chavista como anuncian la ignara derecha. Vienen tiempos de cambios iracundos e inaplazables en el Perú. 

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