Escribe Jorge Cuba Luque
«Libertad, igualdad, fraternidad», «Orden y progreso», «En Dios confiamos», «Por la razón o la fuerza», «¡Patria o muerte, venceremos!», «Unidad, justicia y libertad» son los lemas oficiales de algunos países que, con esas frases cortas y exhortativas, buscan crear un marco ideal de referencia para sus respectivas comunidades nacionales.
Esas frases, surgidas durante o luego de un episodio nacional conmocionante, muestran una imagen propia, aquella como un pueblo quiere verse o quisiera ser visto. La frase más universal de todas es sin duda la de Liberté, Egalité, Fraternité por su contenido social, libertario y humanista, surgida durante la revolución francesa. Si consideramos los escándalos judiciales actuales, el lema del Perú tendría que ser “La plata llega sola”. Pero el Perú tiene ya su lema oficial, aunque no muy conocido: «Firme y feliz por la unión», aparecido por decreto para adornar una moneda en los primeros años de la vida republicana. Su desconocimiento por parte de la población, su enunciado no muy claro («firme» ¿imperativo del verbo firmar, o «estable, fuerte, constante»; ¿”feliz”…feliz como una lombriz?), lo hacen parecer inconsistente.
Desde hace unos años, una boutade se ha vuelto recurrente en todos
los sectores sociales del país: «La plata llega sola», frase acuñada por el
extinto dos veces presidente Alan García aludiendo a la facilidad, según su
visión de la política nacional, para obtener dinero cuando se ocupa el cargo de
presidente del Perú. La frase cobra deplorable actualidad ahora que están
implicados en graves casos de corrupción todos los ex presidentes vivos elegidos
democráticamente, además de ministros, alcaldes (espacialmente la alcaldesa de
la capital del Perú, Susana Villarán), magistrados y congresistas.
Aunque para Alan García la plata
llegara sola gracias al ejercicio de la presidencia, no fue él el creador de la
corrupción política en nuestro país pues esta es casi concomitante al
advenimiento del Perú como estado independiente, pronto atrapado por la
telaraña de los intereses económicos. Hasta bien avanzado el siglo XX, la
corrupción era practicada esencialmente por sectores sociales o económicos que
se beneficiaban, apoyados en un andamiaje legal sancionado ex profeso, en
desmedro de los intereses del Estado. En el Perú de hoy parte de la corrupción
ha tomado una forma desvergonzada: los políticos que aspiran llegar al
gobierno, reciben pingües sobornos tanto para financiar sus campañas
electorales como para enriquecerse personalmente, a cambio de favorecer al
corruptor con la buena pro de las licitaciones para obras públicas una vez
elegidos.
El caso Odebrecht es la referencia irrefutable.
Los ejecutivos de esta empresa afirman, con pruebas, haber hecho llegar ocultamente
dinero al entorno de los ex presidentes Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuczynski
y Alan García, así como a la candidata presidencial Keiko Fujimori (su padre,
ex presidente, también purga condena por corrupción, además de otros delitos). En
algunos casos, estas aportaciones ocultas no fueron las únicas, y no todos los
montos fueron destinados a los gastos de las campañas electorales, sino que,
mediante testaferros o cuentas en el extranjero, terminaron engrosando los respectivos
activos personales de los jefes de partido, es decir, que la plata les llegó sola,
como aseveró Alán García, que hablaba con la voz de la experiencia.
Todos los expresidentes mencionados
están a punto de ser formalmente acusados de corrupción, uno de los cuales se
suicidó para no responder ante la justicia. Pero no solo se trata de ex
mandatarios, sino también de alcaldes, magistrados y congresistas. ¿Qué clase
de país es el Perú? ¿qué tiene Uruguay para que esto no ocurra en ese país, el
mismo país que rechazó el pedido de asilo político de Alan García quien, en un
intento de evadir los tribunales de justicia peruanos alegó que era un
perseguido político cuando era en realidad perseguido por delitos claramente
definidos por el código penal? Lo que tiene Uruguay y no tiene el Perú son
instituciones políticas sólidas, a pesar de que también ha sido golpeado por
dictaduras; su lema es “Libertad o muerte”. Pero, además de eso en el Perú el
ejercicio de la política se ha vuelto, en su gran mayoría, una forma de
enriquecerse, mediante la aceptación de sobornos o el tráfico de influencias
que puede facilitar el gozar de poder.
Mientras esto no cambie, “Firme y
feliz por la unión”, aunque lema oficial del Estado, será una frase insulsa y
sin sentido para la ciudadanía; “La plata llega sola”, por el contrario, será
el eslogan con el que los peruanos reconoceremos a los dirigentes que conducen
los destinos del Perú.