Opinión

La princesa Turandot

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

¿Cuál es el hielo que quema y mientras más quema más frío es? Cerca del año 1700 D.C. el poeta persa Nezami Ganyaví contaba en el poema titulado ‘Las siete bellezas o Las siete princesas’ una fábula antiquísima sobre una príncipe persa que tenía siete princesas. Una de ellas, de origen ruso, gustaba de hacerle tres acertijos a sus pretendientes que buscaban desposarla. Ella, reacia a las órdenes de su padre, sometía a los intrépidos caballeros a tres misterios bajo el castigo de decapitarlos si fallaban la prueba.

Encerrada en una fortaleza, la princesa Turandot (la hija del Turán) veía cómo iban perdiendo literalmente la cabeza, uno a uno, los mozos que habían sucumbido a su extraordinaria e incomparable belleza … a excepción de uno. Aquel misterioso sujeto consiguió responder satisfactoriamente los tres acertijos, dejando atónita a la letal princesa pues la última de ellas solamente se respondía si decían correctamente su nombre.

Como respuesta, el ingenioso caballero de nombre Calaf, le hizo un acertijo a Turandot. El enigma consistía en que ella adivinara su nombre, el cual nunca fue dicho por él en ningún momento, dándole un plazo hasta el amanecer para que lo dijera correctamente.

Seguramente ya muchos conocerán la última obra del compositor y libretista italiano Puccini (1858 – 1924), quien la convirtió en opera en marzo de 1920, pero no la pudo completar por su prematura muerte a causa de un cáncer de garganta. En esa parte de la historia de Turandot, Puccini compone ‘Nessun dorma’ (que nadie duerma), una de las arias más conocidas a nivel mundial que cuenta la parte en que Calaf se pone a cantar para que la implacable princesa no tenga éxito en su cometido. “Disípate, oh noche, ocúltense estrellas. ¡Al alba venceré!”.

La historia entre Calaf y Turandot no termina ahí y no es mi intención contar el final. Ya verá oportuno el lector adentrarse aún más en este fascinante poema de casi mil años yendo un día de estos al teatro para apreciar la obra inconclusa de Puccini, la cual fue proscrita durante muchísimos años por la República Popular China, pues Carlo Gozzi años atrás trastocó la historia persa para que la princesa sea originaria de China, según él para darle elementos más exóticos a la trama.

(Columna publicada en Diario UNO)

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