Opinión

La poesía en el siglo de internet

Lee la columna de Julio Barco

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Después del surgimiento de la palabra como fuerza, se hizo verbo en diferentes religiones, se repartió como pan en cada siglo, tomando un emblema, una fuerza diferente, para culminar deslizándose en nuestras pantallas de celulares, viviendo en el manglar de píxeles. Lo cierto es que, como los grandes inventos humanos, la poesía se amolda en cada etapa de nuestra propia odisea terráquea. El hombre, en su esencia, es lo que dice; lo que dice, en grado exacerbado, es poesía.

El hombre inventó la palabra, pero luego la palabra inventó al hombre. Así, la poesía se presenta como el otro testimonio de una especie furiosa, de una especie que, pese a su animalidad, intenta hilvanar lo que no se dice, eso invisible que se sabe pero se guarda, como un boleto del bus, en la solapa de nuestros sueños rotos. La poesía es el jadeo de lo humano.



 La poesía se mantiene en el siglo del internet como una búsqueda, como una guillotina de la mente despierta que balbucea su dorado lenguaje de oleadas. Y respira y despierta una nueva simbiosis: la de habitar el tiempo de lo fugitivo, donde la imagen se impone sobre la palabra, pero la palabra hilvana una realidad disímil. La imagen y el sonido conspiran con nuestros ojos.

Una imagen que se observa en diez segundos tiene más poder de interés que un poema de cuatro páginas. La rapidez se impone. La poesía se adapta. El haiku renace. Los estados del Facebook funcionan como borradores virtuales para repartir letras instantáneas. Hay una orgía de teclados y sentires. Sin embargo, la actividad poética no se agazapa ante nada, no se guarda, sale, irrumpe: se organiza la vida literaria en las redes virtuales.

Ahora que se usan los celulares y computadoras para hacer que los poemas fluyan, ¿cómo será en el futuro? ¿Se leerá poesía en los infinitos viajes por el espacio? Ahora se vive incluso el tiempo del uso de la Inteligencia Artificial. Cualquiera que teclee alguna variable puede obtener un producto poético. Sin embargo, ¿acaso no es la existencia, la experiencia de vivir, una sustancia imprescindible para la creatividad poética? Una Inteligencia Artificial puede crear y jugar con el lenguaje, pero difícilmente lograr esos matices, esa ductilidad, ese saborcito que le da el nervio humano.

(Columna publicada en Diario UNO)

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