Cultura

La fe de Bruno Pólack en las carreteras del norte (reflexiones sobre Fe de Bruno Pólack & breve narración sobre un casi accidente)

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Si hay algo divertido dentro de la vida poética nacional son los festivales. Divertido, en el sentido de que te permiten ampliar tu criterio y lecturas, conocer otros lugares y otras realidades poéticas y aprender mucho. Salir de tu zona de confort poética y experimentar otras realidades de artistas nutre tu capacidad de juicio. Por eso, los que se realizan en el Perú tienen un corte de heroico por ser también radiadores culturales en un espacio en un espacio hostil para estas actividades.

Uno de los últimos festivales de poesía al que asistí el 2019 fue al de Chepén Chepén, gesta liderada por Julia Wong, que viene trabajando ya 10 años con un evento que se realiza tanto en colegios como en las municipalidades y que aglutina a varios poetas no solo del país sino del extranjero, quiénes pasan cuatro días expresando y compartiendo su arte. Fui invitado al décimo festival, que se realizó el 2019 durante dos semanas de setiembre. Recuerdo que desde el primer día hicimos un generoso intercambio de libros todos los que nos reunimos en el hotel de Guadalupe: Diego Bardales, Walter Lingán, Bruno Pólack.

Entre las muchas actividades que realizamos tuvimos una donde viajamos hasta Pacasmayo, una playa cruzando Chepén. Para este viaje se me ocurrió ir atrás de la camioneta, en el espacio de la carga- contrariando a Diego y Ray Paz que me decía que mejor viaje dentro de un taxi, para evitar el viento con piedritas en los ojos-sin techo y apoyado a los vidrios del asiento trasero. La mirada era hermosa: panorámica.

Triste y apacible mañana de sábado. Era una tarde plomiza verde, con poca gente en la calle, cuando cruzamos Guadalupe y salimos a la carretera. Bruno Pólack también se sentó atrás e incluso trajo dos latas de cerveza cristal de trigo y nos pusimos a conversar de poesía mientras la camioneta –conducida por Luis Bocelli- siguió su rumbo.

Las carreteras del norte nos llevaron a la memoria el nombre de Juan Ramírez Ruiz, poeta de obra ya celebrada que falleció atropellado por un camión en una carretera de Virú; simultáneamente el viento desordenaba mis cabellos y la cerveza helada sintonizaba con el silencio de la carretera. Yo miraba las dunas y los desiertos.

-¿Y qué piensas de Ramírez Ruiz? –me preguntó Bruno.

-Un poeta alto y consecuente, vida y obra son un solo pentagrama. Me pregunto por qué Tulio Mora no colocó el Manifiesto Palabras Urgentes 2 en su antología Los broches mayores del sonido. Hay ahora muchos poseros que no conocen a los artistas de verdad y solo se dedican a criticar por redes.

-Sí, es difícil ahora vivir así. Es como otro tiempo, otra mente, ahora ya no existe tanto lo beat.

De improviso, la camioneta dio una vuelta a la izquierda –innecesaria, nos enteraríamos luego- que desembocó en otra vuelta en U para volver al carril inicial; este giro me dejó directamente frente a un tráiler, es decir, face to face, con una máquina descontrolada  que avanzaba a toda velocidad; el instinto me hizo inmediatamente saltar de la camioneta a la pista, pensando que así me libraba de ser embestido por el tráiler.

Felizmente caí con los dos píes, acuclillándome mientras sentía mi peso en la pista, observé a la derecha por si venía otro carro, entonces crucé del otro lado y miré a la camioneta: Bruno Poláck tocaba la ventana para que la camioneta regresará y yo atrás corriendo para volver a subir.

Ahora la escena me da risa pero en su momento la pasé asustado, así como todos los que se encontraban dentro de la camioneta. Recuerdo que la poeta chilena Elvira Hernández, con la que también viajábamos, me preguntó si me sentía bien. Yo pienso que de no haber saltado tal vez el tráiler nos embestía y todos hubiéramos salidos en las noticias de los diarios al día siguiente.

Lo cierto es que no sucedió y llegamos tranquilos a la vieja estación de Pacasmayo, donde actualmente se yergue el centro cultural del pueblo. Puerto, en fin, visitado por Martín Adán en su adolescencia, donde el mar tiene un espíritu que enajena la suculenta arena. Luis Eduardo García, también invitado, minutos antes del recital, me contó de un poema que había escrito sobre los puertos del norte. Ahí, siguiendo nuestra agenda, leímos unos poemas frente a un público nutrido por niños y curiosos. Bruno no perdió la oportunidad de contar el hecho y leyó uno de los poemas de Fe:

Porque también si nosotros morimos tenemos el derecho de
conservar,
                  por un tiempo prudente,
                            nuestro último pensamiento.
Quisiera ponerles un ejemplo: si a Uds. al cruzar la pista los enviste
un auto rojo y venían pensando en una flor amarilla:
días después
quizá ya bajo tierra, aparecerá entre sus manos una flor amarilla(1)

Líneas muy certeras para el conato de accidente, ¿cuál sería el último pensamiento que guardaríamos nosotros un tiempo prudente? Palabras que ahora no solo vibran con la luz del verso bien cuajado, ni con la música que propiamente poseen, sino con la certeza de la carretera: morir y despertar trasformado en una flor amarilla puede ser demasiado garciamarquezriano como también juliocortazariano. La poesía tiene ese efecto de ser fortuitamente bienvenida, de actuar como espejo en cualquier escena.

