Cangrejo Negro / Eloy Jáuregui

La Fania / LA METAFÍSICA DE LA PELVIS

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1.

La Fania All Stars es a la Salsa lo que The Rolling Stones  es al rock pesado y ácido, y el más duro. Eso estaba pensando cuando el último martes por la puerta del desembarco del Jorge Chávez apareció la figura de Johnny Pacheco con su esposa Kuky y valijas. Ahí trae la otra porción del sabor, pensé. Pacheco está torcido. Tanto ritmo y tanto gozo. Fregado el dominicano, fundador del sello Fania Records un 18 de marzo de 1964 en Nueva York junto al abogado italo americano Jerry Masucci. Pacheco fue el gestor de esta galaxia de estrellas que, tuvieron que pasar 40 años del gran resplandor desde esa noche del concierto en el club Cheetah en Nueva York para que los peruanos los pudiéramos ver esa vez, el 19 de marzo del 2011 en el Estadio de San Marcos de Lima. Son jurásicos, pensaría otros. No, se equivocan. Cada noche tocan y cantan mejor.

Y ahora otra vez están en Lima. Y en nuestro renovado Estadio Nacional y hoy tendrán de teloneros a otra gran banda neoyorquina, la Spanish Harlem Orchestra del maestro Oscar Hernández. Que es una cosa que arde. Y hay algunas bajas, los astros también mueren, se fue “El flaco” Lavoe, ese que respiraba debajo del agua, y el compadre de Pacheco, Pete “Conde” Rodríguez, y la gran Celia. Y hace unos meses, Junior Gonzales –a quien le harán un homenaje– y el maestro del “Tres”, el gordo Yomo Toro. Pero siempre, decir Fania es festejar a Pacheco, a Eddie Palmieri, a Ricardo Ray y Bobby Cruz. Es decir, oir de nuevo las grabaciones, “Live at the Cheetah”, “Live at the Yankee Stadium” y “Live in África”. Decir Fania es recordar esa sesión de descarga de 1967. Así, nombrar a la Fania All Stars es reconocer que esa “hermandad” fue durante décadas, el epítome de la salsa y uno de los mejores acercamientos bailables al latín jazz o afrocuban jazz, como le dicen los doctos del brujerío bailable.

Y muchos se preguntan por qué la Fania gustaba a propios y a extraños. Sería pertinente desmontar un secreto. Johnny Pacheco confiaba en los dúos. Así, Adalberto Santiago y Pete “Conde” Rodríguez, eran cantantes muy identificados con la tradición sonera de Cuba en Nueva York y por sus trabajos en las orquestas de Barretto y el propio Pacheco. Otro dueto que calzó a la perfección fue aquel de Ismael Miranda y Héctor Lavoe. Eran los muchachitos, los soneros jóvenes que expresaban su conexión directa con un estilo de soneo malandro y callejero. Y a esta pareja le correspondía su antípoda sonera, el dúo de Santitos Colón y Cheo Feliciano, dos solistas que venían de la tradición musical de Nueva York. Nosotros los escuchamos sorprendidos. La Salsa había invadido nuestras playas.

 

2.

¿Y cómo llega a Lima? A mediados de la década del sesenta aparecieron ya en Lima de manera masiva los primeros discos del sello Alegre, de Tico y luego, de la Fania, que obligó a que en la radio haya espacios dedicados exclusivamente a la llamada «salsa dura». El primer espacio con personalidad propia fue aquel que dirigía el promotor Alberto Maraví. Luego aparecería «El hit Parade Latino» conducido por Jorge Eduardo Bancayán en Radio Libertad, la emisora que años antes había impuesto a una orquestica cubana que había revolucionado el movimiento de las caderas nacionales y, que tuvo como conductores a Fernando Rubio, a Víctor Montero –autor de un notable libro «Ahí llega la Sonora» y a Javier Chávez. El espacio se llamaba: «Ritmo y Sabor con la Sonora Matancera» e iluminó nuestro espectro todos los medios días.

Pero la noche del jueves 26 de agosto de 1971 es la fecha que para muchos, con muy buenas razones, marcan como el episodio del nacimiento de la leyenda Fania. Ralph Mercado, entonces dueño del local de moda, el Cheetah, les dio apenas 48 horas para organizar un mega concierto. Así, cuenta Pacheco, que ahora que ya tenían el local, el lío del reparto de la orquesta fue resuelto sobre el caballo. Al final, estrellas eran lo que sobraban. Sin embargo, faltaba algo muy importante: los temas. Pocos saben, no obstante, que el tema “Quítate tú”, recién fue compuesto horas antes del concierto cuando a falta de un tema, Pacheco invitó a almorzar –y eso es un decir—a Bobby Valentin al restaurante “Asia número uno”. Mientras almorzaban no se les ocurrió nada pero al salir, se quedaron atracados en la puerta giratoria. Ahí es donde sale a coro aquello de «Quítate tú, para ponerme yo». En resumen, no sólo fue una noche gloriosa para el sello Fania, sino el nacimiento de una leyenda musical y por qué no, el inicio de la gran era de la Salsa.

