Por Tino Santander Joo
Carlos Marx señala con acierto histórico que: “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras francas y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna”. La lucha de clases en el siglo XXI tiene otras características que impone la globalización capitalista y la revolución digital que transforma la humanidad aceleradamente.
Los anarquistas asumen la lucha de clases y afirman que la revolución social es primordial para consolidar la libertad de la humanidad. La lucha de clases en el capitalismo contemporáneo se caracteriza por la dominación financiera, la revolución digital, y el desarrollo de la industria armamentística norteamericana.
La guerra entre la OTAN y Rusia es una evidencia de que Estados Unidos ha subordinado a Europa a sus intereses económicos y geopolíticos. La lucha de clases no es una lucha de pueblos, sino de intereses por la hegemonía mundial entre el bloque norteamericano y el chino-ruso. América Latina y África tienen un rol marginal en esta contienda que se limita a ser proveedores de materias primas.
En el Perú, la lucha de clases se desarrolla entre el oligopolio bancario (BCP, BBVA, INTERBANK, SOCTIABANK) que dominan la economía nacional y que han subordinado a la clase política, los medios de comunicación, los gremios empresariales y sindicales a sus intereses contra la inmensa mayoría que solo tienen su fuerza de trabajo y una férrea voluntad emprendedora que crea riqueza a pesar del estado corrupto y burocrático.
El oligopolio financiero controla la economía formal y ha desarrollado una alianza con la informalidad y el crimen organizado. Millones de dólares ingresan al sistema financiero de la minería ilegal, el narcotráfico, el lavado de activos. Este sector esta aliado a la gran minería y a la neo oligarquía agraria costera. Representan las relaciones de producción moderna y están vinculados a la globalización capitalista y a la revolución digital. El sistema financiero ha logrado penetrar a través de la banca digital y móvil en todo el Perú.
Los medianos y pequeños empresarios compiten en desventaja con la industria extranjera; el caso de los textiles en Gamarra y la industria de zapatos en la libertad son un ejemplo de su tenaz lucha por convertirse en una burguesía nacional a pesar de no contar con el apoyo del Estado.
La inmensa mayoría de agricultores y los comuneros andinos son parceleros; los trabajadores formales e informales de la ciudad están vinculados al comercio y al sector servicios y sobreviven con mucho esfuerzo; diez millones de peruanos no tienen agua y desagüe; millones de familias tienen deudas con los bancos con créditos hipotecarios, de consumo, y de trabajo. Tienen un crédito caro. Nadie los defiende y los bancos aterrorizan a la inmensa mayoría con la complicidad de la clase política.
En el Perú existen dos bloques: Los que están subordinados al oligopolio financiero y los grupos de poder económico y la inmensa mayoría de familias. No hay medias tintas, ni eufemismo. Tenemos un solo camino: La revolución social para acabar con la explotación y afirmar la verdadera libertad económica y política.