Sin embargo, mi reflexión de  Fe (2016)  es mayor. Meses después del Festival, pude terminar el libro entero y darme mayores ideas de qué va la fe en Pólack. Subrayarlo, leerlo, encontrar la conexión pertinente entre los versos que permitiera entender los puentes y andamios subrepticios del proyecto de Bruno. De antemano, debo admitir que es un poemario que gira en dos escenarios mentales determinados: a)la cotidianidad, b) la trascendencia poética; que, nos dejan penetrar a c) el “espacio de la fe”. Bajo esta trifurcación, Pólack alza su fe en el absoluto poético:

En todos los pisos una madre llama a la cena.
En todos los pisos es alguien
el encargado de la poesía y la basura. (2)

Como sabemos, desde la modernidad que inaugura Trilce de Vallejo, al insertar escenas “no poéticas” en los poemas, o, el propio Parra, al crear la anti poesía y bajar a los poetas del Olimpo, el periplo de todo poeta en el siglo XX y en adelante no es ajeno a la certeza de que la poesía como realidad y esencia se somete a la bulla de la propia modernidad. El poeta, fuera de lo empíreo, trabaja como otro obrero más, bruñendo el lenguaje, en el resplandor de toda la bulla. Esta cotidianidad se filtra en los versos de Pólack como pequeños destellos que nos devuelven a lo cotidiano:

Sirves el vino, llamas a la mesa,
mientras continúo/ con la mano izquierda en el bolsillo
jugando a adivinar el altorrelieve
de la moneda/ que arde/ en el anular/ entre falanges(3)

Curiosamente, la escena de las manos dentro del bolsillo –como un gatillo que nos regresa del sentir poético a la realidad más concreta: dedos dentro del bolsillo, largos dedos acariciando monedas- se repite más adelante:

Por ejemplo ahora que juego con la moneda/ dentro del bolsillo/
entre la falange y el anular,
                                  entre una cara fría y una cara ardiente(4)

También la cotidianidad se filtra en la propia observación del entorno, lo que confiere eso que el propio Pólack -citando tal vez a José María Arguedas (5) – entiende como el poder de trasmitir la materialidad de las cosas desde el lenguaje:

Transmigración del alma de las palabras a las cosas
de la poesía a las cosas
del mar a las cosas
corazón palpitante, que entre mis manos, caes con violencia hacia
                                                                                                los surcos
y germina el fruto, la palabra, la sangre (6)

Esa cotidianidad, por instantes, es oscura certeza, es una mirada sórdida sobre lo real, -el poeta ya no habita el monte, ni la soledad del anacoreta, sino la vida urbana, entre edificios y supermercados- o crítica a la falsedad literaria y sus escenarios de cartón:

“Poeta peruano leerá sus marranadas en Casa de América”.
Cruzo la calle, tiro el periódico al tacho. (7)

Incluso irónicamente se comprende lo inútil de cualquier acto que desgaste la fuerza de la juventud; y el propio poema se enfrenta a esos juicios, es decir, no puede pensarse fuera del sentido común. Y hace de su sentido común el lugar del encuentro poético:

“Nada es lo suficientemente digno para malgastar las fuerzas de la juventud. (…)

Quizás sí el amor procaz, la vagancia desmedida,
la trasmigración del lenguaje a las cosas
                                        del mar a las cosas
porque hoy la poesía es una labor doméstica
amas de casa leen mientras hierven las verduras (8)

Sin embargo, es esa mirada la nos descubre el encuentro con una realidad más intensa del lenguaje, ese, trasmigrar del lenguaje a las cosas, del mar a las cosas que desplaza lo cotidiano de su papel ubico -desplaza la cotidianidad de tocar una moneda dentro de tu casaca- y expresa la realidad en su plasticidad más intensa:

Corto la soga entre la realidad y el sueño con el colmillo de perro
que pende de mi cuello/ y veo
zarpar los barcos hacia los puertos de mi infancia (9)

