Escribe: Giovanna S. Gutierrez Narrea
La cultura es un conjunto de significados reconocibles en unas determinadas prácticas sociales discursivas, resultado de las relaciones e interacciones de los seres humanos entre sí y con su entorno, al mismo tiempo que como resultado de las relaciones de poder. Esta es una postura teórica, que ha sido formulada y desarrollada a lo largo del siglo XX por intelectuales como: Max Weber, Alfred Schütz, Peter Berger y Thomas Luckman, Clifford Geetz, Iuri Lotman, entre otros que proponen, como argumento central, la idea de que los seres humanos se construyen a sí mismos en su práctica social, simbólicamente mediada y en las interacciones que, en el marco de esa práctica, se establecen con la naturaleza; esto es, la idea del hombre como productor de sí mismo y de un entorno significativo.
La cultura es un sistema vivo, abierto, su carácter incompleto no es un defecto sino una condición de su funcionamiento normal. En la cultura se conservan y transmiten mensajes, informaciones, ideas, saberes, pero al mismo tiempo se crean nuevos; la conservación y transmisión de los mensajes se ajusta a reglas que permiten el traslado del mensaje del destinador al destinatario.
El discurso moviliza el sentido al servicio de relaciones asimétricas de poder, que constituyen modos de saber y hablar del mundo, manifiestos en específicas prácticas sociales discursivas. Es así que en uno de los discursos que nos tenía acostumbrados el Presidente Martín Vizcarra manifestó: “Cuando vayan a comprar papas o lechuga o cualquier producto se van a llevar de yapa el Covid-19 a su casa”.
La expresión yapa, de origen quechua, que significa ‘ayuda’, ‘aumento’; es una expresión lingüística llamada jerga, la cual es parte de nuestra cultura, porque la lengua, concebida como tal, se define como un instrumento de interacción social, cuya función principal es propiciar la comunicación entre los individuos, tomando en consideración el contexto social específico en el cual se desarrollan las diversas estructuras lingüísticas correlacionado con la intención (fines u objetivos comunicativos) expresada por el hablante en un determinado enunciado.
El discurso oral exhortativo también puede valerse de la jerga para ser más eficaz: peruano camiseta, tiene la intención de nuclear masivamente a los ciudadanos, para que se comprometan (o pongan el hombro, otro uso de la jerga) con su país para salir adelante en una situación de crisis.
“Las lenguas existen vigorosas por su dinámica social, su flujo cotidiano y su fricción permanente. Los términos no terminan siempre y cuando su fin no sea su final. La lengua es como uno, uno es la lengua. Por tanto, nace, crece y muere. Su carga genética tiene genio. Estoy seguro que hay lenguas muertas jamás inmortales. Así, nadie habla hogaño como Miguel de Cervantes antaño. Digo, la lengua se gasta más que los zapatos porque camina, tiene calle, dobla esquinas. Y en uno de sus niveles, las jergas -el plural es mío- son ejemplos de la plasticidad del lenguaje, tan serias como un juego creativo” (Eloy Jáuregui).
Por ello, se hace cada vez más difícil restringir la jerga en la práctica coloquial, en todos los niveles socioeconómicos. Un ejemplo: en la jerga política peruana se puso de moda el término “chorreo”, equivalente a “recuperación económica”, para sectores que no gozan de recursos permanentes.
Guillermo Bendezú nos aclara que la transformación del español en jerga no deforma el habla culta, cuando escribe: “Nuestro argot criollo y neologizante es un habla marginal en el seno de la lengua común, empleada mayormente por gente de baja cultura –aunque nosotros consideramos que no necesariamente solo este tipo de gente lo utiliza—; es una deformación, a posteriori, del idioma oficial, debido a matizaciones expresivas y reelaboradas en el diálogo cotidiano. El argot criollo suple, entonces, a medios expresivos de tendencia retórica, propia del lenguaje castizo; utiliza como en la lengua figurada una serie de recursos imaginativos y formales: metáforas, símiles, sinécdoques, metátesis, apócopes, homonimias, etc”.
El argot no se propone deformar el habla culta, al contrario; su aporte estilístico de orden narrativo, produce trastornos morfosemánticos en muchas voces, por lo que hay que formular métodos de solución pertinente. El lenguaje argótico es funcional y directo; su habilidad informativa resulta más que precisa: “oe, causita, tírate un say say, pues, que estoy aguja”: “oye, amigo, préstame un sencillo, porque estoy sin dinero”.
Los usuarios del estándar son quienes han tenido acceso a la educación formal; sin embargo, utilizan otras variedades marginales al sistema y por eso deben ser consideradas como parte integral e indispensable de la lengua que requiere de ellas para su evolución, transformación y consolidación lingüística y cultural.
Si hablas a una persona en una lengua que entiende, las palabras irán a su cabeza. Si le hablas en su propia lengua, las palabras irán a su corazón (Nelson Mandela).