Cultura

La lotería de Shirley Jackson: “la supervivencia es un juego macabro”

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El 26 de junio de 1948, los lectores del semanario “The New Yorker” se sorprendieron e indignaron al encontrarse con uno de los cuentos más escalofriantes y tenebrosos que hasta ese entonces se había publicado: “La lotería”.  Todo el recibimiento hostil que se generó en torno a este relato marcó la carrera literaria de su creadora, una mujer de treinta y dos años que pasaba su vida entre las actividades domésticas, el frenesí de la escritura e imágenes fantasmagóricas que sacudían su estabilidad emocional desde niña.

 Ella era Shirley Jackson.  Acusada y señalada con adjetivos relacionados a la brujería y a lo macabro, supo salir adelante creando alegorías que reflejan su intimidad y el contexto en el que estaba inmersa.  No hay que olvidar que en el mundo aún se percibía un clima muy desconcertante, producto de todo lo vivido durante la Segunda Guerra Mundial.

Se han escrito muchas interpretaciones en torno a “La lotería”, entre las que destacan cierta representación del antisemitismo en su trama, para ello hay que tener en cuenta que el esposo de Shirley Jackson era judío; otra analogía interesante es el papel de la mujer en una sociedad muy marcada por el machismo y los falsos nacionalismos. Esto se evidencia de forma más clara en el papel que tiene un personaje del cuento llamado Tessie Hutchinson y en su trágico desenlace.

H.P. Lovecraft, en su libro “El horror sobrenatural en la literatura” menciona que el miedo es la emoción más antigua de la humanidad, sobretodo el miedo a lo desconocido. La irrupción de elementos fantásticos y mitológicos entre los límites de la realidad fue catalogada como “horror cósmico. En el caso de Shirley Jackson, se hablaría de un “horror doméstico” (como han señalado algunos críticos), pues el miedo o la tensa atmósfera que se genera en sus relatos parten de situaciones cotidianas y ordinarias, como es el caso de “La lotería”. Estas dos formas de horror tienen un posible punto de encuentro al considerar algunos antecedentes históricos. Lovecraft señala que el horror cósmico figura en el antiguo folklore de las culturas, teniendo en cuenta los rituales mágicos y surreales que buscaban el bienestar de una colectividad. En el caso de “La lotería” de Jackson, se podría hablar de una actividad ritualesca y tradicional, en un contexto más moderno, pero que, según uno de los personajes de la historia, se hace para la prosperidad y bienestar de todo el pueblo, pese a lo terrorífico de la acción.

Shirley Jackson junto a sus hijos.

El relato trata de un pueblo pequeño, que a simple vista es como cualquier otro, los pobladores tienen confianza entre ellos, conocen aspectos de sus vidas, bromean respecto a algunas situaciones cotidianas, organizan bailes en la plaza, tienen un club juvenil y programan fiestas de Halloween. Toda esta normalidad es irrumpida por una actividad, celebrada anualmente, que requiere la presencia obligatoria de todos ellos: el juego de la lotería. Esto genera un giro macabro en la trama, explicando el porqué de algunas acciones que podrían pasar desapercibidas en primera instancia, pero que resultan siendo muy cruciales.

Una de las características que, según mi apreciación, más destaca en “La lotería” es esta forma o uso de contrastes que se generan a lo largo de la trama, construyendo ciertas ambivalencias y una atmósfera más desequilibrada en el plano emocional. Tanto el inicio y el final de la historia están marcados por estas discordancias.

Como lo he mencionado líneas atrás, el relato inicia con una descripción cálida y festiva acerca de los preparativos de “La lotería”. El espacio físico central es la plaza, lugar donde empiezan a congregarse los habitantes del pueblo. Este espíritu armonioso de la colectividad se diferencia con la acción final del relato, donde las conductas iniciales de respeto e integridad se ven transgredidas y cambiadas por el deseo de muerte, sacrificio y apropiación. Incluso las amistades que en un inicio acompañan, no pueden evitar el control de sus impulsos más salvajes.

Otro elemento que sirve como contraste es el de la vestimenta, en el caso de los hombres con el de las mujeres. El personaje Summers, quien es el guía en el desarrollo de las actividades de la lotería es descrito de esta forma:

“El señor Summers tenía mucho talento para todo ello; luciendo su camisa blanca impoluta y sus pantalones tejanos, con una mano apoyada tranquilamente sobre la caja negra, tenía un aire de gran dignidad e importancia mientras conversaba interminablemente con el señor Graves y los Martin”.

