Hay muchas posibilidades respecto de la obvia cancelación de la campaña Se Busca Libros Perdidos de la Biblioteca Nacional del Perú. Una puede ser la negación y el descrédito de los méritos obtenidos por la gestión anterior, ya que se endilga, prima facie, la ineficacia del proyecto realizado por Mujica., Otra, sería el contubernio con los agentes que presumiblemente al interno de la BNP facilitan la sustracción de valiosos ejemplares. Otra, la nula visión del encargado de dirigir la institución en cuestión. Hasta aquí las especulaciones.
Lo que es un hecho concreto es lo declarado por el Director de la BNP y el resto de las acciones dirigidas a borrar todo rastro de esta importante campaña, llegándose al extremo de deshabilitar el fan page de Facebook de la misma y siendo que este tipo de portales son muy útiles, en la actualidad, no podemos hallar un fundamento adecuado para su eliminación.
De las declaraciones del director Alejandro Neyra podemos argüir que opone, equivocadamente, la campaña Se Busca Libros Perdidos a los elementos que él intenta priorizar en su gestión, los que según sus propias palabras son: “desarrollar un verdadero sistema nacional de bibliotecas, mejorar las bibliotecas públicas, modernizarlas, adaptarlas a los nuevos tiempos, brindar más posibilidades de acercar la cultura a la gente”. Dado que ambos extremos no tienen punto alguno de conexión, la argumentación del ex diplomático no es pertinente.
El problema de fondo no son los libros que están a disposición de todos los usuarios en los anaqueles y estantes de la Biblioteca sino los incunables, las primeras ediciones y todas las otras formas librescas que están muy bien cotizadas en el mercado negro.
Siendo que la Campaña Se Busca Libros Perdidos, a la fecha, según El Comercio, ha servido para recuperar 137 libros y documentos de gran importancia; entre ellos, el Mapa de Magallanes y el original mecanografiado de El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo, con apuntes y correcciones manuscritas del mismo José María Arguedas y dado que aún quedan 900 libros y manuscritos desaparecidos, según el Informe de Gestión 2011-2016 de la BNP, la supresión de la campaña Se Buscan Libros Perdidos constituye, sin duda alguna, un despropósito de la actual gestión y un impedimento directo de hallar nuevas pruebas en lo concerniente a la investigación por presunto peculado seguida en contra de algunos trabajadores de la institución en cuestión por haber intentado sustraer, aprox., 4 mil documentos del Archivo Presidencial Cáceres de los años 1893 y 1921, carpeta fiscal archivada desde el 2016.
En síntesis, no existe cambio de imagen —como arguye, endeblemente, el director de la BNP — sino una eliminación directa del proyecto. Pretender que la eliminación del logo, del mural de fotos de los intelectuales que apoyaron la campaña, de la sección correspondiente en la web de la BNP más la deshabilitación del fanpage de Facebook no constituye una eliminación flagrante sino un mero cambio de imagen es considerar que la estupidez de la ciudadanía no tiene límite y eso es algo que la gente no debe consentir.
Si el Director de la BNP no se ha percatado de todos estos detalles debería despedir a sus asesores y retraer lo andado a cuenta de que lo alcance la presunción de buena fe.