Esto hace que  el a)la cotidianidad y b)la trascendencia poética se compenetren en la lucidez de realizar poesía en cualquier habitación, casa, sótano y edificio de la ciudad, conectado a internet, con buses y tráfico, con humanos lanzando naves a la luna y abriendo el interior de los átomos o abriendo libros de Dante, Li Po o de Paracelso. Lo contemporáneo es una fiesta de los encuentros. Al ingresar a la poesía, entonces, accedemos a eso que Hinostroza versaba La cotidianidad puede ser tan hermosa como el heroísmo sin salir de su casa se puede conocer el mundo el movimiento del aminoácido (10) Esa mirada cotidiana sobre la que se funda la fe de Poláck –botar la basura, tocar monedas, hervir las zanahorias, colgar la ropa- le permite aprehender la poesía como conjuro, como entidad infinita que al repetirse conduce a otros estados mentales. Ello genera la poética del libro: la fe como estado poético que permite trascender. Así, vemos dos afirmaciones sobre la fe y la poesía:

(1) La fe como conjuro:

(…)porque toda palabra ansía ser algo así como un conjuro mágico
algo así como un ave maravillosa(11)

Porque toda palabra, como todo pez, es un conjuro mágico
(solo representa la idea de la palabra)
si la repetimos con Fe/ nace la plegaria/ o la poesía(12)

(2)La poesía como el abanico del conjuro:

La poesía es este hilo luminoso que de árbol a árbol cruza el cauce del río
(y al medio, en la parte más convexa, se roza suavemente con el río)
en este verso, por ejemplo, solo hay una silla abandonada en la otra ribera
en este otro verso solo existe el rumor de una urraca que ha partido
este otro verso es un verso vacío (13)

Gracias a esta simbiosis en Fe de Bruno Pólack se cumple la escritura, es decir, ese conjuro donde la mente se expande. Y escuchamos entonces la intensidad de la partitura:

Porque en esta ciudad
un ser humano aborda a otro ser humano con un gesto animal
un ser humano ve a otro ser humano y finge no haberlo visto nunca
un ser humano deshonra constantemente a otro ser humano
Compramos helados. Sonreímos. (14)

Si bien en Fe se da la bifurcación entre lo cotidiano y sagrado, gracias justamente a esa división ocurre la magia poética. Logrando un tono muy particular que conecta con el logos universal del lenguaje, ese poder que es el de amplificar lo real dentro de los signos. Son los versos de alguien que busca en sí mismo, para sacudir el entorno. Inmediatamente, entramos a su mente y exploramos sus vericuetos. La música poética se desprende, como virus, del contacto con los objetos y lo real, abriendo así claves para mostrarse en toda su lujuria y éxtasis verbal. Con Fe, Bruno Poláck apuesta por escribir entre la realidad y el deseo y sale ganando.

***

Empezamos hablando de Juan Ramírez Ruiz y quisiera terminar comentando su obra y la de Bruno. Ramírez Ruiz también usa la cotidianidad para poetizar: Un par de vueltas por la realidad (1971) es una obra que totaliza justamente la realidad en versos poéticos muy intensos. Sin duda, este libro y el de Pólack –aunque cada uno en su propia subjetividad- encuentran una épica en lo cotidiano. La realidad como tal es el poema a escribir y la épica del itinerario poético lo escribe cada uno arrojado a la vida. Esta forma caníbal de usar lo inmediato como estro poético, une a Pólack y Ramírez Ruiz. Herederos, claro, de la vanguardia inaugural de inicios del siglo XX que une para siempre arte y vida. Pólack con una mirada buscando lo sagrado, Ramírez Ruiz con un ímpetu más vital. A los dos libros lo separan casi 40 años de distancia. Tiempo curioso para reflexionar sobre los alcances de la poesía peruana, sus nuevas búsquedas y hallazgos.

Yo no puedo terminar este texto sin abrir la primera página de Fe y leer la dedicatoria: Para Julio/ con amistad y fe en la poesía, Chepén Chepén, setiembre del 2019. Y recuerdo nuestro diálogo detrás de la camioneta –minutos antes del accidente-cuando el viento sacudía los cabellos y la cerveza seguía gélida y la atmósfera era ocre azul celeste:

-Hay que tener fe en la palabra, creer te permite crear.

-Y crear es lo más complicado –le dije- especialmente en épocas donde nadie tiene tiempo para el verso. ¿Te imaginas un Juan Ramírez Ruiz en tiempos de internet?

Notas sobre el poemario Fe de Bruno Pólack

1.Poema: El pez fue puesto sobre la mesa

2.Poema: Y este amor tan sublime

3.Poema: Con un mágico desconocimiento

4. Poema: Acabados el día y el revuelo.

5. Cuando ese vínculo se hacía intenso podía transmitir a la palabra la materia de las cosas (José María Arguedas, libro El zorro de arriba y el zorro de abajo)

6.Poema: Universal/ Particular

7.Poema: Con un mágico desconocimiento.

8.Poema: Nada es lo suficientemente digno.

9. Poema: Hay un tiempo, antes del inicio de la tragedia.

10. Del poemario Contranatura (1971) de Rodolfo Hinostroza.

11.Poema:Hay un tiempo, antes del inicio de la tragedia.

12.Poema:El pez fue puesto sobre la mesa.

13.Poema: Ya de noche y tumbados en la cama.
14. Poema: Universal/Particular

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