En cambio, los personajes femeninos serán descritas bajo una visión despectiva y de subordinación a la figura masculina.

“Las mujeres, con descoloridos vestidos de andar por casa y suéteres finos, llegaron poco después de sus hombres. Se saludaron entre ellas e intercambiaron apresurados chismes mientras acudían a reunirse con sus maridos”.

Los giros narrativos reflejan fielmente la actitud de los pobladores ante el juego de la lotería. Si es que al inicio se menciona que existe un ambiente agradable entre ellos, esto se ve interrumpido cuando va a dar inicio a la lotería, que a simple vista parece una actividad de integración, pero que genera un total desconcierto en los personajes:

 “Un súbito silencio cayó sobre los reunidos mientras el señor Summers carraspeaba y contemplaba la lista. ¿Todos preparados? – preguntó”.

Este silencio repentino hace presagiar que algo terrorífico se avecina. Más aún cuando el personaje más antiguo de la población, partícipe de 77 loterías, elabora un diálogo muy crítico respecto al pensamiento de los jóvenes, generando un contraste generacional. Todo esto debido a que en algunos pueblos cercanos se ha comentado mucho sobre la supresión de la lotería, generando ciertas dudas e incertidumbres sobre la actividad:

“Dicen que en el pueblo de arriba están hablando de suprimir la lotería —comentó el señor Adams al viejo Warner. Este soltó un bufido y replicó:

—Hatajo de estúpidos. Si escuchas a los jóvenes, nada les parece suficiente. A este paso, dentro de poco querrán que volvamos a vivir en cavernas, que nadie trabaje más y que vivamos de ese modo”.

Existe una preponderancia del pensamiento arcaico y de las costumbres, minimizando posibles cambios alentados por jóvenes que quizás podrían tener una visión distinta a lo tradicional. Esto, obviamente, no sucede en el pueblo central del relato, pues tanto los niños, jóvenes y adultos están muy inmersos y adoctrinados a estas creencias, pese a lo trágico que puede resultar.

Como último elemento de contraste, también podría incluirse el estilo narrativo, muy marcado al inicio por el uso de descripciones panorámicos del lugar y de las acciones de los personajes, otorgando cierta pasividad a la trama, lo que no quita que haya detalles que parecen intrascendentales pero que al final resultan siendo figuras protagónicas (es el caso de las piedras, pues al inicio un grupo de niños aparecen recolectando las piedras más lisas y redondeadas para algo que sucederá más adelante, incluso se ponen de acuerdo para protegerlas de los otros niños). Este estilo narrativo se verá transgredida desde que se inicia el juego de la lotería, otorgando un mayor dinamismo en los diálogos y en el uso de descripciones. Es como si de pronto una historia densa y recargada se va desprendiendo poco a poco de sus artificios hasta llegar a alcanzar la esencia de todo, en este caso no se trataría de otra cosa que el horror y el desconcierto.

En este sentido, los contrastes de diferentes aspectos son los que generan un espacio psicológico tenso en la historia. A eso hay que agregar que en el pueblo el Estado, como elemento organizacional de un territorio gobernado, no está presente; esto, sin embargo, no genera una anarquía entre los pobladores, pues se percibe un control social representado por el Señor Summers (dirige el juego) y el miedo a tergiversar una tradición ancestral. Quizás se podría hablar de una normalización de la violencia en un pueblo de trecientos habitantes, lo cual no resulta muy descabellado teniendo en cuenta los distintos medios de coacción que existen. Además, la fatalidad de lo lúdico permite también una democratización de la violencia, ya que cualquier poblador podría ser el seleccionado en un juego que no es más que una lucha entre la vida la muerte, entre la pasividad y la rebeldía, entre la confianza y la traición, entre la libertad y el destino, entre el pasado y el futuro.

La publicación y la recepción de “La lotería” trascendió los límites de lo ficcional, pues, así como cayó salvajemente el pueblo sobre una de sus personajes, buscando una oscuridad aparentemente redentora, también lo hicieron con Shirley Jackson; sin embargo, no pudieron contra su maldita mente creadora, menos ahora que han aparecido escritoras latinoamericanas que siguen la misma senda: el horror en la vida diaria. Entre ellas destacan Mariana Enríquez, Samantha Schweblin y Ariana Harwicz.

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