Paul Auster contó en su ensayo «¿Por qué escribir?» que todo empezó con cuatro escenas: la muerte de su amigo en un bosque; un casi accidente de su hija; el encuentro inesperado de un verdugo y una víctima nazi, pero el más vital, creo, es el cuarto: Auster era un adolescente fanático del béisbol. Solía ir a los encuentros, memorizar estrategias y nombres de los beisbolistas.
Una vez se cruzó con el que más admiraba, Willie Mays, y no encontró un lápiz para eternizar un autógrafo. Desde entonces afirmó que llevaba un bolígrafo para no perder el ritmo de la escritura. Eso —decía— le gustaba contarles a sus hijos. Que así nació su vocación: «Cuando menos, los años me han enseñado esto: si llevas un lápiz en el bolsillo, hay bastantes posibilidades de que algún día te sientas tentado a utilizarlo».
Ayer nos despertamos con la noticia de su muerte, a fines de abril, producto de un cáncer terminal al pulmón, junto a su esposa, la escritora Siri Hustvedt, en la biblioteca de su casa de Brooklyn. Recordé con cariño la novela Leviatán. Hace años, la leí fascinado y aún guardo en mí las vertiginosas escenas. También recordé aquellos desayunos con papá en la azotea que alquilaba en una avenida de Breña.
Él era acérrimo al norteamericano. Ahí, en un cuartito, tenía una biblioteca con joyas literarias. Auster era citado por su famosa Trilogía de Nueva York. O las escenas de La invención de la soledad. No la leí entonces, pero recuerdo los comentarios de mi viejo sobre la muerte del padre de Auster. En una entrevista, de las muchas que ofreció el novelista, nos dejó algunos bocetos de sus certezas: «Un libro no acabará con la guerra ni podrá alimentar a cien personas, pero puede alimentar las mentes y, a veces, cambiarlas.»
Así, lo recuerdo como un autor que leí en la adolescencia junto a Roth, Carver, Salinger, Chuck Palahniuk y/o Rick Mody o John Irving. La muerte de Auster me hizo pensar en mi padre, que curiosamente ahora vive en Estados Unidos y me cuenta que ya tiene una nueva biblioteca. ¿Tendrá un ejemplar de La invención de la soledad?
(Columna publicada en Diario UNO)