Veo jugar a Brasil y creo que estoy viendo jugar a Perú al fútbol. La ansiedad les ganó a los brasileños. Alguien debería regalarle Xanax a Neymar. Brasil es futbolísticamente hoy por hoy un equipo absolutamente ganable.
Brasil domino el partido, todo el partido y aun así la pelota no entró. Podríamos resumir el partido así: Barboza siempre buscando a Neymar e incapaz de terminarla él mismo.
Decir que es un partido espectacular el de Irak con Brasil (como oí decir al locutor que narraba el partido) es decir que Brasil ha caído muy bajo.
“Seguimos imaginándonos ver un gol de Brasil” dijo el comentarista de Latina en el minuto 88 del partido. Escuché al otro comentador gritar desesperado “¡Hagan una! ¡Hagan una!” ante la imposibilidad de ver un gol brasileño. Es que no sé qué pasa con Brasil. No sé si es macumba lo que le hicieron o simplemente cojudez. Esto es poco comparado a los antisonantes que deben estar saliendo de los labios de los brasileños a esta hora.
Es increíble, fallaron todos los goles imaginables. Renato Augusto, Neymar, Barboza, todos fuera del arco. Pudo ser peor, pudo haber ganado Irak. El arquero iraki Mohammed Hameed hacía proezas propias de Buffon o el pato Abondanzieri. Se atajó lo que pudo ser el gol de las Olimpiadas que remató Neymar desde un corner.
El problema de Brasil es psicológico. Están bloqueados, la ansiedad les ganó y los llevó a la desesperación, desesperarse ante Irak es llegar al fondo del pozo. No estaba en sus piernas ganar, estuvo en sus cabezas perder
Un juego violento el del equipo iraquí. Luchando cada pase con la vida. Patada voladora incluida, y sin temer a la roja. Un Brasil de verde amarrillo patito. Neymar no pintó nada. Patadas al travesaño y mucha ansiedad. El último partido de Brasil debió haberlo auspiciado Xanax. Ni con 7 minutos adicionales pudo hacerla, es decir, no hubo zamba.
Por otro lado el equipo sub 23 iraquí es un equipo que generacionalmente ha crecido en la guerra, desde la invasión estadounidense del 2003 hasta el presente. Son jóvenes curtidos en la violencia cotidiana. Para ellos el horror es su desierto y el oasis el futbol. En este oasis en forma de balón los iraquíes habitan el sueño de vivir, y ganaron el corazón del espectador. Sus mentes están acostumbradas a la tensión, siempre en estado de alerta, al ansiedad no tiene lugar en sus pensamientos y menos la desesperación.
Psicológicamente fueron superiores a los brasileños. Solo faltó confianza para meter el gol de la victoria. Hace unos meses el ISIS atacó un club de aficionado hinchas iraquíes al real Madrid en Bagdad. La afición al fútbol es un auténtico deporte de riesgo para este pueblo. Enfrentarse a Brasil, el otrora monstruo futbolístico les importó muy poco.
El locutor en el minuto 96 grita: “es verdad, aunque usted no lo crea. Cero a Cero”. Y el público brasileño terminó el partido con un súper abucheo. Brasil empató a cero su segundo partido seguido de sus olimpiadas. Ser brasileño hoy duele más que nunca.