Crónica

La Noche de las Corbatas

Huellas rojas del terrorismo de Estado.

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Dr. Bozzi.

El terrorismo de Estado en Argentina ha dejado sus pisadas de sangre. Aún es posible observarlas.

Y su ADN, desperdigado en cada rincón del territorio, como un asesino en serie que se supo impune y que jamás tuvo que preocuparse por ocultar sus huellas. Por el contrario, dejó expuestas esas marcas de muerte a propósito, para machacar las retinas y la memoria perpetuamente.

1976 inició un período de gris plomo y rojo sangre en Argentina. En el mismo lugar en el que millares de veraneantes disfrutaban de las playas, los parapoliciales del Estado terrorista iniciaron en Mar del Plata un operativo que bautizaron “La Noche de las Corbatas”.

En realidad, no se ejecutó durante una sola madrugada sino en el término de una semana: entre el 6 y el 13 de julio de 1977. Fueron secuestrados seis abogados laboralistas, defensores de sindicatos y trabajadores: Norberto Centeno, Salvador Manuel Arestín, Raúl Hugo Alaiz, Camilo Ricci, Carlos Aurelio Bozzi y Tomás Fresneda. Otra víctima fue María de las Mercedes Argañaraz de Fresneda (embarazada de 4 meses). Bozzi dice hoy a Lima Gris que, además de él, el único sobreviviente fue su colega, el Dr. Camilo Ricci.

El caso Bozzi

A las 20 horas del 8 de julio de 1977 el abogado Carlos Bozzi bajó una escalera caracol y salió del estudio jurídico donde trabajaba, en Mar del Plata (la ciudad denominada por los argentinos “La feliz”). Una vez en la avenida Independencia vio que un joven le apuntaba a la cabeza con una pistola. Con un par de empujones fue obligado a retornar a la oficina. Se les sumaron tres personas de civil, también armadas.

Los captores comenzaron a interrogarlo. Como estrategia, se hicieron pasar por un comando de Montoneros, la guerrilla peronista. Pero Bozzi detectó de inmediato que se trataba de parapoliciales. Le dijeron que, si no “cantaba” (por lo general, ello implicó la delación de personas), lo iban a someter a un “juicio popular”. De paso, le sustrajeron el reloj y la billetera.

Con insistencia le preguntaron a Bozzi por su socio, el abogado Tomás Fresneda, quien arribó minutos después y fue capturado junto con su esposa y sus pequeños hijos. Fresneda y Bozzi patrocinaban algunos sindicatos obreros, entre ellos el de fábricas de aguas gaseosas (Coca-Cola entre ellas).

Dos meses antes de ser secuestrados, “ganamos un juicio de mucho monto, por horas extras no liquidadas a varios empleados. En ese momento, probar las horas extras era una epopeya”, rememora hoy Bozzi en la entrevista con Lima Gris.

Carlos Bozzi, relató su calvario. Foto: Tito La Penna/Télam.

¿Existió una denuncia por parte de esas empresas para hacer “desaparecer” a los abogados? Aún lo piensa Bozzi, pero es un aspecto que hasta ahora no ha podido probar.

En esos años, el Derecho del Trabajo era “despreciado por las fuerzas represivas e inclusive por muchos abogados. Consideraban que estábamos en la lucha del trabajo contra el capital”, explica el laboralista.

Bozzi nació en Buenos Aires el 1° de mayo de 1950. Había sido futbolista en San Lorenzo de Mar del Plata y, al momento de su secuestro, había logrado el pase para Huracán, en la Primera B. Iba a debutar en el partido del 9 de julio de 1977.

Un día antes de ello, los captores llevaron a los abogados Bozzi y Fresneda hasta una camioneta de doble cabina. Los arrojaron al suelo, uno delante y otro detrás. El abogado recuerda que esa sirena sonaba exactamente igual a las utilizadas por la policía en sus vehículos.

Circularon por la ruta 2. Fueron encapuchados y Bozzi recuerda aún que, con una soga, sus captores le enrollaron todo el cuerpo, hábilmente: si movía sus pies se apretaba las manos, y si movía las manos, la soga se ajustaba a la garganta y comenzaba a asfixiarlo.

Archivo: Diario Mar de Plata.

En el lugar donde estaban secuestrados los abogados Bozzi y Fresneda se escuchaba un movimiento constante. Portazos, corridas, gritos. A poco de llegar alguien les aconsejó: “Pórtense bien, esta noche no queremos matar a nadie más”.

Era la voz de uno de los secuestradores. Ello es coincidente con un dato importante: años después, Bozzi supo que el abogado Norberto Centeno había sido asesinado, en aquel lugar de detención, esa noche del 8 de julio de 1977.

El secuestrador se retiró y, poco después, una radio comenzó a propalar el Himno Nacional argentino.

