La memoria histórica como enfermedad. El caso del guerrillero Raúl Sendic en el congreso de Uruguay
Si en algo nos parecemos todos en Latinoamérica es vivir y revivir nuestro siniestro pasado. En Uruguay el nuevo gobierno del Frente Amplio se encapricha en resucitar un fantasma.
En torno a la figura de Raúl Sendic se da el primer debate político del parlamento uruguayo. La bancada oficialista del Frente Amplio presentó en diputados la propuesta de conmemoración a la figura de Raúl Sendic y generó el primer debate parlamentario del año.
“¿Por qué molesta tanto un homenaje?” Se preguntó la diputada Inés Cortés del Frente Amplio, luego comparó el homenaje a Sendic con el rendir homenaje a un cura de parte de un Estado Laico. “Yo por suerte soy hija de la democracia y no me tocó transitar la dictadura cívico militar”. Recordó a su vez que la dictadura de entonces llegó a proscribir la federación de estudiantes de Uruguay además de otros muchos crímenes, y sobre todo la situación de 40% de pobreza en el Uruguay de 1970. Finalmente defendió el homenaje diciendo “muchas de las ideas que sostenía Raúl Sendic son las que nos pusieron dónde estamos”.
Colorados y blancos, la oposición, fueron más duros. Acusó la conmemoración como paradoja que en la democracia se pretenda homenajear a quien luchó para destruirla. Esto debido a que los atentados de Sendic se dieron durante un gobierno democrático, y fue precisamente esa desestabilización lo que produjo el ascenso de la dictadura de los 70s.
Juan Martín Rodríguez, del Partido Nacional, calificó a Sendic de “terrorista, sedicioso, asesino y torturador”. Según Rodríguez, Sendic fue un “enemigo de la democracia” y, por ende, “un enemigo de todos los uruguayos”.
El diputado Federico Casaretto también del partido nacional mencionó recordando al referido tupamaro: “Cuando se empieza con el primer disparo nunca se sabe cuándo será el último”. Luego refirió a las víctimas de la guerrilla a manos de Raúl Sendic de 1964 a 1970 en atentados y ejecuciones.
¿Guerrillero o terrorista?
Raúl Sendic Antonaccio, fue el líder histórico del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN-T). De su experiencia rural y de la Revolución Cubana, Sendic adoptó una concepción foquista y guevarista de la revolución. Según el ex tupamaro Kimal Amir, Sendic compartía una concepción marxista de la lucha de clases, «aunque se declaraba independiente de la Unión Soviética y de Cuba». Según el camarada tupamaro Jorge Zabalza, Sendic «tenía una clara visión libertaria de la autogestión, que le debía a su cercanía a Proudhon». Se le responsabiliza dirección en la ejecución de varios atentados en el Uruguay, Pero no contra la dictadura sino al gobierno democrático precedente, de lo cual se ingiere que la dictadura cívico militar del Uruguay (1973-1985) fue un resultado del clima de desestabilización que generó en el plano de seguridad el movimiento tupamaro.
Por otra parte, al terminar la dictadura el MLN-T anunció la suspensión de la lucha armada pero a la que jamás renunciaron y siempre reivindicaron como método político.
Un debate ¿innecesario?
La iniciativa de conmemorar los 100 años del nacimiento de Sendic fue promovida por el diputado del Frente Amplio, Gabriel Otero, que buscaba reconocer su lucha por un “Uruguay más justo”.
El debate se intensificó a medida que se aproximaba la votación, pero finalmente la moción no fue aprobada debido a la ausencia del diputado Álvaro Lima, quien representaba al Frente Amplio por el departamento de Salto. Ante la falta de quórum, el compañero de Lima, Mariano Tucci, anunció que la solicitud de homenaje sería retirada, impidiendo que la propuesta volviera a discutirse en futuras sesiones. En resumen, se perdió por autogol. Esta derrota, la primera del Frente Amplio que no tiene ni un mes en el poder inicia una legislatura de manera amarga e inútil.
Este debate sobre su legado refleja las tensiones persistentes en Uruguay sobre el pasado reciente, en el que las opiniones sobre la dictadura y los movimientos guerrilleros siguen siendo temas de discusión forzada.
