Han pasado once años y nueves meses desde la muerte de los 29 jóvenes en la discoteca Utopía. Más de una década después, los padres y familiares de las víctimas fueron testigos de una vergonzosa sentencia: condenaron a Alan Azizolahoff y Edgar Paz a cuatro años de prisión por homicidio culposo. Es decir, ser responsables de la muerte de 29 personas en el Perú, solo te lleva a visitar la cárcel unos pocos años.
Pero estos cuatro años se pueden convertir en 28 meses, es decir, si el juez otorga el beneficio penitenciario del 2 por 1, los señores Alan Azizolahoff y Edgard Paz pasarán solo dos años y cuatro meses en prisión.
Ahora la pregunta es ¿podrán capturarlos?, pues como es de conocimiento púbico, los empresarios sentenciados, Alan Azizolahoff y Edgar Paz, todo este tiempo han estado viviendo fuera del país, Alan disfrutando de los Estados Unidos y los estrenos de Hollywood y Edgar Paz gozando de México, mariachis incluidos, porque para ellos la vida es un carnaval y el dinero lo compra todo.
En el Perú la justicia nos ha demostrado que es una utopía, no sorprendería que los señores Edgar y Alan, busquen la prescripción de la pena, y para eso tendrán que estar “no habidos”, es decir, esconderse por unos años, y mejor aún viajar a Israel y ser protegidos por la diplomacia, donde la INTERPOL estará pintada, y así quedar libres y limpios de polvo a paja.
Las 29 victimas del incendio en la discoteca Utopía
Llamarse Alan en el Perú y tener dinero parecer ser un gran beneficio de impunidad, es como estar vacunado contra toda denuncia, sentencia o culpa. Para los familiares de las victimas los años pasan y el dolor crece. En esta lucha en busca de justicia, varios de los padres de las víctimas han fallecido, solo han conocido la tristeza, la amargura y la indignación, pero jamás el significado de la palabra “justicia”.
Luis Delgado Aparicio, con lágrimas en los ojos, dijo “Le diré a mi hija que batallé por esto y ya cumplí. Me jugué la vida, me torturaron las autoridades judiciales y fiscales. Yo no soy policía ni la Interpol, ni trabajo en Cancillería pero te dejo este girasol por toda la felicidad que nos diste y sobre todo porque me has hecho más hombre, más fuerte, y me diste más entusiasmo en la vida para encontrarme contigo algún día”.