La masacre de Centeno

El abogado Norberto Oscar Centeno fue secuestrado en cercanías de su estudio en Mar del Plata dos días antes que Bozzi, el 6 de julio de 1977, en lo que fue el inicio de “La Noche de las Corbatas”. En el operativo procedieron fuerzas conjuntas dirigidas por el teniente coronel Arrillaga, jefe de Inteligencia del Grupo de Artillería de Defensa Aérea (GADA 601) de Mar del Plata. Estaban apoyados por fuerzas policiales vestidas de civil, al mando del comisario inspector Miguel Fuster, integrante del Servicio de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (hoy, ambos represores están procesados por crímenes de lesa humanidad).

Dr. Centeno.

El cadáver de Centeno apareció el 11 de julio de 1977 en el denominado “Camino viejo a Miramar”, en la periferia marplatense. Ferozmente golpeado, el abogado había muerto dos días antes en el centro clandestino “La cueva” (funcionó en el sector del radar de la Base Aérea Mar del Plata).

En el certificado de defunción del Registro Provincial de las Personas se indicó, como causa de fallecimiento, un “shock traumático hemorrágico”. La autopsia determinó la existencia de “consecutivos politraumatismos por fuertes castigos”. Implica que el abogado Norberto Centeno fue torturado sistemáticamente por lo menos durante tres días. Murió como consecuencia de esos tormentos.

“Un caso atípico”

Han pasado más de cuarenta años de “La Noche de las Corbatas”, el doctor Bozzi aceptó una entrevista con Lima Gris.

—¿Cuál es su mirada hoy de ese operativo contra los abogados laboralistas, cuando han pasado más de cuatro décadas?

—La “Noche de las Corbatas” fue un caso atípico en el escenario de la represión en la década del ‘70. Al menos esa es mi visión, pues a través de estos más de 40 años, ni yo, ni otros actores de la época, han podido desentrañar los reales motivos que llevaron al secuestro colectivo. Si bien los secuestrados eran abogados, todos ejercían su profesión en distintos ámbitos. Unos en el ámbito del derecho laboral, otros en el campo del derecho civil, pero ninguno tenía una militancia política alguna, ni estaba relacionado con organización de la época [se refiere a guerrillas urbanas, como Montoneros o ERP]. Es más: siempre se sostuvo que la fuerza actuante fue el Ejército, a través del cuartel local, llamado GADA 601. Recién por el año 2005 o un poco más se supo que los últimos cuatro casos de secuestro fueron efectuados por fuerzas de la Marina, asentadas en la Base Naval de Mar del Plata. A pesar de esta prueba y del testimonio de uno de los sobrevivientes que da cuenta de este detalle, se ha obviado este escenario. Ignoro por qué. Es más: mi visión de la Noche de las Corbatas me ha traído más problemas que mi propia privación ilegal de la libertad.

Fui llamado como testigo acerca de la actuación de un juez penal de la época, al que le tocó tramitar los hábeas corpus presentados por los familiares de las víctimas. Al juez se lo imputó de colaborar con las fuerzas represivas y se le hizo un jury para destituirlo.

Como testigo dije mi verdad relacionada con los hechos que me habían tocado vivir, hechos que no lo incriminaban. Ello me trajo terribles discusiones con otros amigos y compañeros que sostenían que mi testimonio era una defensa del juez acusado. Por tal declaración, se me cerraron las puertas de la Facultad de Derecho y, lo que es más triste, cuando el Colegio de Abogados de Mar del Plata efectuó un homenaje a todos los abogados de la ciudad que habían tenido participación en la lucha por los Derechos Humanos, se me excluyó de la lista.

En cuanto a la Noche de las Corbatas, nadie aún ha podido dar una respuesta clara y concreta al origen del hecho. Y hasta existe una hipótesis que habla de una denuncia a las autoridades militares por parte de la Unión de Comercio de Mar del Plata. En especial hacia los cuatro abogados laboralistas afectados.

Yo interpreto que fue una mezcla de situaciones que provocaron el hecho. La importancia de la figura central en estos secuestros, el Doctor Centeno (redactor de la ley de Contrato de Trabajo y crítico de la reforma a esa ley que efectuó el Proceso Militar) puede ser un indicio. Pero no determinante, pues, en Mar del Plata, posterior a este hecho, fueron muchos los abogados laboralistas y asesores de sindicatos que continuaron ejerciendo sin problema alguno.

No descarto en este hecho la intervención de civiles, en especial integrantes de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), asesores de los militares en 1977. Ya sea por razones personales, por razones políticas y también de interés económico.

En sí, lo triste del tema es aún después de tantos años, pese a las múltiples interpretaciones sobre este hecho, aún no hay nada claro. Y tampoco han arrojado luz las actuaciones judiciales que trataron el tema.  O sea: la Noche de las Corbatas ha quedado como una noche oscura, sin sentido alguno y sin respuesta acertada a su origen.

—¿El hecho de haber sido protagonista involuntario de ese caso luctuoso, motivó luego su decisión como abogado de impulsar causas contra genocidas?