Mientras algunos lo describen como un luchador por la justicia social, otros lo señalan como un enemigo de la democracia. Sin embargo, la discusión quedó inconclusa: la propuesta del Frente Amplio no alcanzó los votos necesarios para su aprobación debido a la ausencia de un legislador, sellando así el destino de un reconocimiento que nunca llegará.
El estéril debate sobre su legado solo logró resucitar una fuerte división política en el país sobre heridas manoseadas por cuarenta años de una democracia culposa. Esto se da también en un momento en que la narrativa imperante desde 1985 viene siendo cuestionada por autores como Leonardo Haberkorn y Adolfo Garcé que revelan a través de entrevistas a líderes tupamaros de cierto nivel de convivencia y hasta colaboracionismo entre tupas y militares durante la dictadura. También por la consabida y negada rendición de los tupamaros a los seis meses de iniciada la dictadura de los 12 años del Uruguay.
Para Garcé lo que emparentaba a militares y tupamaros era el nacionalismo, las armas y su odio feroz a la corrupción. Compartían además su común insurgencia contra los partidos y su desconfianza a los ricos.
La memoria histórica como batalla en la guerra cultural.
Desde el retorno de la democracia y sobre todo el ascenso del largo gobierno del Frente Amplio en el Uruguay, se generó una narrativa de los hechos de la década del 60 al 80 que construyó y elevó a verdad una serie de mitos, como el que los tupamaros lucharon contra la dictadura cuando históricamente no fue así. Tras un largo periodo en que la historiografía y la prensa se vio encorsetada por la hegemonía de un discurso, comenzaron a emerger nuevos actores que vienen desmintiendo la mitología tupamara, así como la tesis de los dos demonios.
No obstante, se habla poco de la existencia o tal vez fantasía de una organización secreta difícil de definir en el marco de derechas e izquierdas. Es el caso de la Legión de los tenientes de Artigas, una sociedad secreta ultranacionalista supuestamente activa en el Ejército uruguayo.
Explícitamente anticomunista y antimasónica, la sociedad secreta fue fundada por los generales Mario Aguerrondo y Julio Tanco en 1964 con la intención de contrarrestar la infiltración marxista en las fuerzas armadas uruguayas. La Legión ha estado activa desde su fundación y fue particularmente relevante durante la dictadura uruguaya, a pesar de que ninguno de los cuatro dictadores era miembro de la logia. El movimiento es profundamente antiliberal y antibatallista, y rechaza la separación de poderes y la separación de la Iglesia y el Estado. También se la define como anti política y desprecia a los políticos profesionales, calificándolos de corruptos. Los tenientes abogan por una mayor participación de las Fuerzas Armadas en el liderazgo político del país. La ideología de la logia se basa en el nacionalismo y el catolicismo político, y la mayoría de sus miembros originales eran afines al Partido Nacional. En su ceremonia de iniciación, los tenientes deben jurar ante la bandera de Artigas “respetar y obedecer las órdenes de la logia militar y servir a la patria”. Aguerrondo definió a los tenientes como “no nazis ni fascistas “, sino únicamente “nacionalistas orientales y doctrinarios”.
El movimiento puede ubicarse entre muchas otras sociedades secretas militares creadas en América Latina durante el siglo XX con el objetivo de prevenir la propagación del comunismo entre los oficiales militares.
El político y militar en retiro uruguayo Guido Manini Ríos ha sido acusado de pertenecer a la Legión. Esto lo convertiría en el primer teniente en ocupar el cargo de comandante en jefe desde la transición a la democracia.
Otro elemento que se suma a los cambios políticos en el hasta ahora tranquilo Uruguay, es el emerger en la última década de Cabildo Abierto, un partido en que se aglutinan es militares, una reacción al abandono que sufrieron en lo político durante décadas, ya que todos los males de la dictadura se achacaron a los militares como cuerpo gremial. No obstante Cabildo Abierto bajo su intención electoral hasta un 4% en la última elección, llegó a tener 11% de intención de votos la legislatura anterior.
No obstante, este revés, su presencia delata una transformación cultural en el Uruguay con personajes antiliberales, militaristas a la uruguaya y tradicionales que aparecen como una alternativa ante una generación diferente que nació en democracia y que no se encuentra del todo satisfecha.