La historia de la Salsa no tuviera ribetes de leyenda si sus personajes no fueran aquellos seres casi tocados con la vara mágica del mito. Contar esta historia es conocer los secretos de tantos temas que hicieron y nos hacen bailar hasta ahora. El dominicano Johnny Pacheco, cuenta por ejemplo en la película “Yo soy del son a la salsa”, filme de Rigoberto López, que ya consolidado el sello Fania, era tal la cantidad de «estrellas» que decidieron darle partida de nacimiento a lo que sería después el espectáculo más grande de la música latina que se produjo en Nueva York en el siglo XX. Este encuentro ya es historia y ella fue escrita esa misma noche cuando Pacheco se puso a componer ocho temas simultáneamente, mientras Bobby Valentín hacía en el acto los arreglos. En cuanto a lo económico, Masucci ya había vendido 4,000 entradas (más del doble de la capacidad del club) y la filmación estaba asegurada gracias al gran equipo del cineasta Leon Gast. Sin imaginarse, estos maestros habían escrito un gran capítulo de la música popular contemporánea.

 

3.

El, miércoles, cuando conversaba en el Hotel Sheraton con Bobby Valentín –una de las leyendas que vino apenas dos veces al Perú—él me contaba que aquello que es una banda, que va para acá o para allá, no es tan cierto. “El año pasado cuando vinimos por primera vez a Lima, lo juro, no me veía con mis ‘hermanos’ en años. Lima sirvió para reunirnos. Lo juro, yo pensaba que jamás los iba a volver a tocarlos y ‘sonear’ con ellos”. Ese es un privilegio de los salseros peruanos. La Fania All Stars ha llegado a Lima y su virus del ritmo hará que se emulsionen los glóbulos negros y que la metafísica de la pelvis otra vez se ponga a convulsionar. Como en los 70, como cuando uno era un joven e indocumentado, y en todos los barrios de Lima y el Callao había un solo evangelio, el credo del ritmo.

Desde aquella reunión «en vivo» del Red Garter en 1968 y más tarde, la épica noche del Cheetah de 1971, el sello Fania impuso en sus grabaciones ese vital estilo establecido a fines del 50 por el maestro Cachao en sus grabaciones para la Panart en Cuba, y de las reuniones de la Alegre All Star y la Tico a mediados del 60 en Nueva York. Las Estrellas de Fania siempre fueron dirigidas por la maestría de un músico con pasta de severo gerente musical –no había otra forma—Johnny Pacheco. Brillaban junto a él, Ray Barretto en las congas, Larry Harlow al piano, Willie Colón en el trombón, Bobby Valentín en el bajo, Roberto Roena en el bongó. La Fania tenían su base principal en los líderes de las bandas más importantes de la compañía y sus cantantes: Pete ‘El Conde’ Rodríguez, Adalberto Santiago, Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Santos Colón y Cheo Feliciano, todos portorriqueños. Así los escuchamos en los 70, en aquellos hermosos discos de vinilo que hacían bailar hasta los cojos.

4.

Pero es bueno aclararlo. Casi todas las estrellas de la salsa, entre músicos y cantantes, habían llegado al Perú indistintamente desde ese julio de 1980 cuando se presentó Ismael Miranda y La Terrífica en el pequeño auditorio de la Feria del Pacífico. De acuerdo a las oportunidades, pudimos observar y bailar durante buen tiempo y de manera independiente con Héctor Lavoe, Willie Colón, Richi Ray y Bobby Cruz, Eddie Palmieri y hace muy poco, el gran Roberto Roena. La historia contará que fue un 19 de marzo del 2011 que en el Estadio de San Marcos de Lima, ese tren del sabor y el ritmo dirigido por Johnny Pacheco se presentó con todos sus brillos y todos sus fuegos.

Es verdad, si la Fania All Stars entre 1970 y 1971 había consolidado el género Salsa desde Nueva York, ésta existía con otros nombres en todo Latinoamérica y el Caribe desde la década de los treinta del siglo pasado. Sus primeros cultores fueron acaso los radioaficionados que podían sintonizar los programas en “vivo” que se producían en La Habana o en San Juan de Puerto Rico. La década del 70 había empezado con un universo oliendo a marihuana, con la revolución de los hippies y esa música estridente que salían de las guitarras de Jimmy Hendrix o del chicano Carlos Santana. La Salsa, a su manera, se había consolidado como expresión musical del Caribe mulato, las playas de Borinquén, el barrio neoyorquino y alcanzaba su primera etapa de madurez. Originalmente, Fania, fue un sello chico e independiente. Sus primeras grabaciones no llegaban siquiera a las disquerías. Pacheco cuenta que él mismo vendía sus copias en negocios locales e incluso en la maletera de su automóvil. Para 1967, no obstante, la gerencia de Masucci ya les pagaba regalías a los músicos. Después de que varios discos de Ray Barreto, Willie Colón, Joe Bataan y el propio Pacheco, viéndose populares dentro de la comunidad latina neoyorquina, es que Masucci promovió un primer concierto del Red Garter.

 

 Fragmento del libro PA’ BRAVO YO. Editorial Mesa Redonda. Segunda Edición.

 

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