—En realidad no soy especialista en derecho penal, por lo cual nunca me había involucrado como participe en juicios de lesa humanidad. A raíz del pedido de Rodrigo Miguel, hijo de una de las personas asesinadas en el Balneario Luna Roja en el mes de agosto de 1978, me constituí en querellante en el Caso Base Naval, tramo III. Comencé a descubrir otro mundo, distinto al  relato de la crónica, que me apasionó. La Fiscalía Federal de Mar del Plata ha efectuado un trabajo monumental en todos estos procesos, aunque casi siempre enfocada en la figura penal a aplicar a los acusados, y dejando un poco de lado la verdad o los detalles de cada historia.

No es una crítica a este tipo de accionar, ya que en el marco de estos juicios que se fundamentaron en el monumental Juicio por la Verdad (tramitado a partir del año 2000 en Mar del Plata), es muy difícil discernir las verdaderas causas que afectaron la libertad y la vida de cada una de las víctimas.

Mi mayor fracaso, por impericia o por error técnico, fue no haber podido llevar a declarar ante un Tribunal de Justicia, al famoso modisto Roberto Piazza, cuyo nombre verdadero es    Roberto Mario Victorio Pezzone Piazza Foradini. Él fue conscripto en la Base Naval de Mar del Plata durante el año 1978. Tanto en su libro Corte y Confección como en varios reportajes televisivos ha sostenido que vio presos políticos en la Base Naval de Mar del Plata; que supo dónde estaban; que efectuó procedimientos contra civiles y que, incluso, mantenía una excelente relación con el Jefe de la Base Naval de Mar del Plata, el marino Roberto Pertusio [imputado en crímenes de lesa humanidad]. Es más: hasta en uno de esos reportajes sostuvo que utilizaba las habitaciones del marino para sus aventuras sexuales.

Yo lo cité como testigo. La noticia salió en todos los medios. Se negó a declarar y pese a que presenté pruebas de que era un testigo fundamental, el Tribunal desechó mi pedido. Para mí fue un hecho triste y un fracaso profesional. [ver:  https://www.primiciasya.com/roberto-piazza-es-citado-declarar-como-testigo-torturas-la-dictadura-n1164588].

—¿En cuánto se ha avanzado (y en cuánto o en qué aspecto aún no) en nuestro país en materia de derechos humanos y jurisprudencia?

—En materia de los Derechos Humanos afectados por el Terrorismo de Estado en la década de los años 70, se ha avanzado muchísimo en el aspecto de la jurisprudencia. Tengamos en cuenta que se está hablando de la violación a los derechos humanos que se denominan de la Segunda Generación; o sea, aquellos que son relativos a la libertad y la vida de las personas.

No se puede dejar de precisar que el impulso dado a las causas a partir del año 2002, cuando se derogaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, tuvo su fundamento en las causas iniciadas por el gobierno del doctor Alfonsín en 1985, que dieron origen al movimiento militar de los “carapintadas”. Estas causas, no tenidas muy en cuenta en el día de la fecha (por ejemplo, la del “Primer Cuerpo de Ejército”, la causa “Camps” o la seguida contra el militar “Suarez Mason”), tienen fundamental importancia porque en ese entonces los militares declaraban ante la justicia y explicaban su accionar. Es difícil obtenerlas hoy, pero han sido un poco relegadas.

Archivo diario La Capital. 21 de julio de 1977.

En el escenario jurídico el balance es positivo. Ningún país del mundo ha hecho lo que se hizo en Argentina sobre estos hechos. La jurisprudencia es muy rica y contundente, aunque en la fecha hay indicios de un cierto cambio acerca de la imputabilidad de los cuadros inferiores, que no tenían en sus manos lo que en derecho se llama “el dominio del hecho”. Veremos qué pasa en adelante.

Tenemos que precisar que, en materia de Derechos Humanos, a partir del advenimiento de la democracia [1983] la República Argentina ha sido sancionada más de 30 veces por la Corte Interamericana de Derechos Humanos por violaciones a los Derechos Humanos.

Parece irreal manifestar esto, pero estas violaciones se refieren a la negación al acceso a la justicia, negación a derechos fundamentales, como casos de sexo, identidad, patria potestad; responsabilidad del Estado por el accionar de sus funcionarios, etc. Actualmente, esta es la tarea más importante a asumir, ya que las causas por delitos de lesa humanidad ya casi se están terminando.

Otro escenario

Sin embargo, al tiempo que los juicios referidos por Bozzi en la entrevista con Lima Gris están efectivamente en la etapa final (por ejemplo, la Megacausa, que condenará a dos centenares de militares por crímenes de lesa humanidad), acaba de iniciarse un nuevo proceso: el de torturas y otros vejámenes contra soldados en la Guerra de Malvinas (1982) por parte de sus jefes inmediatos (mientras los ingleses avanzaban sobre el archipiélago con la orden de “recuperarlo”).

Pero esa es otra historia, otra pisada roja del terrorismo de Estado que imperó en Argentina. Otra huella que dejó ese asesino en serie que gozó de total impunidad entre 1976 y 1983 y que será objeto de nuestro próximo artículo.

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