Cultura

La niñez contra la arena en la arena (o texto crítico sobre el poemario Los ojos contra la arena de Carlos Becerra (fuga en lila editores, 2006) por Julio Barco)

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La poesía de Carlos Becerra me hace pensar en lo que una vez escribió José Carlos Mariátegui sobre la cualidad de honestidad que poseen los poemas de Vallejo; ese valor de honestidad, de ser uno consigo mismo y con el lenguaje proyecta una lectura cómoda y abre las posibilidades de entrar a su poemario Ojos contra la arena (fuga en lila editores, 2006) Este poemario, escrito en el 2006, no tiene una estructura compleja; solo tres partes (escritos serenamente tontos, ojos contra la arena, balbuceos de la hierba); lo novedoso es el tono de sus poemas; un tono bien logrado, que gusta por sus ritmos y colores, como también por los fondos, es decir, los pensamientos y críticas que logra. Veamos algunos versos subrayados:

He comenzado a regalar mis dientes para no reír
He perdido mi tiempo      Perdemos nuestro tiempo
En verles el trasero a las chicas cuando pasan bajo el sol
En adivinar lo que es la muerte
En escribir sobre las paredes Viva la Revolución (poema “la navidad es una borracha más” pág.37)

Como advierte el sonido mental de estos poemas, vemos una situación de desengaño con algunos ideales de juventud, un cierto desasosiego frente a la vida, su carnalidad y sus límites; salen del espacio del lenguaje banal para atomizarse en una música que es la voz misma; voz que al ser poesía, usa todos los elementos que puede para conferirse una identidad propia: mecanismo de entendimiento de la realidad y de asumir el ritmo interno; en esto Becerra es deudor de muchos poetas (Vallejo, JRR, Luis Hernández, Jaime Urco, Roxana Crisólogo, Monserrat Álvarez, Miguel Ildefonso…), es decir, poetas que conectan sabiamente su vida y dan una mirada desde sus problemas y conflictos propios hacia la totalidad del Orbe, esta singularización que no es del ego, sirve para distinguirse ante la tribu letrada, generando pues nuevos huacos retratos aunque no con arcilla sino con signos; es decir, y en otras palabras, quien lea a estos poetas no leerá aquel producto enlatado llamado en mayúscula Poesía o Poema sino una cartografía humana, que no niegue los registros mentales por temor a perder lo lírico; un espacio de conflicto entre los entendimientos poéticos pero también de trituración, mutación y creación de la lengua; así, estos poetas encuentran una identidad propia en su tono lírico. Hay, es verdad, otro ingrediente que despunta: el desosiego, el cuestionar las reglas con el fin de criticarlas, que es un síntoma de la niñez que perdura dentro del poeta, con la que explora su mundo:

Así la vidita en la pared rebotaría
Como pelota que ahora yace desinflada
Mejor es que duermas sobre tus rodillas raspadas
Y sueñes que el mundo
Es un gran dibujo animado sin colorear
Así perderías la ración de bombas
Y ya no ayudarías a buscar la vida
En algún cadáver de tu hermano
Mejor es jugar a la casita
Y juego a ser papi y llego temprano
Y mis pulmones son fuertes
Y mi hígado es un ángel recién nacido
Y le doy beso un beso a mi mami en su frente de estropajo
 Y ahora juego a ser mami y  te cuido
Y nunca te digo cuando seas grande
Tienes que coleccionar niñitas.(poema “realidad virtual” pág. 38)

Niñez como paraíso, como espacio ajeno a las reglas y morales impuestas y a las que el poeta se somete, infeliz de tener que participar en la maquinaria panóptica o en los desiertos de lo real, que hoy por hoy son hierba y agua de muchos; en ese canto coral de los sobrantes, en esa trinchera del desacuerdo, la niñez, su tesoro, permite abrir el campus universal de la palabra: el lenguaje, lejos de ser fiambre de presidentes y retórica de neurocientíficos, termina siendo el único y real documento humano para expresar nuestra singularidad de seres vivos y pensantes; el único juguete, pero un juguete que, en la adultez, tiene otro peso. Los diminutivos llamativos: “casita”, “vidita” permiten un lenguaje cariñoso, cercano, íntimo; ¿acaso no es la infancia también un espacio falaz donde terminamos por confundirnos con los otros? ¿acaso se borran las identidades mientras jugamos a escondernos y contamos cerrando los ojos pensando dónde encontrar ni bien termine el conteo? ¿acaso no prueba el juego el propio razonamiento de los poderes, no nos hace ver la fragilidad hercúlea sobre la que se sostienen las reglas y órdenes que las autoridades imponen? Quizá esto, aproxime la poesía de Becerra al éxtasis poético:

