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“La muerte y la doncella”, un drama entre los misterios de una mujer y la política nacional

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Escribe: Viviana Suárez

La violación a una mujer, por ser un drama humano, es tema de expresión y de denuncia que se plasma también en el arte, tal como la violación de Tarquinio a Lucrecia, representada en el lienzo de Vecelli Tiziano (1570). Asimismo, Román Polanski, llevó “La muerte y la doncella” al sétimo arte (1994). En el Perú, la obra de  teatro “La Cautiva”(2014), relato fantástico y dramático de la violación a una muerta, trajo  furor en el debate limeño, y recientemente Alonso Cueto retoma el tema, en su novela  “La Pasajera” (2015).

La puesta en escena de “La muerte y la doncella”, del chileno Ariel Dorfman, escrita en los 90’s y ahora en el“Teatro de Lucía”, de Lima,es dirigida por Mikhail Page y en el reparto están Cécica Bernasconi, Gerardo García Frkovich y Hernán Romero. La obra de teatro, tiene como lo ordena el libreto una intención humana y política; pero en la libre expresión de la interpretación del arte se analizan muchos matices, que dependen de la mirada de quién observa la obra y  lo que lo o la movilice.

El chileno Ariel Dorfman,  exiliado político durante el gobierno militar de Pinochet, crea en el amplio espectro de su literatura personal, una obra que cuenta el drama de una mujer de una clase social alta, quien fue sistemáticamente  violada durante su juventud, al ser secuestrada durante dos meses por fuerzas del orden chilenas, y secreto de violación que solo conoce su esposo, un abogado que trabaja en la investigación de  la CVR chilena.  La obra empieza cuando 17 años después de acontecida la violación;  el abogado, recibe una ayuda mecánica en la calle, por un doctor y en reciprocidad, lo invita a cenar.  Su esposa,  desde su casa, identifica afuera la voz de su marido conversando con el doctor y  coge una pistola,  que tiene a la mano en su comedor y es allí donde empieza a desenvolverse la trama.

Cécica Bernasconi, interpreta a una Paulina Salas, quien no ha superado la violencia sufrida en las violaciones sistemáticas de la que fue víctima y  en su desesperación humana, secuestra en su casa al doctor invitado, atándolo de las manos y  las piernas y amenazándolo con una pistola.Justifica la acción de secuestro, el haber reconocido su voz y luego en su olor, la de uno de sus violadores. Además encuentra en el  carro del doctor, un casete de “La muerte y la doncella” de Franz Schubert, y que ella escuchó durante los abusos sexuales.  El carácter atormentado del personaje de Paulina, sin deslindar el dolor humano de una violación,  podría pensarse inicialmente que es de una personalidad pre-mórbida; sin embargo esto es secundario para la dinámica de la  trama, lo principal es el drama que interpreta de manera impecable   la Paulina de Bernasconi. Tal como  decía Blanca Varela: “Una desesperación auténtica no se consigue de la noche a la mañana. Hay quienes necesitan toda una vida para obtenerla”.

El otro personaje,  Gerardo Escobar, interpretado por Gerardo  García Frkovich,se encuentra en una encrucijada ética desde su rol de abogado para la CVR,  como  menciona el mismo Dorfman: “…ha de investigar la muerte de miles de disidentes bajo el régimen anterior, siente que su deber es defender al inculpado, puesto que si no se respetan las leyes y las reglas del juego peligra la transición a la democracia…”. Sin embargo Gerardo,   en la situación existencial en la que se halla – casi un “A puerta cerrada” de Sartre-  es cómplice de este secuestro y mediador, con el presunto violador. A quién por un lado  le relata el drama de su mujer y pide que colabore; pero por otro, también lo acusa, para finalmente hacer una especie de juicio sumario familiar con el supuesto doctor violador. Es así que Gerardo colabora en una dinámica de acusaciones y “confesiones” que resultaría catártica  y sobre todo sanadora para su esposa.

Las escenas de complicidad marido y mujer; los diálogos sobre la  relación de amor que sostienen en la desesperación de Paulina y  el soporte y el  entendimiento humano de Gerardo en la crisis situacional que están viviendo, son los elementos humanos más intensos de la dinámica de la obra.

Por otro lado, Roberto Miranda, el doctor e interpretado por Hernán Romero, realiza el rol de un ser que está desarmado y que en todo el contexto de la obra, no logra una confesión que reconozca como auténtica, a pesar de las pistas e insistencias de Gerardo y sobre todo de Paulina, que lo amenaza con una pistola.  Roberto Miranda, supuesto  victimario resulta ser en la escena una víctima secuestrada, el que pertenece a la misma clase social de Gerardo y Paulina, y no como los otros violadores de Paulina  (que ella confiesa como gente básica o sin cultura). Todo ello invita a suponer también las circunstancias personales de Paulina dentro de su círculo social de influencia, como una intención elitista en la puesta.

