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¡La rebelión se justifica!

Lea la columna de Tino Santander.

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Por: Tino Santander Loo.

La mayoría de las insurrecciones democráticas y rebeliones populares tienen como causas la corrupción, el desempleo, la informalidad, el aumento del crimen organizado, las desigualdades económicas, la xenofobia, el racismo, y el dogmatismo religioso. Los movimientos sociales que las conducen son espontáneos, no tienen un programa, ni objetivos políticos claros; muchos de ellos son emotivos y quieren acabar parcialmente con el sistema, algunas quieren imponer sus dogmas de fe; otras conducen a reformas estructurales muy violentas. Analicemos las mas importantes de nuestra época.

La Primavera Árabe fue una serie de protestas, levantamientos y revoluciones que comenzaron en diciembre de 2010. En Túnez, se inició la Primavera Árabe con la muerte de un joven ambulante, Mohamed Bouazizi, en protesta por la corrupción policial. Esto provocó una gran rebelión popular que derrocó al presidente Zine El Abidine Ben Ali, quien había estado en el poder durante 23 años.

En Egipto, las manifestaciones en el Cairo se convirtieron en el símbolo de la revolución egipcia. La insurrección popular obligó a renunciar a Hosni Mubarak, quien gobernó el país por casi 30 años. En Libia, las protestas contra Gadafi fueron promovidas por los Estados Unidos y la OTAN; Gadafi fue capturado y asesinado en octubre de 2011, pero el país quedó hundido en el caos y la guerra civil continúa.

En Siria, las protestas contra Bashar al-Ásad provocaron una cruenta guerra civil que continúa con la intervención de Rusia y Estados Unidos. En Yemen, las protestas obligaron a renunciar al presidente Ali Abdullah Saleh. Sin embargo, el país cayó en una guerra civil que provocó la intervención de Arabia Saudita.

Las rebeliones en Francia son un fenómeno recurrente en su historia frente a determinadas políticas públicas; el movimiento de los chalecos amarillos (Gilets Jaunes) surgió en noviembre de 2018 cuando el presidente Macron aumentó el impuesto a los combustibles afectando a las clases medias y bajas, especialmente en las zonas rurales. Luego la movilización se generalizó contra las políticas neoliberales y el costo de vida en general.

El gobierno centro derechista de Macron intentó reformar las Pensiones – 2019-2023 y originó una ola de protestas violentas en todo el país organizadas por los sindicatos galos; Tuvieron que modificar sus reformas para evitar la violencia de la movilización ciudadana. Los estudiantes se rebelaron por el cambio climático y la calidad educativa. Millones de franceses se movilizan contra la inmigración indiscriminada. Francia, esta en el zigzag de la extrema izquierda y la extrema derecha. La rebelión continuara.

En Chile, el “estallido Social” evidenció las inmensas desigualdades económicas y sociales del país Mapocho; millones se movilizaron por una nueva constitución para “acabar” con las injusticias; las masas fueron conducidas por delirantes dirigentes de las clases medias radicalizadas que aspiraban a construir el paraíso socialista de Sudamérica. El delirio fue rechazado y Chile volvió con la izquierda al orden neoliberal de Pinochet. Chile es el ejemplo de lo que no debemos hacer.

En Venezuela las protestas serán permanentes e intermitentes contra la brutal y corrupta dictadura bolivariana que en nombre del socialismo ha impuesto un régimen hambreador y cleptocrático. La insurrección popular en Venezuela es una fantasía. La tragedia venezolana es un peligro para la seguridad latinoamericana; millones de compatriotas huirán del régimen de Maduro y frente a ello prima la frivolidad y la permisividad de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos.

En Bolivia la crisis política se agudiza por la lucha por el poder en las que están sumidas dos facciones de la izquierda; la crisis económica debido a la falta de divisas y de combustibles hacen de la rebelión y la insurrección un camino inevitable a la guerra civil. Millones de bolivianos huirán del hambre y la miseria y la crisis en Sudamérica se agravará.

En nuestro país la corrupción es generalizada, el crimen organizado controla extensas zonas del territorio nacional; la clase política no sabe qué hacer; el país esta abandonado a su suerte. No hay otro camino que la rebelión democrática. Los colegios profesionales, las universidades, las fuerzas armadas y el movimiento popular debemos organizar una huelga general indefinida para sacar a los podridos del Congreso y del Ejecutivo y nombrar una junta de gobierno que convoque a elecciones generales en otras condiciones. La experiencia internacional de las insurrecciones democráticas y rebeliones populares nos deben servir de ejemplo para no ir a una cruenta guerra civil. Los transportistas han iniciado la gran rebelión democrática.

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