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La Generación «Delete» de la literatura peruana de hoy

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En un reciente artículo publicado en El Comercio, el escritor Fernando Ampuero nos habla de una tendencia entre la joven generación de escritores peruanos, la de los que llegaron a la adultez con internet y que,  dedicados hoy a la literatura, mantienen una relación fusional con las redes sociales, en especial FaceBook, la más popular de todas ellas.

En efecto, esta nueva promoción de autores se sirve atinadamente de FaceBook como una valiosa herramienta  para difundir su obra aunque no solo eso: también la usan para expresar sus opiniones, exhibir su imagen, contarnos sus vivencias vividas o por vivir, sus sueños soñados o por soñar, sus afectos y sus desafectos.

Fernando Ampuero  la llama Generación Post, en referencia al verbo inglés (TO) POST: “colocar”, “poner”, empleado en FaceBook, cuando un usuario añade una información en su espacio personal, lo que ocurre con frecuente frecuencia, con perdón de la redundancia, entre la joven guardia de narradores peruanos.

Antes que Generación Post, yo prefiero hablar de la Generación Delete, del verbo inglés TO DELETE: borrar, suprimir, verbo  utilizado en FaceBook para que un usuario borre de su lista de contactos a uno de ellos vuelto indeseable.

Pero ¿quiénes son estos jóvenes escritores? ¿sobre qué escriben? Fernando Ampuero da una larga lista con nombres de autores que son y no son de lo que él llama la Generación Post; yo no daré nombres porque no me gusta hacer listitas ni escribir nombres unos tras otros a modo de saludo a la bandera: más de uno puede enfadarse porque lo mencioné, más de uno puede enfadarse porque no lo mencioné (sí, son complicaditos).

Ausente de la sagrada tierra patria desde hace largos años no tengo el gusto de conocer  a ninguno de ellos personalmente, por lo demás, varios viven fuera del Perú; lo que sé de ellos proviene directamente de lo que ellos mismos anuncian en FaceBook. En fin, son chicos (predomina el sexo masculino) que se consideran irreverentes y anticonformistas, se hacen tatuajes para mostrar su singularidad (ahora que está de moda hacerse tatuajes para mostrar su singularidad), son ecologistas aunque les encantan las hamburguesas de los fast-food, detestan la sociedad de consumo aunque suelen vestir ropa de marcas conocidas…todos estos rasgos, aunque puedan parecer contradictorios, no son ni buenos ni malos, constituyen una opción de vida, y cada cual vive su vida como quiere o como puede o como sus sueños de gloria literaria le susurran al oído.

En cuanto a los temas abordados por los escritores de la Generación Delete hay que saludar su pragmatismo pues, con variantes, se reducen en el fondo a uno solo: su propia vida. ¿para qué abordar la novela histórica si ahí están los libros de Historia? ¿para qué escribir sobre la Guerra Interna del Perú si ahí a están las hemerotecas y el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación? ¿para qué crear ficciones sobre la inmigración del campo a la ciudad si Lima está llena de provincianos? ¿para qué escribir sobre amores desdichados si ahí está Werther? Escribir y publicar sobre sí mismo es la gran mina temática de hoy, esa temática que los estudiosos de la literatura han bautizado con el nombre de “autoficción”: escribir una obra literaria a partir de la propia experiencia personal.

Queda sobreentendido que los cultores de este subgénero consideran que sus respectivas vidas son tan interesantes  y apasionantes como la batalla de las Termópilas, el hundimiento del Titanic o el auge y la caída del Tercer Reich…¿por qué no? Ahora bien, los de la Generación Delete, no se contentan con hacer de sus vidas tema literario, opción totalmente legítima, si no que, además se empeñan en pregonar mediante entrevistas y sobre todo por FaceBook que sus personajes son ellos mismos: así que si el personaje principal de la novela tal odia a su padre o detesta a su madre o le guarda rencor a su hermano, el autor va a confesar que odia a su padre o que detesta a su madre o que le guarda rencor a su hermano: lo va a repetir una y otra vez. La autoficción a la peruana está bien centrada en la familia.

No soy árbitro de la calidad literaria para decretar qué novela es buena o qué novela es mala pero entre la muchachada de la Generación Delete hay quienes, en un mismo texto,  respetan la sintaxis como en una vieja canción de Julo Iglesias: “a veces sí, a veces no”.

Pero el rasgo que singulariza a los escritores de la Generación Delete y le da su identidad es su reacción frente a quien comenta desfavorablemente su obra: seleccionan en FaceBook el nombre del impertinente en su lista de contactos y, sans état d’âme, presionan la tecla “DELETE” y queda suprimido. Más allá de lo ridículo de esa reacción cabe preguntarse por el por qué de esa intolerancia. Esa vanidad, viniendo de autores con apenas uno o dos libros que no han pasado la prueba de fuego del tiempo ni han tenido un lectorado exigente fuera del ámbito peruano, es desconcertante. Hay incluso quienes replican, frase por frase, los comentarios adversos sobre sus libros, tratando de demostrar que el lector al que no le gustó su obra está equivocado, que el libro no es malo, como el lector piensa, sino que es bueno, como él, su autor, afirma. En fin, la Generación Delete ha hecho de la tecla “suprimir”, “delete”, de un ordenador el plato que se come frío, la venganza virtual de la afrenta de haber criticado un libro.

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