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La política peruana y el indulto a un exdictador, las dos caras de un miserable problema

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Un país en el que Kenji  Fujimori se vuelve el adalid de la libertad de expresión y la libertad de conciencia solo puede ser una broma de mal gusto y por ello debemos preguntarnos ¿hasta qué abismos de idiotez tiene que caer el Perú antes de su liberación o, será mejor decir –y acaso desear–, su aniquilación?

No puede valer mucho un país en el que el indulto de un ex dictador parece ser la única apuesta válida y legitimadora de la derecha embrutecida y embrutecedora que es el fujimorismo.

Al mismo tiempo, el antiindulto parece ser la única apuesta válida y legitimadora de la izquierda electorera cuyo único motor y meta de vida es exigirlo cuantas veces sea necesario a fin de aparecer ante la ciudadanía como el único grupo político que puede ser denominado ético sin producir arcadas inmediatas en el cínico emisor de tal mensaje. En este caso, también se demuestra lo poco que vale actualmente nuestro país.

En verdad, esta mal llamada izquierda es el debido correlato del fujimorismo en el orden del “pensamiento”. De hecho, no puede esperarse nada de una izquierda que solo puede convocar gente a las marchas contra el indulto para fingir que es la señorita más pudorosa y menos lasciva en la vereda más transitada del burdel que es nuestra política actual, sobre todo, tras el prolongado silencio de su líder durante todos los meses que duró la huelga magisterial entre otros episodios igual de deleznables ¿y todo para qué?, para que los más tristes “oradores” se llenen la boca por algunos minutos en la Plaza San Martín, ensalzando necedades y proclamas más dignas de un reality que de una plaza pública en la que debería hacerse presente el verbo para sacudir a las multitudes como no pasa desde hace muchas décadas

Por otro lado, he leído las imputaciones de Fuerza Popular en contra del “heredero” albertista tras haberle interpuesto un nuevo proceso disciplinario y son una escandalosa nómina de intolerancia y brutalidad, así que mejor pasaremos de ellas, no vaya a ser que hasta en nuestro propio espacio se deba enaltecer a Kenji por ser quien llama a la cordura y a un sentido más o menos inteligente a las vastas huestes de bovinos que pueblan la bancada naranja.

También, he leído las críticas al posible indulto de Alberto Fujimori y son para reír, pero, también, para renegar habida cuenta de la torpeza de los supuestos argumentos expuestos por quienes creen ser el brazo armado de la ética nacional.

El artículo 118, inciso 21 de la constitución de 1993 señala que corresponde al Presidente de la República: conceder indultos y conmutar penas.

Dado que nos interesa solo el indulto, deberíamos problematizar si los fallos de la Comisión de Gracias Presidenciales obligan al presidente a pronunciarse siguiendo su parecer. En este sentido, sirviéndonos del principio de supremacía constitucional que implica que la constitución está sobre toda norma es claro que el Presidente es el magistrado absoluto en lo que corresponde al indulto y no debe rendir cuentas a nadie de sus acciones en tanto obre bajo este mandato constitucional. Todo lo demás es político y como tal nos ocuparemos de algunos detalles en este sentido.

Por ejemplo, aquellos que se manifiestan en contra del indulto si este no cumple con los requisitos establecidos por el procedimiento, no solo tienen la típica mentalidad arrastrada de quien no conoce el derecho sino bajo su forma procedimental y adjetiva, sino que demuestran la torpe malicia de aquellos negados para el ejercicio de la política y que sin embargo aspiran a entrar al juego.

El indulto es una figura constitucional que puede estar reglamentada pero un reglamento jamás puede atentar contra una norma de mayor jerarquía salvo en nuestro ordenamiento jurídico donde muy pocos abogados son en verdad luchadores del derecho ni, mucho menos, de la justicia.

En este sentido, vale reiterar que el indulto humanitario es una facultad exclusiva del Presidente de la República y él es el único responsable sobre la bondad o perjuicio de su disposición, la misma que no deberá ser justificada ante nadie.

Sin duda, la mala experiencia de García Pérez y los narcoindultos forzó la necesidad de crear un reglamento a fin de evitar mayores agravios a la institucionalidad del Ejecutivo en el país, pero eso no puede hacer que un reglamento esté sobre la Constitución.

Es cierto que el TC dispuso que el presidente debe fundamentar y motivar la resolución que conceda el indulto, pero hasta para esto debería bastar el carácter y la voluntad del Ejecutivo. Por ejemplo, bastaría que en forma agraviante para los escandalosos defensores de la “legalidad” lo hiciera de la siguiente forma, “en atención a la reconciliación del país y la gobernabilidad he dispuesto se conceda el indulto al ex presidente…”, y punto.

Es decir que, si el actual presidente reconociese formalmente que otorga el indulto a fin de que lo dejen gobernar el asunto quedaría resuelto y obligaría de facto a que los fujimoristas de veras se vean obligados a dejar de ser las piedras en los zapatos de PPK – zapatos que respecto de ser presidente le han quedado demasiado grandes–   pero ni a eso llega su embotada malicia y, por ello, prefiere fingirse el humanitario y esperar la llegada del Papa Bergoglio para acceder a la liberación del ex dictador o dejar en manos de la FIFA la misma pretensión ya que si la selección de fútbol clasifica al Mundial Rusia 2018, la gente estará tan idiotizada que sobradamente se podría vender la mitad de nuestra Amazonía, indultar a Fujimori ya tal vez hasta a Abimael y nadie repararía en tales sustracciones.

