Cultura

La estética horazeriana y la desacralización del poeta

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Los poemas deben tener el olor del mundo y deben respirar como un ser vivo, un poema integral es siempre un operativo cultural.

Juan Ramírez Ruiz

Las teorías literarias que se gestaron a inicios del siglo XX manifestaban que lo que más influye sobre una obra es otra obra, resaltando el aspecto dialógico de la literatura a través de la historia. Todas poseen una integridad dinámica, donde los elementos están vinculados por signos de correlación y de integración.

El dinamismo de la literatura ha trascendido fronteras, y la poesía no ha sido la excepción. Por ello una nueva estética de la poesía que empezó a profundizarse en nuestra tradición literaria durante la segunda mitad del siglo XX fue la poesía conversacional (donde el poema está compuesto por distintas voces que están en constante relación, unas a favor y otras en contra de una ideología), tomando como referencia a grandes escritores hispanoamericanos y anglosajones.

Uno de los poetas que inauguró la poesía conversacional en Latinoamérica fue Ernesto Cardenal, quien a la vez funda lo que se denominó “el exteriorismo”. Los antecedentes de esta postura estética pueden rastrearse en la poesía anglosajona con autores como: Walt Whitman, T.S. Eliot, Ezra Pound, Wallace, William Carlos William, hasta llegar a la generación Beat, que tanto influenció en la poesía peruana del sesenta y más aún en la del setenta (Movimiento Hora Zero).

Lo conversacional y lo cotidiano son dos elementos de un mismo plano, ya que esta estética no solo representó un cambio en la forma, sino también en lo temático e ideológico. La estética conversacional se desarrolló (aún lo sigue haciendo) mediante la simultaneidad de voces que se insertan en cada uno de los poemas, ello nos remite un factor de fondo técnico-semántico.

César Levano, Enrique Verástegui y Jorge Pimentel.

La idea y estética socialista en Hispanoamérica influyeron de manera directa en la consolidación de la poesía conversacional. El ensayista argentino Julián Pérez expone lo siguiente:

“El realismo social propuesto en la década del treinta por el comunismo ruso se presentó como una solución al problema de la representación de la vida social en el arte contemporáneo y, sus postulados, pasado el tiempo, dieron magníficos resultados literarios en Hispanoamérica en escritores como Neruda y Cardenal y continúan teniendo vigencia en el presente como una estética legítima. A pesar de la oposición aparentemente radical a las innovaciones formales de la vanguardia, el realismo socialista y las numerosas variantes inspiradas directa e indirectamente por éste – como la poesía coloquial, y toda la nueva épica latinoamericana”.

Resulta lógico que los autores mencionados y vinculados a la consolidación de la poesía conversacional, dieran su apoyo a los acontecimientos históricos del socialismo. Ello intensifica los lazos que hay entre la estética conversacional y la postura política.

 La poesía conversacional en Hispanoamérica empieza a gestarse en la década de los años cincuenta. Las obras de Ernesto Cardenal, entre ellas “Epigramas”, “Oración por Marilyn Monroe”, y “Hora Cero”, sirven como ejemplo de la irrupción de esta nueva estética. Otros autores que resaltan en esta postura estética son Nicanor Parra – con lo antipoético-, Gonzalo Rojas, Enrique Lihn, Roque Dalton, Fernández Retamar, Juan Gelman, Antonio Cisneros, etc. El rasgo común y que caracteriza a estos autores es una nueva manifestación poética que lleva implícita la renovación del lenguaje, estableciendo una comunicación directa con el lector. Esta renovación lingüística se manifiesta mediante la introducción de “hablas” en la poesía, cada una con una característica distinta, ya sea desde una condición social, política, económica, etc.

Las características generales de la estética de la poesía conversacional son tres: la introducción de la oralidad, la desacralización de la figura del poeta y la inscripción histórica.  Estas dan a entender que la nueva poesía que se consolídó en Hispanoamérica, es una poética que buscó el compromiso ideológico introduciendo el habla popular de los nuevos actantes sociales.

