Film chileno que se presentó en el ‘XIII Festival de Cine de Lima’, obteniendo el premio de mejor película en la edición 2009. Dirigido por Sebastián Silva, que narra la historia de una empleada del hogar (Raquel) que trabaja en casa de una familia de clase alta, que vive la monotonía del trabajo durante más de 20 años y que la ha convertido en un ser que esconde sus sentimientos, que se aleja del pasado evitando convivir y compartir su espacio con una nueva empleada; hasta llegar a descubrir el punto de quiebre emocional que cambia la visión de su vida.
No es sólo la historia de una empleada, es la exploración de un ser humano, que el tiempo se ha encargado de curtir y formar una imagen de rostro serio, así como el viento en el desierto da forma a la arena, en la vida de Raquel la monotonía y el tiempo a creado la imagen de una señora amargada, sin deseos de hablar del pasado, sin ganas de levantar la mirada al cielo y, sin ni siquiera atreverse a expresar algún gesto emocional de corazón. Raquel representa la imagen fría de una sociedad chilena que se ha olvidado lo que es el calor humano, representa al gran grupo de personas que se aleja de su familia por trabajo, para ser adoptada y servir.
Sebastián Silva convierte la cámara en un objeto tímido que se escurre por la casa, elige la cámara en mano olvidándose de la prolijidad de las tomas, para sentir y respirar mejor cada escena, recorriendo escaleras, cocina, dormitorios y patio, nos muestra a Raquel ‘La nana’, protagonizada por Catalina Saavedra, en una interpretación maravillosa, con una mirada tímida pero provocadora, nos sumerge a su mundo, a su soledad, a su habitación para sentir con ella la frialdad laboral, el rechazo solapado, la hipocresía social, que la han llevado a crear una coraza con disfraz de leona de color azul y blanco. Dentro de la típica familia acomodada, está el padre un apasionado de los barcos, que ocupa su tiempo libre entre el golf y armar los barquitos y, la madre dedica al trabajo que la absorbido tanto hasta olvidarse del cariño hacia sus hijos, a ellos se suma para completar la familia tres hijos, un niño y dos adolescentes, el varón que va descubriendo su sexualidad con la masturbación debajo de las sabanas y la hermana que ocupa su tiempo haciendo vida social. En este círculo familiar que por momentos parecen desconocidos, hay roces, celos y rechazo que ‘La nana’ provoca con voz amargada y resentida.
El tiempo es uno de los personajes dentro de la historia, son más de 20 años que está allí, conviviendo con la familia y, todas las mañanas se lo recuerda su reloj despertador. Todo se repite día tras día, desde el desayuno hasta la cena, servir, cocinar y lavar, su mundo gira apretado por las paredes que la asfixian, por la rabia que contiene en la garganta. El tiempo también le ha hecho olvidar lo que es sentir, lo que es una caricia, un beso sincero, un abrazo profundo, que dejó junto con su inocencia olvidada en su infancia. Hasta que llega ‘Lucía’ protagonizada por Mariana Loyola, la nueva empleada, originando el punto de quiebre emocional de la historia, precisamente en el baño luego de que los demonios de Raquel, la hicieran desinfectar nuevamente la ducha, explota la rabia contenida, enfrentándola con Lucía, pero ella se da cuenta del terrible vacío emocional que reflejan sus ojos, entre lagrimas Lucía abraza a Raquel, amansándola como a una yegua salvaje, hasta controlarla y acariciarla.
La sonrisa de Lucía como el brillo del sol contagia é inquieta a Raquel generando un cambio radical en su vida, abre los ojos y se da cuenta que un mundo existe fuera de esa casa. Es curioso como una persona nos puede cambiar la vida, nos puede dar la mano y sacar del más profundo agujero y del más oscuro lugar. La vida consiste es vivir haciendo lo que nos gusta, consiste en querer y ser queridos, en reír y llorar, en el simple hecho de sentirse humano y no una maquina insensible prisionera del tiempo.
Un trabajo bien logrado, con actuaciones resaltantes, una historia minima muy bien narrada, que Sebastián Silva se encargó de darle el toque personal perfumandolo con arte. Muy recomendable.
Edwin Cavello Limas.
