Por Tino Santander
En “el gobierno del pueblo” reina la confusión, el caos y, la repartija. Se gobierna sin plan ni ideas para solucionar los gravísimos problemas nacionales. La chabacanería desmedida del primer ministro y de algunos congresistas de la bancada oficialista confunden el foro parlamentario con la barra brava.
La oposición “democrática” es tan pequeña políticamente que se dedica a cazar fantasmas. No entiende la diversidad peruana, es una oposición urbana nacida en las clases medias altas inspiradas en la ultra derecha española que anhelan la reconquista virreinal, el fundamentalismo neoliberal y, el gobierno de la prepotencia empresarial.
Los medios de comunicación oficiales y no oficiales se disputan un mercado de ciudadanos que prefieren la banalidad de las redes sociales. Los gremios empresariales y las organizaciones sociales populares tienen caminos diferentes; los primeros buscan maximizar utilidades a toda costa y los trabajadores derechos laborales mininos. La lucha de clases es evidente, aunque nadie la quiere ver.
Los bancos y el monopolio farmacéutico han capturado al Estado y en nombre de la economía de mercado esclavizan y aterrorizan a los peruanos. Muy pocos parlamentarios, políticos y, dirigentes sociales quieren democratizar el crédito y enfrentarse al inmenso poder de la oligarquía financiera. Millones de pequeños y medianos empresarios viven al margen del sistema financiero y del estado.
La inmensa mayoría subsiste, paga las medicinas más cara del mundo (aunque algunos escribas del sistema afirmen vilmente que no existe monopolio farmacéutico); sufre el terror de los bancos que los amenaza con quitarles sus casas, autos, maquinaria de trabajo (aunque los empleados de la oligarquía financiera digan que hay que cumplir con los contratos sin tener en cuenta las excepciones). La salud y la educación pública son una ficción para la inmensa mayoría.
Los peruanos pagamos las tarifas eléctricas, de telefonía, el gas, el agua, más caros del continente en nombre del mercado y del Estado de derecho. Nadie quiere cambiar nada y todo intento de cambio es terrorista. No entienden que el mundo a girado a la socialdemocracia en Europa y Estados Unidos, incluso la China capitalista gobernada por el Partido Comunista ha declarado que el nuevo periodo se denomina “Prosperidad para todos” que significa disminuir las inmensas desigualdades sociales.
La segunda reforma agraria, es un fuego artificial momentáneo que va a crear una frustración muy grande en el campesinado. No hay objetivos claros, salvo consignas loables. Los campesinos quieren enriquecerse con la minería (el conflicto con las Bambas) lo ha evidenciado. Por el momento, exigen ser proveedores, pronto demandarán ser accionistas e impondrán su razón, Sin comunidades no hay minería y sin minería no hay agricultura. La minería puede construir y financiar toda la infraestructura agraria y aumentar la productividad y disminuir el déficit tecnológico. Es un buen negocio para todos, pero no la ven.
Los comuneros no son opas (tontos). Ellos, si tienen una hoja de ruta, el “gobierno del pueblo” y “la oposición democrática” deberían aprender de ellos. Los millones de peruanos dispersos en los andes, los sin agua ni desagüe, ni internet que no pueden estudiar están esperando el momento para asaltar el cielo y no sabemos si tendremos un régimen de ángeles o demonios.
La inmensa mayoría silenciosa, tiene una organización tribal y está conectada al mundo; no es primitiva (como cree la “oposición democrática”), ni tiene resentimientos históricos (como alucinan en el “gobierno del pueblo”); al contrario, busca cosas sencillas: paz, orden y, libertad para trabajar y prosperar. Solo se necesita ver las calles del Perú para darse cuenta de la realidad.