Por Márlet Ríos
Son herederos de una tradición muy arraigada en el Perú. Idolatran al régimen castrista a más no poder. Se sienten cómodos con los militares y las jerarquías. Igual que muchos derechistas, alaban la mano dura. Cuando están en la oposición invocan el respeto irrestricto por los derechos humanos y el sistema interamericano de protección de los derechos humanos. Por el contrario, si llegan al Gobierno, patean el tablero y se vuelven autócratas.
La izquierda autoritaria tiene la careta de democrática. No tolera la disidencia y la libertad de pensamiento. Tiene tanto en común con la extrema derecha. Los autoritarios de izquierda y derecha son capaces de justificar graves tropelías y crímenes por razones de Estado. Stalin y Pinochet son los paradigmas. Fujimori y Suharto también.
La izquierda autoritaria está tan hermanada con la derecha retardataria que ve en todo disidente y opositor recalcitrante a un terrorista o extremista. Por ende, la izquierda autoritaria justifica la forma sangrienta como se sofocó la rebelión de Kronstadt (1921).
La tradición autoritaria es un lastre en el Perú. Los caudillos siguen proliferando como moscas en verano. Caudillos de izquierda y de derecha, incluso de centro. Las barras bravas y sus jefes. La mafia y sus capos. El caudillismo es incompatible con un auténtico régimen democrático.
A despecho de la izquierda autoritaria, para teóricos como Jaime Llosa, se trata de buscar la armonización entre los niveles de acumulación y la participación social concreta de los trabajadores (o asociaciones de productores). Para ello se requiere fomentar la participación directa de los trabajadores, verdaderos productores de la riqueza social, en la toma de decisiones de las unidades de producción. La autogestión es el objetivo final. Un primer paso puede ser la cogestión en las unidades de producción y el fomento de las formas asociativas de los trabajadores (cooperativas, sindicatos, etc.).
Por consiguiente, se debe rescatar la tradición de autoorganización y, asimismo, reivindicar las experiencias históricas de la clase trabajadora peruana e internacional (Revolución de Trujillo, 1932; Comuna de París, 1871; Consejos de fábrica en Turín, 1919-1920; Revolución española y colectividades en Cataluña, 1936; empresas recuperadas por los trabajadores en Argentina, 2001). Las experiencias concretas de autogestión y de autoorganización de los trabajadores y de sus asociaciones deben ser rescatadas hoy más que nunca. Se debe tener en cuenta que la solidaridad de clase y el internacionalismo no son abstracciones, pues han sido llevados a la práctica en innumerables ocasiones en la historia (lucha por la jornada de las 8 horas en el Perú, 1919; luchas por la tierra y reforma agraria en los 50 y 60).
“Autonomía” y “democracia directa” son palabras malsonantes para la izquierda autoritaria. Esta no puede concebir un régimen de autogobierno y horizontal. La izquierda autoritaria solo alaba un Estado policial y es enemiga acérrima de los disidentes. En nuestro país, figuras de la izquierda autoritaria hoy son aliadas de los poderes fácticos y se valen del clientelismo y el patrimonialismo para hacer su agosto, con total impunidad.