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“La filosofía poética en Nada de este mundo de Víctor Coral” por Julio Barco

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Si algo nos deja la poesía mística, es decir, la que va de San Juan de la Cruz pasando por los cantos beodos de Omar Jayam, es pues la elevación de sonido de lo cotidiano en dirección a estados de apertura, de encuentro y epifanía, en el caso particular de Víctor Coral en el poemario Nada de este mundo (Lp5 Editora, 2020, Colección Poesía para descargar) es una  búsqueda parca en los caminos orientales, tanto en la contemplación no dualista como en la sensación de capturar el instante que dejan esos serenos versos.

El autor de Luz de Limbo (Zignos, 2015) o de Antología muy esencial (web Ohcultos, 2011) logra en su nueva producción un trabajo de filtración y simpleza. Mesurados poemas de dos líneas permiten atisbar la inquietud por lo breve y por la necesidad de manifestar en ese relámpago ciertas reflexiones; por ejemplo, el primer tramo del libro se llama Advaita y nos remite directamente a una religión hinduista que persigue un camino de entendimiento sobre la falsedad de la mente y la necesidad de hallarse bajo la frecuencia de la iluminación, que es básicamente entendimiento. Es así que llegamos a versos como:

“Caminamos medio dormidos
con un muro a la diestra
y un abismo a la siniestra
Despertamos cuando el camino se une con la noche.
(Poema El camino)

Este poema es paradigmático para el tono que recorre todo este trabajo: mesura estética y reflexión interior. Casi nada es precisamente eso: no conocer, ignorar, no tener convicciones frente a la realidad en sí misma configurada más allá de nuestro pequeño islote comunicativo. Ese preguntarse uno mismo hace que nos entendamos en el lenguaje; separemos los lenguajes del nuestro propio y, en poemas como “¿Reflejo de reflejo de reflejo = realidad?” cuestionemos su propia ficción:


En sus lunas puedo verme

asomado (asombrado)

a mi ventana empolvada

                           —fe falaz del ego—

No:

reflejo de reflejo de reflejo = yo.

En esa búsqueda entre reflexiones y espejos, entre retazos de estética y sutiles aspavientos metafísicos, el poeta regresa a la orfandad vallejiana, es decir, a Trilce y el nihilismo ontológico que supone: en poemas como “Phobos” se define claramente:

Tengo frío

y los mayores

tal vez no lleguen nunca…

Este regreso a Vallejo es natural en un libro que hace justicia a su título. Vacuidad, desvalijamiento, despojamiento: solo queda el cuerpo, su necesidad física primaria, el regreso a los sentidos. El poeta que antiguamente cantó a Hegel (“En mí y para mí yo vengo/cuando lo real se muestra irreal”) incursiona los poemas con sabores y texturas, en el lenguaje de los platos típicos, en lenguaje gastronómico. Vemos ello en poemas como Tequeños donde la unidad del texto es una toma de conciencia, a partir del alimento, de la situación interna del individuo, lo que confiere al sí mismo ese despertar hacia el cuerpo que los actos del deseo donde no se excluye el entendimiento de la vacuidad según la Escuela de Kioto:

‘Ignoro si los miembros de la Escuela de Kioto

son grandes filósofos o sólo entusiastas del evento;

pero sí puedo decir que son unos

grandísimos poetas

¡Unos hijoepuetas geniales!

(Poema Tequeños)


Para luego reflexionar sobre cada personaje de la reconocida Escuela de Kioto, observamos una irónica respuesta ante la marcha de los sucesos planteados:

Todo esto se me ocurrió

cuando le metí cuchillo

al último tequeño que almorcé esta mañana

Porque esta mañana almorcé temprano

y pedí por delivery

tequeños rellenos con ají de gallina

(Poema Tequeños)

Algunos podrían criticarle a Coral uso de terminologías no poéticas como “ají de gallina” en un poema, es decir, podrá alegar ingenuamente un uso no lírico; sin embargo, consideramos con risible atención la modalidad de seguir clasificando los signos entre poéticos o no cuando, siendo concienzudos,  lo poético yace en el modo de decirlo y no en los términos. Usa la comida no cómo un accesorio sino, por el contrario, como una ruta más de los encuentros entre pensamiento y mundo. Finalmente, tanto el tequeño de ají de gallina que almorzó como el mismo se encuentran,

“¡Estaba relleno de vacío!

—Fíjense cómo lo digo señores:

No ‘estaba vacío’ (fórmula vulgar)

No ‘carecía de relleno’ (ingenua confianza en el lenguaje)

No

Estaba relleno de vacío

(Poema Tequeños)

La mención a este famoso aperitivo se usa pues como contrapunto a la propia subjetividad en dialogo con los pensadores japoneses que iluminaron desde sus cátedras el pensamiento anquilosado en la lógica de Aristóteles, Kant y Hegel para devenir a una exploración del vacío, de no ser, que justamente engarza muy bien con el desafectado proyecto de este libro, justamente llamado, con cierta vacuidad, Casi nada. Casi nada sabemos, casi nada comprendemos, casi nada conocemos. Y sin embargo, se canta ese no saber. Este toque de comprensión me recordó algunos versos de José Watanabe donde la mirada contemplativa se fusiona con el pensamiento más criollo (Consultar poemas de La piedra alada).

Víctor Coral.

Así, explorar Nada de este mundo de Víctor Coral me sumerge de golpe en una mente rigurosa, que usa la poesía lejos de los arcaísmos agotados e impulsa sistemas de contacto, donde la realidad interior se somete a juicios que dan paso a reflexiones e interpretaciones sobre el uno mismo, la poética, la vida, la fugacidad, el diálogo entre los símbolos y sus apariencias.

Finalmente, destaca el poema Curriculum Vitae donde Coral explora una suerte de biografía lírica de trazos delicados y permeables, sin perder la ironía que caracteriza el rigor intelectual de sus versos,


“—Ahora en plena noche

añoro aquella luz tengo los párpados negros y pesados

los sueños la deslumbrante realidad virtual

son sólo visiones borrosas.

(2019- )”

Suma entonces un texto de contenidos fugitivos, atomizados y ágiles donde tanto lo sutil como lo más mundano se dan la mano en un concierto donde la pérdida de los entusiasmos y fulgores juveniles dan entidad a la introspección y la vacuidad. Suma también los ardides eruditos al citar a Guilhem de Poitiers, destacado trovador del siglo XI, uno de los primeros trovadores provenzales que se recuerda, de quien usa un cálido epígrafe, “Farai un vers de dreit nien”, lo que traducido de italiano al español nos dice “haré una canción de la pura nada” imperativo que se ciñe, como se observa, muy afín al título de proyecto.

Se suele pensar coloquialmente que la poesía no sirve para nada, es decir, no tiene funciones ni es necesaria en la sociedad actual. Este pensamiento, aunque utilitarista, nos permite ver la distancia entre público y poetas, como también las posturas de muchos poetas frente a esa mirada. Ello conllevó a dividir ingenuamente los poetas peruanos entre sociales y puros, lo que no permitía ver contrastes. La poética de Coral inserta en esa falaz disyuntiva un proyecto que destaca en lo breve y explorativo, sin negar el cultismo aparente, ni la lucidez última.

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