 Esta postura va en contra de la “imagen pura y solemne” que se tenía del poeta anteriormente, tal como lo había manifestado Bajtín: “en el campo de la poesía, la idea de un lenguaje poético especial, de un lenguaje de Dioses, de un lenguaje poético sacerdotal”. El poeta de esta nueva estética poética deja la sotana y palpa la realidad de su pueblo, dando voz de protesta a las personas golpeadas por el poder hegemónico del capitalismo. Busca romper con el hermetismo reinante en la poesía latinoamericana desde comienzos del siglo XX y elaborar un tipo de poesía que realmente los identifique con lo que quieran expresar y comunicar al lector.

Uno de los poetas que fundan en nuestra nación la poesía conversacional es César Vallejo, quien sirvió como base para que otros poetas adopten esa postura estética con un rasgo socialista y protestante, entre ellos los poetas horazerianos, adoptando la denominada estética conversacional objetiva.

El aspecto fundamental de esta postura estética es la expresión coloquial y dialógica, con tendencia a lo prosaico y al ensanchamiento semántico y lexical a través de lo cotidiano y de lo real. Los poemas sirven como fiel reflejo de los movimientos dialecticos que se desarrolla en una sociedad del tercer mundo, como el nuestro. Es decir, todo poema se apoya en el lenguaje coloquial y en el diálogo para denunciar los problemas que se genera en una sociedad donde el sistema económico y político que gobierna es deshumanizador.

Los horazerianos adoptaron esta estética, buscando agrupar todas estas técnicas y conceptos en la base del movimiento: “El poema integral”. Jorge Pimentel, Ramírez Ruiz y Enrique Verástegui, en sus primeros poemarios, implantaron el vitalismo y la vocación exteriorista buscando el poema integral, y apostando por un lenguaje callejero y conversacional, por la diversidad de voces y la despreocupación por la formalidad clásica del poema.

Hora Zero.

 La poesía de los sesenta y setenta, en especial Hora Zero, permitió la consolidación de nuevos sujetos sociales en el discurso lírico. Estos van a aparecer en una relación de subalternidad ante el sistema económico dominante. De esta manera, la presencia de estos personajes se ajusta a la estética que exploran los horazerianos: el dialogismo o lo conversacional, pues los nuevos sujetos sociales que aparecen en el plano nacional son seres desarraigados, marginales y explotados, que hablan e intercambian información y denuncias en un poema.

Los horazerianos en su afán de ir más allá de lo inaugurado por la poética de lo conversacional, dan vida al “Poema Integral”, teniendo como base la ruptura tradicional lingüística, la mirada directa a la realidad y la implícita teorización de ideologías políticas.

La propuesta de este tipo de poemas apareció en el año de 1971 con la publicación del libro “Un par de vueltas por la realidad” de Juan Ramírez Ruíz bajo la edición del Movimiento Hora Zero. Estas notas poéticas guardan la rebeldía, la voz de protestas y la lucha que tuvieron los jóvenes poetas horazerianos contra la poesía peruana de las décadas anteriores. Aparece firmado por Juan Ramírez Ruíz, pero se sobreentiende que estos postulados representaban a toda una generación de poetas que emergieron desde la capital y, en especial, de las provincias.  La búsqueda del “poema integral” abarcaban dos planos: el ideológico y el lingüístico.

En lo que respecta a lo ideológico, hay que mencionar que la poesía horazeriana se contrapone a la visión poética de sus antecesores. Pregonaban su ideología en una frase: “destruir para construir”, y señalaban que ya era hora que el escritor se deje de “cojudeces” y de tanto estar en “el cuarto del poeta” para que salga a las calles a mezclarse su realidad, y así ir forjando una conciencia analítica y crítica que luego pasaría a la práctica. La nueva poesía tenía que ser un fiel reflejo de todos los acontecimientos históricos de su nación, y más aún cuando la sociedad en que se vive es cruel e inhumana con los nuevos sujetos sociales que empezaron a aparecer como consecuencia de las grandes migraciones.

