Opinión

La justicia social llega al “Superba”

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Por Tino Santander

Luego de tres chilcanos y una fuente de “Cau cau”, la calentura del debate sobre la revolución social se enciende. Melquiades, se aleona como si fuese el Javier Milei de Abancay y alza la voz: “No jodan con la justicia social, nadie sabe de que se trata, es una aberración, un resentimiento que solo quiere cobrar impuestos a los que crean riqueza, para mantener un Estado corrupto. ¡Kausachun libertad carajo!”. La primera ronda concluyó con una sentencia entre bromas.

Nos interrumpe, un viejo amigo del MHOL, a quien conocimos en la lucha contra la dictadura fujimorista; se sienta en nuestra mesa y bebe un trago como si fuese un Camello sediento, sus amigos lo miran de reojo y lo escuchan desde una mesa cercana como si fuese a recitar un poema de Vallejo: “ustedes, quieren hacer la revolución social, pero, no pueden obviar los derechos de la comunidad homosexual, porque, traicionarían el significado de la justicia social que promueve los derechos civiles para todos” . Sus amigos lo aplauden y gritan ¡Hugo presidente! Concluye la segunda ronda más una fuente de “Lomo saltado”.

Gilbert, el delfín del neoliberalismo proclama: “la justicia social es un concepto del clero católico, es un sentimiento de culpa de los curas corruptos. La iglesia católica no tiene autoridad moral para proponer nada. Además, va contra la supremacía del Estado de derecho; esa idea romántica, ataca la propiedad y la libertad de los ciudadanos. ¡Ley y orden! Eso es justicia social. Lo demás son huevadas de los comunistas, socialistas, y anarquistas.”  Tercera ronda concluida más una nueva fuente de “Lomo saltado” con bastante ají.

Alfredo, nacido en Subtanjalla (Ica), heredero de varios títulos nobiliarios desde el virreinato y militante de Acción Popular, pontifica en el tono y la forma de Belaunde: “La justicia social es la conquista del Perú por los peruanos, es construir viviendas, dar agua y desagüe a diez millones de conciudadanos, es acabar con el oligopolio de los bancos y el monopolio de las farmacias, es trabajar y dejar trabajar. No son los delirios neoliberales ni izquierdistas. ¡Adelanté!”. Fin de la cuarta ronda con comentarios recatados de las bellas venezolanas de la mesa del frente.   

Camaradas y compañeros: “Ustedes defienden al sistema; el anarquismo no es una teoría de la revolución social. Es una tendencia política sin tutelas que se enfrenta a la opresión de cada época de la historia. Por ejemplo, los viejos anarquistas lograron la conquista de las ocho horas de trabajo; miles de anarquistas lucharon contra el fascismo y el nazismo y se enfrentaron al comunismo totalitario en todo el mundo.

Además, los anarquistas no creemos que la libertad sea un valor absoluto, porque, en cada época de la historia tiene enemigos diferentes. Ahora, nos toca luchar contra el capitalismo financiero; contra el imperialismo norteamericano gobernado por la corporación de la industria armamentística que promueve la guerra; contra el autoritarismo chino que hegemoniza la economía mundial, y contra el resurgimiento del fascismo internacional. Final de laquinta ronda amenizada con la coquetería venezolana que cantaba a viva voz ¡Caballo viejo!

Mientras reflexionaba sobre el concepto difuso y la idea multiusos de la justicia social. Las bellas venezolanas cantaban eufóricamente: “El potro da tiempo al tiempo. Porque le sobra la edad. Caballo viejo no puede perder la flor que le dan, Porque después de esta vida No hay otra oportunidad” Sexta ronda final, nos olvidamos de la justicia social y nos unimos militantemente a la rumba.

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