Casi medianoche
Ernesto encendidamente ebrio
Irrumpe en el bullicio cultural
Sólo desea seguir muriendo
Entre la oscuridad     algunos poemas
Junto a mí
Dulce anarquía. (Del poema “poema neto” dedicado al también poeta chiclayano Ernesto Zumarán, página 50)

Ojo que es un éxtasis que solo se observa de súbito, fresca rama del instante que tiembla en sus ojos; de la  como también fiel a su mente, fiel a una bitácora personal; como también se observa un registro muy cercano a Jaime Urco, que ganó hace algunos años el Watanabe con un poemario que maneja un tono parecido al de Becerra (y quiénes leyeron el poemario sabrán que esos poemas que hablan de los bares y del sentirse inútil ante la sociedad, tienen un reflejo que conecta con una voz que se piensa y reflexiona, que busca una lógica personal, que es provinciana y marginal); aunque en Becerra hay elementos también cercanos al destierro que sufre el ser humano en una época de cifras y dígitos, vacuas estadísticas e itinerarios plásticos; y de alejarnos de lo mítico para volver a los confines humanos, es decir, mamíferos, animales antropomorfos:

Tengo miedo de mí mismo
Un miedo circular cadavérico
Infinito mamíferos Dioses
Me ha cogido un miedo a ser animal. (Del poema “Sentado viendo girar las ruedas” pág. 14)

Como también crítica a la sociedad repleta de pantallas:

En mi casa
El televisor es como un condón
Donde ahogo mis sentidos
Que están hartos
De las santas inquisiciones de mi madre
Y más hartos
De los holocaustos de la cocina
Me levanto y en fila las cucarachas hechas polvo
Como el mueble que soporta mi peso nuclear
Me siento con las carcajadas de la tele hechas leña
Y comienzo a moverme za za za   pla   pla   pla
La mente en su salsa y yo uhm uhm uhm
Ajusto la antena que me recuerda tus senos
Subo el volumen que me recuerda tu clímax

En mi casa todos tienen su televisor

                                             za  za  za (Del poema ensayo filosófico de 14 pulgadas)

Por otro lado, el sentimiento de la infancia embalsama la mirada tierna y frágil, inútil y en altibajos de euforia, confiriendo un reflejo donde reverberan emociones personales, que son parte de la cotidianidad de estos tiempos; el poema que lleva el nombre del poemario “ojos contra la arena”, con epígrafe de Cernuda (“Me cansa la vana tarea de las palabras…”) es también un paroxismo personal que nos expresa los elementos de su poética; el asalto de una realidad áspera:

Ah conque eres poeta   pobrecito   vete a otro lado
Ah conque eres soñador    el mundo es un disparate date cuenta
Entonces las hojas en blanco se sucedían unas tras otras
Palabras que papi nunca le dijo a mami porque ya era tarde
Siempre es tarde para que yo pueda decir algo a mami
El sol vuelve a salir cuando le doy la vuelta
                    al rodillo de la máquina de escribir. (Del poema ojos contra la arena, página 46)

Como nos recuerda Rubén Darío en el cuento El rey burgués escrito en 1888 en el libro Azul, el poeta es un marginado de la modernidad burguesa, un ser que perdiendo toda autoridad por su inutilidad ante el artificio de la Máquina de Consumo tiene que lidiar en el jardín con los filósofos y otros animales que decoran la Casa del Poder; por ende, para la mente de la modernidad dedicarse a la poesía como centro es un acto de locura o que puede causar hasta vergüenza; lo curioso es que este pensamiento predomina más en las sociedades plásticas del neoliberalismo, el mismo que el autor de Cantos de vida y esperanza crítico en su tiempo, cuando ya era un poder naciente. De Darío, también Becerra comparte es nervio ardiente llamado miedo a morir:

Tengo que morir
Le digo a mami       a los amigos
A mi familia     a la noche y su locura de estrellas
Pero no me entienden
Tengo que morir
Me digo cada amanecer frente al espejo
Y no me entiendo (Del poema “poema light”)

¿Se acuerdan del poema Lo Fatal? Cito: Dichoso el árbol que es apenas sensitivo…

En el mejor de los casos la poesía de Becerra nos recuerda esta carnalidad del ahora, que la poesía es crítica, y es un uso personal y propio; rica en usar registros propios y sabores locales, sin miedo a ser ridículo por su honestidad y encontrando un espacio singular dentro del arte peruano, que es muy vasto; no es lírica hipócrita ante el materialismo dominante (como tampoco lo fueron Quevedo, Pound, Verástegui), todo ello, me hace pensar que este primer trabajo, escrito según el propio autor en los noventas aunque editado en este milenio, confirman el valor de esta entrega y nos hacen desear que el viento no borre estos ojos escritos en la arena. 

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