Luego de una confesión de lápiz y papel y el de una grabación, la pareja matrimonial  deja libre a Roberto Miranda. Confesiones que solo queda para ellos dos (esposa y esposo).

En la última  escena de la obra, se encuentran a los tres personajes vestidos de gala, en un gran teatro nacional, disfrutando de “La muerte y la doncella” de Schubert y donde Roberto Miranda, el doctor, se sorprende al ver a Paulina en la misma sala, y la mira, incógnito, recordando a una mujer extraviada que lo secuestró. Última mirada, tres puntos de suspenso con la que se cierra la obra; pero sigue invitando, a las muchas interrogantes, sobre los profundos misterios de la psique femenina y su amplia naturaleza.

 

DESDE EL CONTEXTO POLÍTICO NACIONAL

Por otro lado, el tema de la obra, bajo las perspectivas de la política nacional y las reparaciones, no deja de ser un tema de debate y del cual hay que darle también una mirada:

Respecto al Perú, sí  hubo violaciones sexuales por los representantes de las fuerzas del orden que combatieron el terrorismo marxista de los 80’s y 90’s (la “Cuarta Espada del Marxismo”, que sostenía Abimael Guzmán). Abusos que se  dispararon sin control, perversamente,en la esquizofrenia  de una  guerra, y siendo víctimas de estas violaciones tanto mujeres civiles como insurgentes.  Empero luego, de la guerra, aparecieron, los juegos de poderes,revirtiéndose la  posición del que vigila y castiga, casi emulando el mismo rol del “panóptico del Estado abusador”.  Entramos, entonces a una dinámica humana propia del  sado-masoquista (como la obra de teatro donde se revierten los roles): “…Ayer tu castigaste a mis simpatías o defendidos, hoy desde mi posición de poder, yo te castigo: te señalo, te anulo…”. Sin duda, estado de post-guerra (“guerra fría”); donde siguen desatándose adrenalínicas  balas hirientes  y sobre todo,  en quienes desconocen el riesgo de  los vicios psicológicos en los manejos de los poderes políticos y que  hoy movilizan al Perú en dos posiciones. Tristemente, todo ello, hadañadola comprensión  del concepto  de Reconciliación, dividiéndonos más, como lo demuestran las  estadísticas de  rechazo a la aceptación del documento de la CVR peruana.

¿Qué podría hacerse para remediar y prever  que no se siga alimentando los malsanos juegos del manejo de poder y a la vez cuidar la integridad humana, en lo posible,  de los partícipes en una guerra?

Se debe seguir reforzando las políticas de los  lineamientos éticos y universales de derechos humanos con los prisioneros en guerra.  También, evitar exposiciones extremas en tiempos, a militares o reclutas, que acudan en  la defensa del Estado–Nación; pues exposiciones en exceso,  desarman la ecuanimidad psicológica y moral. Asimismo,  fomentar la educación en el control y canalización adecuada del impulso sexual como política nacional  (conceptos  y metodologías de la psicología e inteligencia emocional en todos los niveles posibles de comunicación para la educación sexual).  Sobre todo, reforzar  una educación colectiva y cívica,para cultivar como moral nacional, el amplio concepto de  Integridad. Desde esta perspectiva,una mujer  violada–quien sufre un drama  injusto por ser  víctima de un abuso de poder del“género fuerte”, me refiero donde la fuerza bruta derrota a la inocencia-no es ella quién pierde su integridad moral, debido a que no ha ofendido a nadie. Quién infringe la agresión, es el violador, y por lo tanto, es quién pierde su integridad humana.

Finalmente, si miramos desde una concepción distinta a la judeo-cristiana del bien y el mal, los justos e injustos,  los superiores e inferiores, etc.  Es decir, si nos alejamos del torpe dicotómico,  elque envuelve nuestro paradigma racional  y emocional  occidental, y abrimos otra mirada, como decía Carl Jung en el complemento, y en este caso invitamos al de la cultura oriental; entonces encontraremos una  dualidad no separada sino que convive en un solo conjunto, como lo representa el taiji del Tao.  De esta manera un taoísta nos diría,que cuando no veamos en el enemigo,el extremo de lo humano; sino a otro  humano, tan humano como cada uno de nosotros, empezaríamos a entender la importancia del  Perdón.

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