En este orden de cosas, hace rato que el indulto debería haberse promulgado. Cualquier otra fuerza política interesada en ello y con la mayoría parlamentaria de la que goza el fujimorismo lo hubiera logrado desde el primer momento, pero es obvio que a Keiko no le interesa la salida de su padre ya que el viejo dictador siempre tuvo como heredero legitimo a su favorito Kenji. Además, Keiko ha perdido todas las oportunidades que tuvo para llegar a la presidencia, circunstancia que, intuyo, la hunde más y más ante los ojos de su padre, y si a todo esto le sumamos el arrastre electoral de su hermano menor y su creciente simpatía ante la población, el fin de la hegemonía keikista en el partido naranja es próximo y de nada le servirá tener vínculos con todos sus inversionistas puesto que todos se le voltearían en tanto vean el impacto kenjista en el electorado y las bases fujimoristas ya con el perfil definido, la voluntad y el aval paternal frente su eventual candidatura a la presidencia.

Hay quienes creen que las pugnas entre los hermanos del mal son una mera farsa y que al final contribuirán el uno al otro a fin de favorecer a la familia. Esto puede ser cierto, sí y solo sí no se tiene en cuenta su vínculo fraternal sino su absoluta identificación con el mal.

 

P.S.I.

Como he señalado en otros artículos si ahora, sin necesidad de indultos ni cosa parecida, Toledo vive tranquilo pese a que hace meses se dictó una orden de captura con su nombre, pese a que Maiman lo ha incriminado hasta el hartazgo y pese a que ha concluido la investigación preparatoria en el proceso que se le sigue  – el famoso Caso Ecoteva–  por lo que forzosamente deberá ser conducido al país a fin de iniciar la fase de juzgamiento; si García pese a la reciente develación de la Banca Privada de Andorra no siente ni siquiera presión mediática, si nada de lo que sucede en torno suyo lo afecta y el impasible como un monarca antiguo ve como todos sus súbditos en la bastardía caen y ofrecen sus cabezas a fin de preservar la suya para mayor escarnio e infierno de la dignidad peruana,  ¿qué podríamos esperar si en un futuro el indulto brindado a un expresidente delincuente y nocivo como fue Fujimori se torna un precedente?: la absoluta garantía de impunidad para todos estos infaustos elementos de nuestra sociedad.

Por otro lado, como si la tragedia tuviese que llegar de todas maneras, es decir, fatalmente, debemos contemplar el hecho que, si sin el indulto una gran parte de la población considera que Fujimori no es culpable de nada, seguir negándole esta gracia presidencial lo llevaría a ser un santo vejado por el odio en su contra. Por suerte, para nosotros, los demócratas, a los fujimoristas parece no importarles hacer empleo de este último punto preocupados por otras minucias más solicitas con su estrechez de mente.

Es, prácticamente, algo benéfico que no haya nadie con el espíritu suficientemente taimado en el fujimorismo porque dada su mayoría parlamentaria y la debilidad del ejecutivo podrían gobernar el país desde hace tiempo sin importar el ínfimo obstruccionismo de Keiko quien pretende dejar toda mejora o medida que tienda a servir al país hasta el 2021, fecha en la que según su esquizofrénica concepción de la política y del mundo ella estaría sentada en el trono de hojalata – no de hierro como el célebre asiento regio de Westeros – que yace en Palacio de Gobierno.

P.S.II.

Tal vez debería implementarse alguna salida de tipo consultiva a fin de que la misma ciudadanía asista a las urnas para dirimir este conflicto en el que todas las partes involucradas han demostrado su total negligencia e incapacidad.

P.S.III.

Si debemos criticar a los principales actores involucrados en las marchas y contramarchas respecto del indulto al funesto ex dictador está muy bien empezar con Fujimori y su séquito infraterreno, pero debemos ser exhaustivos y delimitar la falsedad de la supuesta pureza de la izquierda peruana y de la Coordinadora No a Keiko que no es otra cosa que un caballito de juguete en manos del espectro político que referimos, el mismo que está cada vez más alicaído y que no tiene mejores propuestas para el país que negarse a sangre y fuego al indulto de quien fue su principal verdugo tanto en el plano político- institucional -tumbó a los sindicatos en un solo acto ya que estos andaban demasiado anegados en su propia corrupción y sepultó durante todo su “gobierno” a los otrora tumultuosos defensores de las clases populares que ya se habían resignado a vivir de las ONGs y el caviarismo adyacente a tal modo de supervivencia- como en el plano del extremismo terrorista.

P.S.IV.

Por – o pese –  a lo expuesto, estoy en contra del fujimorismo y del indulto, pero me harta la presencia y los pronunciamientos de tantos falsos moralistas.

P.S.V.

Es una lástima no poder hacer enemigos a la altura del conflicto en los predios yermos de la política peruana actual.

 

 

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