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La normalización de la basura

En la capital en muchos distritos se observan calles rodeadas de basura, dejadas por sus propios vecinos al frente de sus viviendas sin que nadie les diga que eso es incorrecto. Ellos, por costumbre y porque nadie les dice lo contrario, simplemente dan unos cuantos pasos y lo arrojan, despreocupándose de lo que pasará después.

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Por: Raúl Villavicencio H.

En el año 1969, el psicólogo de la Universidad de Stanford Philip Zimbardo realizó un experimento social que consistía en abandonar un auto deteriorado en una concurrida calle del Bronx, en Estados Unidos. Al poco tiempo, ese vehículo terminó siendo vandalizado por los sujetos que vivían por ahí, pues los sujetos entendieron que se trataba de un objeto de poca apreciación.

Similar ejercicio lo realizó esta vez en un vecindario acomodado, dejando un auto de idénticas características que el primero. Pasaron las horas, pero nadie se animó a tocarlo ni fijarse qué había dentro. Luego de varios días Zimbardo tuvo que intervenir golpeándolo con un martillo su carrocería y sus ventanas, rompiéndose varias de ellas. A las horas el destino de ese coche fue el mismo que el primero, siendo ‘canibalizado’ por los transeúntes.

Las conclusiones del psicólogo fueron más que reveladoras: no interesa el estrato social, si las personas ven que un objeto o inmueble luce descuidado, entonces su valoración hacia la misma se vuelve casi nula, haciendo lo que se les dé la gana con ella.

Años después, los criminólogos James Wilson y George Kelling, basándose en los experimentos de Zimbardo, elaboraron la famosa Teoría de las Ventanas Rotas, identificando los principios de la delincuencia callejera. Ellos explican que si una persona ve una vivienda con las ventanas rotas, o una calle poco iluminada, o un parque descuidado, esos espacios con el tiempo se pueden volver focos para la delincuencia, pues los sujetos identifican el desinterés como sinónimo de permisivo, y donde hay un lugar donde no hay mucho control y vigilancia esa zona es propicia para las fechorías y actos vandálicos, llegando a escalar incluso a delitos mucho mayores.

En la capital en muchos distritos se observan calles rodeadas de basura, dejadas por sus propios vecinos al frente de sus viviendas sin que nadie les diga que eso es incorrecto. Ellos, por costumbre y porque nadie les dice lo contrario, simplemente dan unos cuantos pasos y lo arrojan, despreocupándose de lo que pasará después. Así, viendo que el vecino bota su basura sin ninguna objeción, el vecino de al lado también lo replica. ¿Se entiende el símil?

Lamentablemente muchos ciudadanos han normalizado eso, sin percatarse de estar sembrando la semilla de la delincuencia.

Columna publicada en el Diario Uno.

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