Los Dardenne cumplen la promesa de un cine que hable de los desposeídos. De los engranajes del sistema que los muele vivos. La película va rápido, casi corre, es como la vida de quienes retrata, inmersos en la vorágine, los seres humanos se han vuelto clandestinos, personas que huyen de sus países a causa de los grandes poderes económicos que nos esclavizan a todos. Y a los más indefensos aún más.
Los Dardenne nos muestran con exactitud el escenario microscópico del mal endémico y expansivo… Todo o casi todo aparece monetizado. Son, somos bultos comercializables. El dinero casi ha reemplazado a la solidaridad, a la relación humana.
La rendija de una esperanza es abierta por el intento de cumplir una promesa a contracorriente de lo que debería hacer el joven personaje principal en un mundo donde aprovecharse del otro es la virtud, la norma… casi la garantía misma de supervivencia.
Ojo. Ver los discursos del cuerpo. Las presencias desnudas, las verdades gestuales y o musculares, las espontaneidades salvajes, las explosiones de violencia, las simulaciones, las emociones ocultas, los gritos mudos, la cámara lujuriosa y seca al mismo tiempo, que busca un brillo o una brizna de humanidad en la telaraña siniestra de los egoísmos exacerbados.
Primera película del Ciclo “Continúan las maravillas belgas”
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