Por Tino Santander Joo
El Perú está al borde de una guerra civil que enfrentara a diversas tribus (Banqueros, monopolios empresariales, organizaciones sociales, comunidades andinas y amazónicas, gremios empresariales y sindicales, frentes de defensa, asaciones culturales, ongs, centros poblados, mineros artesanales e informales, taladores de madera, narcotráfico, organizaciones criminales, barras bravas, contrabandistas, colegios profesionales, universidades privadas y nacionales, partidos políticos de derecha e izquierda, movimientos locales y regionales, empresas transnacionales, etc.) todas ellas habitantes de un territorio, de una entelequia administrativa que a través de la historia han luchado violentamente para imponer su dominio.
El espíritu tribal de los peruanos hace imposible el desarrollo del capitalismo desde el dogma neoliberal, porque no comprenden la diversidad de demandas y culturas que conviven en el Perú; por otro, la multifacética izquierda, tampoco conoce y menos entiende la diversidad de las tribus peruanas y sin imaginación promueve un delirantemente estatismo autoritario que nos conduciría a la hambruna.
Las tribus que se preparan para la guerra, cada una tiene tótems, símbolos y guerreros ataviados de ideologías (el mercado, el estado, los pobres, los ricos, la justicia social, la democracia, el medio ambiente, el indigenismo, la familia, los derechos civiles de la comunidad LGTB); estas representaciones están al margen de la inmensa mayoría informal que nos les interesan, ni las entienden.
Las cúpulas nacionales no se dan cuenta que el voto de protesta esta simbolizado en Pedro Castillo, Keiko Fujimori y Rafael López Aliaga, que fueron los candidatos más controvertidos y rechazados, sin embargo tuvieron la adhesión de aproximadamente cinco millones de peruanos de un universo de veintiséis millones de electores y solo representan a pequeños porcentajes de la diversidad peruana.
Las tribus del bloque neoliberal representados por Fujimori, propone la continuidad del modelo económico, el monopolio de los bancos y sus altas tasas de intereses que controlan los laboratorios farmacéuticos, los seguros, las AFP, las farmacias, la agroindustria; los contratos leoninos como el de Camisea, la gran minería de enclave, el centralismo presupuestal, el Estado prebendario y la regionalización corrupta.
Las tribus izquierdistas se proclaman socialistas, comunistas, indigenistas y liberales progresistas y buscan en el Estatismo la solución a las demandas de infraestructura social y económica. El Estado es el nuevo DIOS que ha de salvar a los peruanos; no entienden que es la fuente de la opresión y corrupción. Susana Villarán en Lima, Jorge Acurio en Cusco; Gregorio Santos en Cajamarca y, otros izquierdistas simbolizan el fracaso y la corrupción de la izquierda.
La toma del poder por la izquierda “comunista y radical” en el Perú, es irrelevante para los Estados Unidos, porque los norteamericanos controlan la revolución digital que les asegura la hegemonía mundial y no les interesa Latinoamérica. En cambio, China tiene grandes intereses económicos, por eso financia la política latinoamericana a través de tratados de libre comercio y grandes inversiones.
La guerra civil en el Perú, se desatará al finalizar la segunda vuelta electoral. Es la continuación de la confrontación no resuelta entre el pueblo y las oligarquías dominantes que viene desde Túpac Amaru y que continuó con las revueltas campesinas, la insurrección aprista de Trujillo en 1932, las tomas de tierra antigamonales, el demencial terrorismo senderista. Esta tal vez sea la guerra definitiva por el reconocimiento y el poder.
No sabemos qué posición tomará las Fuerzas Armadas, pero intuimos que estarán con quienes les ofrezcan mayores prebendas económicas y sociales como sucedió en Venezuela, Nicaragua y Chile. Será una guerra civil que enfrentará a los ejércitos de la libertad y a los de la justicia social. Por el momento, los ejércitos de la segunda vuelta tienen la adhesión y la pasión de los neófitos que no saben, porque se está luchando.