Opinión

La paleontología, ese hobby de ricos

Lee la columna de Gabriel Rimachi Sialer

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No hay nada que fascine más a los niños que los dinosaurios. Libros ilustrados, para colorear, muñecos de todos los precios, tamaños y calidades, series de televisión, películas, descubrimientos, están en todas partes. Alguna vez, en el canal del Estado, pasaron la película “Hace un millón de años” (Don Chaffey, 1966), y aún puedo recordar el asombro de ver la brutal convivencia —imposible científicamente— del hombre de las cavernas con los brontosaurios y tiranosaurios Rex en stop motion, a Raquel Welch siendo atrapada por las garras de un pterodáctilo y abandonada en el peligroso mar donde algún aterrador ictiosaurio se la quería comer.

A inicios de los 90 en la Universidad Nacional de Ingeniería se impartía un curso de Paleontología, pero esta no existía como carrera. En el Perú, todo siempre llega tarde y a veces no llega nunca. Así, si querías darle rienda suelta a tu pasión por los dinosaurios tenías que irte a estudiar a Argentina. Sólo ahí existía (y aún existe, gracias a Dios) la carrera de paleontólogo. Con la evolución de la tecnología y los hallazgos últimos, el interés por esta fascinante área de la ciencia ha crecido, pero el acceso a su estudio en el Perú sigue siendo imposible. En algunos casos, si tienes suerte, podrás llevar un curso de Geología del cuaternario y evolución humana en San Marcos, o infiltrarte como alumno invitado en el curso de paleontología de la carrera de Ingeniería Geológica de la UNI. Pero no más allá.

Para graduarte de paleontólogo debes llevar cursos de biología, física, química, ciencias de la atmósfera, biología molecular, geología, biometría, química inorgánica, estratigrafía, embriología animal, fisiología vegetal y cursos cuyos nombres nos llevarían al guion de Jurasic Park. Esta profesión —ingrata si se toma en cuenta lo mucho que les interesa la ciencia a los gobiernos sudamericanos— tiene más de pasión y entrega que de “hobby caro”, como muy suelto de huesos declaró, hace unos días, el congresista Edward Málaga, al referirse al descubrimiento del “Perucetus colossus”, realizado por el paleontólogo Mario Urbina. Curioso, además, si tomamos en cuenta que Málaga es un famoso investigador en neurobiología, cuyos aportes están orientados a encontrar la cura contra el Alzheimer. Parece ser que la política nacional puede oscurecer, incluso, las pasiones más brillantes.

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