El silencio vergonzoso de la prensa no va a lograr ocultar lo ocurrido este mediodía de 28 de julio. Martín Vizcarra con un mensaje hecho de mentiras, ausente de autocrítica y plagado de anuncios imposibles de realizar, incurrió en una inmensa falta de respeto a los peruanos. El país tiene, hoy, más de cuarenta y tres mil muertos y va, dolorosamente, rumbo a los cincuenta mil y el gobernante que ocultó deliberadamente las cifras mortales que iban creciendo desde el mes de abril, sigue mintiendo.
Cuando día a día mueren decenas de personas y esta situación sombría y siniestra continúa, significa que estamos ante una tragedia que abate al país. Entonces, no había lugar para un discurso similar al de una asunción de mando con una lista falsa de obras imposibles de ser realizadas en los meses que le quedan y, más aún, con extraño y no explicado acuerdo de gobierno a gobierno para obras que el propio Vizcarra, como la reconstrucción del Norte, no ha querido impulsar.
Vizcarra pretende ocultar una realidad brutal: en 135 días existen más muertos que en doce años de terrorismo. No es verdad que la pandemia es la única culpable. Es cierto que nuestro sistema sanitario se iba a desbordar pero no que el Perú ocupe el segundo lugar de contagios y muertes en Sudamérica y el sexto lugar en el mundo, esa situación es responsabilidad directa de un gobierno que unió incapacidad, burocracia e ideología para llevarnos a un nivel de muertos que se pudo evitar. Para aquellos que aún lo aplauden acaso porque se sienten inmortales o tienen una cama UCI en la casa, digámoslo así: claro que íbamos a tener muertos, lamentablemente; quizá diez mil como en Colombia o Ecuador, pero estar rumbo a los cincuenta mil es responsabilidad directa de la gestión Vizcarra.
Su mensaje tuvo, junto a las mentiras, un pasaje repulsivo que conduce a una pregunta: ¿cuánta miseria moral puede existir en un gobernante cuando anuncia un bono para los huérfanos? Ese anuncio es un repugnante aprovechamiento de la muerte. El populista atroz que habita en este hombre pretende esconder decenas de miles de muertes comprando el dolor con una limosna de 200 soles a quienes han perdido a sus padres por la ineptitud y la corrupción de su gobierno. ¿Un padre o una madre fallecido tiene un precio? ¿Con 200 soles que, además, nadie sabe cuándo ni cómo se entregarán, pretende tender una cortina para ocultar sus graves responsabilidades?
Todo aquel que ha tratado con Vizcarra percibe su nivel de ignorancia y esa ignorancia le hace pensar que lanzando bonos a diestra y siniestra va a lograr impunidad y aplausos. El populismo suele estar hecho de personajes de esa calaña y, por lo mismo, sus gestiones destruyen países. Vizcarra y la funcionaria Mirian Morales que gobierna a su lado no entienden ni perciben que el verdadero poder, el auténtico poder no está en Palacio de Gobierno.
El poder real habita en otros lugares y no tiene plazo de vencimiento como el poder del gobernante. Puede estar en grupos económicos que habrán de bajarle el dedo cuando ya no sea útil o en sectores sociales que habrán de hartarse y expresen su cólera o, tal vez, ese poder sea ejercido por uno, dos o tres funcionarios que terminen revelando las miserias sea por dignidad, desencanto o por haber sido víctimas de actitudes desleales. El poder real es superior al poder palaciego y cuando da el golpe de gracia, no hay bono que proteja.
Es cuestión de tiempo. Si gustan insulten a quien escribe estas líneas. Una vez, hace años, aprendí algo valioso de un personaje real que aparece en textos de García Márquez, el periodista Teodoro Petkoff. En una charla, junto a un querido amigo, Petkof nos dijo: “Cuando veo que aplauden lo que no se debe aplaudir, siempre les digo los aplaudidores: sigan nomás, los espero en la bajadita”.