Por Tino Santander Joo
La inmensa mayoría de peruanos repudiamos y despreciamos a los congresistas por su vulgaridad, su ansiedad por el privilegio, y su frivolidad política. Cada parlamento es peor que el otro; desde hace treinta años los alias lupenizados se imponen violentamente sobre la cultura y la inteligencia. Es la revolución de los pendejos. Esta conducta nacional que se caracteriza por sacar ventaja personal en cualquier circunstancia de la vida.
Ellos nos consideran tontos e indiferentes; sus excusas para quedarse en el poder son infames. Las izquierdas ignorantes de lo que sucede en el Perú, ponen de pretexto la convocatoria a una asamblea constituyente para acabar con lo avanzado y promover nuevos privilegios, alentados por la pequeña burguesía limeña que juega a la protesta desde sus mesocráticas residencias. La derecha parlamentaria serviles a los grupos de poder económico quieren mantener el estatus de los ricos. No les importa nada, salvo el defender los intereses de sus patrones. La degradación ética ha llegado a límites insoportables.
La historia republicana se ha caracterizado por imponer principios abstractos a la realidad. El absurdo de algunas ideologías que, en nombre de la libertad y la justicia social proponen el paraíso de las manos invisibles del mercado, o el edén socialista de los derechos sociales que siempre resultan una frustración, porque, no se ha desarrollado la base económica del estado de bienestar. La Constitución de la turba y el estado de derecho de los ricos han encontrado en este parlamento sus mejores representantes.
Algunos intonsos creen que la rebelión popular, contra el sistema disminuyó y que podrán quedarse hasta el 2026 acumulando privilegios y riqueza mal habida. Se equivocan. La rebelión popular ha estremecido la conciencia nacional y vendrá con más fuerza. Ni los medios de comunicación tradicionales, ni el gobierno entienden que solo una revolución social podrá integrar en una plataforma unitaria todas las reivindicaciones nacionales. La guerra iniciada por el parlamento y los grupos de poder económico contra el Perú, recién empieza.
La inmensa mayoría percibe a los congresistas como enemigos del país. No representan los intereses populares, sino a los bancos, al monopolio farmacéutico. No les importa que los peruanos pierdan sus puestos de trabajo, que las pequeñas empresas quiebren, que les quiten sus casas, ni que la agricultura este abandonada, ni la corrupción de los gobiernos regionales. No les importa nada, salvo su buffet de S/ 80.00 soles, sus celulares de ultima generación, que sus válidos tengan empleo, sus viajes pagados por el Congreso, para sus fiestas personales o sus negocios con el estado. Verlos en los medios de comunicación tradicional es repugnante, porque mienten y siempre tienen una excusa para no hacer nada. El ejemplo de lo que sucedió en Tacna, con la congresista izquierdista Nieves Limachi, se va a repetir en todo el Perú.
En Chile, Colombia, España, Francia, Inglaterra y otros países las protestas fueron violentas; quemaron los bancos, las iglesias, asaltaron los supermercados, las farmacias tomaron plazas, las vías de comunicaciones, y se enfrentaron violentamente a las fuerzas del orden y ninguno de ellos fueron acusados de terroristas, ni les dispararon a matar. El Congreso, el gobierno, la fiscalía, y el poder judicial son cómplices del terror de la oligarquía financiera que amenazan a millones de familias, de los precios altos de las medicinas y, de la miseria del sistema de salud y de educación. Esta es la realidad. Los peruanos no tenemos otro camino que la revolución social que acabe con los privilegios de los politicastros y transforme el Perú.