Opinión

La hipocresía de un sistema podrido: El Caso de Andrés Hurtado, ‘Chibolín’

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Por Jorge Paredes Terry

La noticia del inicio de investigaciones contra Andrés Hurtado, alias «Chibolín», ha sacado a la luz la vergonzosa verdad sobre la corrupción y la impunidad que reinan en nuestros círculos políticos, artísticos y judiciales. Sin embargo, lo que más indigna es la hipocresía de aquellos que ahora se rasgan las vestiduras, condenando a «Chibolín» como si siempre hubieran sido ajeno a sus andanzas.

¿Dónde estaban cuando Hurtado se paseaba por los pasillos del poder, comprando conciencias y vendiendo influencias? ¿Por qué guardaron silencio cuando sus crímenes y corruptelas eran de dominio público? La respuesta es simple: porque eran cómplices, beneficiarios o simplemente cómodos en su impunidad.

Hurtado no es solo un delincuente, es el reflejo de un sistema que se pudre por dentro. Un sistema que permite que los corruptos y los delincuentes prosperen, mientras que los honestos y los justos son marginados y silenciados. Un sistema que protege a los poderosos y castiga a los débiles.

Los políticos que ahora lo condenan, ¿no fueron los mismos que se beneficiaron de su dinero y su influencia? Los artistas que ahora lo denuncian, ¿no fueron los mismos que se codeaban con él en fiestas y eventos? Los jueces y fiscales que ahora lo procesan, ¿no fueron los mismos que miraron hacia otro lado mientras Hurtado cometía sus crímenes?

El pueblo peruano y la sociedad en su conjunto debemos estar atentos y no dejar que esta hipocresía pase desapercibida. No podemos permitir que los responsables de esta corrupción sigan en el poder, sigan disfrutando de sus privilegios y sigan protegiendo a los suyos.

El caso de Andrés Hurtado es solo la punta del iceberg de una corrupción generalizada que amenaza con hundirnos en la miseria y la desesperanza. Es hora de que los peruanos nos levantemos y exijamos justicia, transparencia y responsabilidad en nuestros líderes.

No más impunidad. No más hipocresía. Es hora de que el sistema se limpie por dentro y se renueve desde sus cimientos. De lo contrario, la implosión es inevitable.

¡Sí, PODEMOS!

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