Si la poesía no fuera capaz de dignificar al mundo, aunque sea contrariándolo, ¿qué opciones cabrían?: el exterminio, el apocalipsis, la indiferencia absoluta hacia la vida. La poesía es como la vida y es la vida y a veces es más que la vida. Si el mundo no fuera digno de poesía tampoco sería digno de vida.
Por ello, la poesía no sólo es canto y celebración, sino que también puede — y debe ser — ser una denuncia de todo lo que el poeta crea que está mal en el mundo y aún si uno, en algún momento oscuro, está absolutamente contra el mundo la poesía será siempre una exaltación de la vida y de la dinámica vital, lo que desde luego incluye el panorama de la inminente y siempre presente muerte.
La poesía no transformará al mundo, ya nada parece poder transformarlo, pero de hecho sí transformará a los individuos que se aproximen a ella para bien o para mal y de esto último saben muy poco todos los farsantes que asumen una condición tan sacrificada sin fundamentos ni conciencia de tan graves resoluciones. Mas la vida se alimenta de la vida y la poesía también.
Entre un Bécquer que señala como la poesía a una dama de pupilas azules y a Parra quien escribió que su poesía no trata de crepúsculos, ni de damas recortadas sobre el horizonte, sino de comidas y ataúdes y ataúdes y ataúdes -Bolaño dixit- tenemos a La Poesía Como Un Arte Insurgente de Ferlinghetti, o el hermoso pasaje de Poesía Integral titulado Hechos Que No Deben Olvidarse y tantos otros manifiestos valientes y luminosos, etc., etc., etc.
¿Qué hará el poeta ante tantas alternativas?
Acaso se volverá polimorfo corriendo riesgos que quizás no fundamenten una obra impecable o se limitará a una sola tonada lírica que le garantizará una impecable obra, aunque aburra de muerte a cualquier lector medianamente inquieto; se evadirá en una cápsula de resina porque ya casi no queda marfil para que se anden erigiendo torres o se enfrentará a la realidad desde sí mismo sin importar si se destaza y no sobrevive siempre y cuando deje testimonio de esta experiencia limite en su obra. La última opción, la más arriesgada, es la que más valoro.
