Pensar en la polarización de opiniones que vienen desatando Maradona me hace pensar en lo contradictorio que somos los seres humanos. Supongo que en muchos genios ello es más despreciable, porque justamente buscamos la perfección en quiénes logran destacar más allá de lo mediano. Pienso en, por ejemplo, Arhtur Miller que fue un gran dramaturgo, pero tuvo a su hijo en un sótano; o Céline que tiene estupendas novelas pero fue nazi; o Vallejo que hablaba del humanismo en sus poemas pero hizo abortar a su esposa; en fin, cuántos talentosos que lograron destacan en sus artes o ciencia pero tuvo problemas a nivel interno.
Decimos que Maradona fue un Dios en el fútbol y que llevó a su equipo italiano a la copa y que logró no sé cuántos mundiales solo por su talento, y, atacamos, por otro lado, su vida privada, sus excesos, su izquierdismo, su mirada enraizada en lo popular que tantos aristócratas del pensamientos e impolutos de las ideas, o tibios, niegan. No se trata aquí de ponernos a decir quién es bueno y malo según su forma de ser, ni usar esa «moralidad en el actuar» para cuestionar su «creatividad en su trabajo genial», dado que las dos fórmulas son, en muchas medidas, antagonistas.
Yo no voy a decir aquí quién es bueno o malo ni quién debe ser juzgado por sus actitudes y no por sus obras; lo cierto es que recuerdo aquellas ideas de nuestro genial cuentista Julio Ramón Ribeyro que nos explica que debemos apreciar tan solo «un talento» por cada persona, es decir, si alguien tiene el talento de ser bueno en algo no deberíamos exigirle ser en todo genial, ya que ser bueno tan solo en algo es excesivamente complicado. Y quien sea bueno haciendo algo, lo sabrá.
Esta idea, empática, me permite concluir que somos más críticos con los espacios del espíritu que con los de la técnica. Por ejemplo, nadie cuestiona que un doctor que nos opera el hígado sea bueno o malo con su mujer, sino, precisamente, su operatividad. Por cierto, sospecho que el dogma de las ideas polarizadas alimenta tantos grupos que se aprovechan de nuestras creencias: religión, fascismo, etc.
En cuanto ciencia, necesitamos simplemente respuestas; pero, a nivel artístico, lo subjetivo prima y, en realidad, enriquece nuestro modo de acercarnos a estos fenómenos dado que la contradicción y sus contrastes nos permite aprender a pensar de forma crítica; más allá de los velos del prejuicio o de la espontaneidad. Yo no crecí con Maradona como héroe, él fue sin duda un personaje que ya conocí como lo que era, un ser popular y mediático, que trascendía idiomas y fronteras. Por otro parte, tampoco me gusta el fútbol, ni soy seguidor de ningún equipo, sin embargo, entiendo que tiene una importancia social.
Entiende que, como en la Literatura, cuando atacamos a una editorial no atacamos al autor ni al oficio mismo; que en el fútbol si atacamos a la Fifa no atacamos al futbolista ni al juego en sí mismo; y que esos contrastes permiten apreciar sin taras la dimensión del juego. No sé dónde leí que el fútbol en nuestras sociedades funciona como una suerte de guerra de forma popular. Los países se envalentonan como pelotones de artillería.
En ese sentido, siento que Maradona aportó orgullo y sensibilidad al continente latinoamericano. Los latinoamericanos somos creativos y talentosos aunque nuestras sociedades no trabajen para fomentar ello ni hacerlo más claro y accesible para todos. Sin embargo, desde estas tierras nacen los Vallejos, los Maradonas, los Borges, las Varelas, los Lezama Lima, y alimentan todo el Orbe.
En fin, sirvan estas líneas para detenernos a separar la pasión de la crítica, a ver el talento por encima de la persona, porque es fácil tirar la piedra y sentirnos limpios de toda mácula pero es muy difícil mirar dentro de nosotros mismos con sinceridad y en su verdadera dimensión antes de juzgar por juzgar o atacar por mero afán de beligerancia, ya que generalmente somos enemigos de nosotros mismos y nos cuesta ser amigos de los otros.
Lo moral, en suma, interfiere en nuestro gozo de los fenómenos, aunque también, es cierto, nos confiere una postura que nos ilumina (y también límite) frente al caos. Lo que quiero decir es que es fácil juzgar y difícil hacer. Pensar es un problema porque justamente nos invita a ver contrastes y no solo buenos y malos. Al final de cuentas cuando yo veo el gol que Maradona le metió a Inglaterra con la mano, ¿pienso en algo más que la belleza de aquel gol?