Por Tino Santander Joo
El miércoles 23 de octubre será un hito en la historia de la insurrección democrática; esta rebelión cívica es impulsada por la inmensa mayoría de peruanos que sufren la incompetencia y el latrocinio de la clase política gobernante. El bloque de los corruptos está representado en el congreso, en el ejecutivo, y en los gobiernos regionales que mayoritariamente han sido tomados por el crimen organizado.
Los transportistas, las asociaciones de comerciantes, los mercados, los trabajadores libres y los emprendedores de todo el país saben que es necesario una movilización generalizada para acabar con la delincuencia y la corrupción. Los gremios empresariales como la Confiep y otros han señalado que el paro es una respuesta a la inacción del gobierno; los medios de comunicación limeños tratan de desprestigiar la rabia y el odio de los peruanos al sistema político, son la llamada prensa mermelera que nadie escucha, ni respeta, porque apoyan a los grupos de poder y a los corruptos.
Algunos escribas del gobierno señalan que esta movilización tiene tinte político y que la rebelión se desvirtúa. La insurgencia es un inmenso río caudaloso que trae piedras, lodo, y que está a punto de desbordarse; no se dan cuenta que millones de peruanos no tienen educación, salud, agua potable, desagüe, empleo digno; crédito barato, infraestructura agraria. La percepción de abandono y degradación es asfixiante que incluso las ambiguas clases medias y altas se suman tímidamente a la movilización popular.
No olvidemos que el caos y la inseguridad que nos ahogan a todos los peruanos la promueve el bloque corrupto liderado por Keiko Fujimori en el parlamento; su estrategia es aparecer como la alternativa de la ley y el orden; son “los fachos que van a salvar al Perú del crimen organizado”, una burda versión de Alberto Fujimori. Los mastines de Keiko son: Perú Libre, Alianza para el progreso, Avanza País, Acción Popular, y los grupos de “izquierda” al que solo les interesa su salario y sus gollerías.
Keiko y sus aliados en el congreso promueven la farsa electoral del 2026; ellos creen que con treinta candidatos a la presidencia y diez mil candidatos a diputados y senadores tienen más posibilidades de ganar. El 2026 es un fraude que está organizado para que el recambio en el poder sea del mismo bloque corrupto que controla el congreso y que gobierna a través de Boluarte.
Los podridos creen que la rabia y el odio que sienten la inmensa mayoría silenciosa será olvidada en la campaña del 2026. Buscan mantener el capitalismo corrupto de los compinches estableciendo alianzas mafiosas con empresarios serviles, a los que favorecen con privilegios y monopolios; no olvidemos los delitos del club de la construcción, del Banco de crédito, y de los laboratorios que acuerdan los precios de las medicinas para la seguridad social y las farmacias de los hospitales públicos.
El país se ve dominado por el odio, el miedo, y la sed de venganza, mantenernos indiferentes nos puede traer un redentor que será peor que todos los males que padecemos ahora; para evitar el mesianismo de izquierda o de derecha; el Perú, no tiene otro camino que la revolución social liderada por los emprendedores y los trabajadores; las organizaciones sociales, los colegios profesionales; las fuerzas armadas y policiales.