La notable escultora peruano-japonesa Michiko Aoki presenta Luces y sombras, su nueva serie sobre granito. Va del 6 de noviembre al 7 de diciembre en La Galería de San Isidro.
Punteros, cinceles, martillos, gradinas y bujardas son extensiones de su cuerpo. Con cada golpe, la piedra se abre, se pliega y libera una narrativa muda que habla de fuerza y fragilidad en una relación que va más allá del contacto físico: la artista explora el mineral y revela sus secretos. Ocurre que la de Michiko Aoki (81), más que una técnica, es un ritual que transporta al espectador hacia espacios de contemplación y asombro.
De lo cual puede dar cuenta la respetable audiencia que ha contemplado con auténtica fruición sus exhibiciones en Japón, Argentina, Estados Unidos y, claro, el Perú, donde vive desde 1979. La artista ha vivido una evolución marcada por hitos personales. Desde la pérdida de su esposo, el chef Toshiro Konishi, su obra ha adquirido una profundidad espiritual inédita, en la que el vacío y la ausencia se transforman en presencia tangible. En cada bloque de mármol o granito belga, en cada veta de alabastro, la dureza de la piedra convive con la transparencia, y el silencio mineral se convierte en un espejo de su diálogo interior.
Razón por la cual cada escultura que sale de sus manos se presenta como un umbral que nos permite ver más allá de lo visible, donde la densidad se desvanece y la luz emerge pura, casi mística. En sus palabras, la piedra guarda una «esencia» que espera ser desvelada; en sus manos, lo mineral se vuelve un eco de su fe creadora, un reflejo de un diálogo ancestral que nos habla desde el silencio.
Michiko está inaugurando su nueva individual, «Luz y sombra», en La Galería de San Isidro. En esta exhibición, la dureza del granito y la delicadeza del alabastro son aliados en un ritual que revela lo oculto. La japonesa-peruana, inspirada por maestros como Isamu Noguchi y Eduardo Chillida, ha hecho de su técnica una exploración espiritual tocando las fibras intangibles del mineral como si de un oráculo se tratase. Cada bloque que transforma parece latir y respirar, y sus superficies se llenan de claroscuros donde la luz y la sombra se entrelazan como símbolos de la condición humana.
Michiko sabe que la piedra es paciente, que guarda un secreto antiguo, y lo arranca de la quietud sin violencia, casi como quien abre una puerta hacia una verdad desconocida. La piedra, más que un material de trabajo, es una compañera de viaje, una presencia que la acompaña en su camino hacia la introspección y el autoconocimiento. Con su mirada aguda y sus manos expertas, logra que el granito y el alabastro no sólo se moldeen, sino que también narren una historia de resiliencia, de la lucha entre la rigidez y la suavidad, de la belleza que habita en el equilibrio de los extremos.
Así, sus esculturas se convierten en poemas de piedra, en versos sin palabras que, al igual que los bloques de mármol de Brâncuși o las formas esculpidas de Hepworth, invitan al espectador a reflexionar sobre la naturaleza misma de la creación y el diálogo entre el ser humano y la materia. Así, “Luz y sombra” es una oda a lo eterno, una celebración de la dureza y la fragilidad que conviven en cada fragmento de roca. Esa alquimia sublime en la que el arte transforma la piedra en un susurro que contiene toda la eternidad.
Lugar: La Galería.
Dirección: Conde de la Monclova 255 – San Isidro.
Fechas: Del 6 de noviembre.al 7 de diciembre.
Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 p.m. y sábados de 3 a 7 p.m.