Opinión

“La loca de la escoba”

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

“Ahí viene la ‘gringa’ loca. Viene con su escoba desde el horizonte”, decían los lugareños cuando veían pasar a Viktoria María Reiche Neumman. Para los que no la conocían solamente era una mujer que deambulaba día y noche por las pampas de Nazca, siempre cargando en una mano un cesto donde llevaba sus herramientas de medición y en la otra su escoba con la que barría las arenas depositadas durante siglos.

La bautizaron como “la bruja” por su peculiar vestimenta, y es que ella, en ese momento de su vida, había encontrado la razón de ser que durante muchos años había buscado en diferentes partes del mundo. Se había obsesionado tanto con los misterios de unas líneas que habían permanecido ocultas durante siglos que llegó a descuidarse de su apariencia y también de su alimentación. Y es que esas líneas, ubicadas a unos 400 kilómetros de Lima, solamente pueden ser visibles desde las alturas.

Los cronistas e historiadores pensaban que esas extrañas figuras se trataban de carreteras, pero no fue hasta que el antropólogo estadounidense Paul Kosok las definiera como un gigantesco calendario y mapa astronómico. Fue aquel científico que contrató como asistente María Reiche, que optó por quedarse a vivir en el Perú desde 1937. Desde esa fecha no volvió a regresar a su natal Dresde, en Alemania.

Fue en 1941 donde por primera vez María Reiche apreció en toda su magnitud esas figuras que para la gran mayoría solo eran simples surcos en la tierra.

Tras el retorno de Kosok a su país ocho años después, María se había quedado completamente sola en una empresa que solo ella sabía que el tiempo le daría la razón. Y no se equivocó.

Ella dedicó gran parte de su vida en publicar artículos, tocó infinidad de puertas en búsqueda de financiamiento, hasta que a base de perseverar durante tantos años los lugareños y autoridades empezaron a voltear la mirada a esas extrañas líneas. Pasó cerca de 50 años luchando para que la comunidad científica tome en cuenta esa maravilla olvidada en el desierto de Nazca.

Falleció a los 95 años y su ausencia se va sintiendo cada vez más con el pasar de los años, pues el polvo y la indiferencia nuevamente viene ocultado esas enigmáticas líneas.

(Columna publicada en Diario UNO)

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