Uno de los postulados más trascendentes en el plano ideológico es el propuesto por Ramírez Ruiz, ya que este afirma que “la poesía integral aspira a una totalización donde se amalgame el todo individual con el todo universal. Es decir, materia de un poema integral es la realidad acontecida y acontecente; y que adviene en sucesos como expresión de los enfrentamientos de las clases en pugna”.

Juan Ramírez Ruiz.

En este plano se ha estudiado la relación entre el movimiento horazeriano y el socialismo. Esta generación de poetas se alimentó de la Revolución Cubana. Por ello, toda poesía denominada “integral” debería ser social, comprometida y revolucionaria, apuntando hacia una totalización del país. Ello influirá en el nuevo estilo que se empleará para diferenciarse de las anteriores generaciones, pues la ambición es mucha más grande y consecuente. Los poetas debían registrar con fidelidad los hechos sociales, pese a los malos momentos que esté pasando, ya sea económicos, artísticos, políticos, etc.

Para los horazerianos, la verdadera poesía es revolucionaria, por ello tiene como objetivo principal cambiar la mentalidad del lector, introduciéndolo en un contexto fijo y determinado, pero que a la vez debe trascender los parámetros nacionales. Según su perspectiva, la mayoría de los poetas peruanos han carecido de ambición social, preocupándose más por la técnica o por la simplicidad del mensaje. Como nos hemos dado cuenta, la importancia del “Poema integral”, en el plano ideológico, es la concientización que hay entre escritor y lector gracias a una obra que sirve de denuncia social hacia los maltratos del capitalismo.

En lo que respecta a lo lingüístico hay que mencionar que el lenguaje también sufre una transformación gracias al movimiento horazeriano, pues se incrustan términos que no eran tomados en cuenta por los poetas anteriores, ya que significaban una especie de sacrilegio a la poesía. Pimentel cambió el río Támesis de Rodolfo Hinostroza por el del Río Rímac, simbolizando un cambio en la poesía peruana, ya que se dejaba de lado los cultismos, los extranjerismos y las alusiones a personajes famosos, para ocuparse, de una buena vez, de la lengua de los migrantes, de las jergas y el argot, de un lenguaje callejero y pendenciero, y de personajes que podemos encontrar apenas salimos a la calle.  Los turbios momentos que vivía el país en esas décadas se vieron representados por este lenguaje.  

Uno de los postulados más trascendentes en este plano es de Ramírez Ruiz, ya que este afirma que “la ruptura en el plano lingüístico es fundamental, se trata de ubicar al lenguaje sencillo, popular, directo, duro y sano en la capacidad de expresar toda la energía de una experiencia latinoamericana en un lenguaje latinoamericano”.

Este lenguaje tendría que respirar, sudar y salir a las calles para servir como registro de toda una sociedad ansiosa de sueños, por lo tanto no sería un lenguaje dulzón ni ornamentado, sino uno claro y directo. El lenguaje que se utiliza para lograr el “Poema Integral” es uno que pertenece a la calle y que está en boca de cualquiera. La tarea, entonces, consistía en la utilización de palabras vivas” (Pimentel). 

El Movimiento Hora Zero, a pesar de las críticas que se les puede hacer debido a la exageración sobre algunos postulados referentes a la poética de diversos autores, buscaron representar (unos mejores que otros, obviamente) en sus obras los grandes cambios históricos, sociales y económicos que ocurrieron en nuestro país. Si esta debiera ser el objetivo de la poesía o no, es controversial. Cada poeta sabe qué camino elegir.

Quisiera acabar este texto con una cita de Frantz Fanon:

“El carácter de un hombre depende de sus relaciones con el mundo, por lo tanto, el hombre actual, sumergido en un mundo donde impera la flexibilidad laboral, el desempleo, la pobreza y el enriquecimiento de las grandes empresas, será un hombre que ha perdido la esperanza de una mejor calidad de vida. Para el pueblo, entonces, no le queda otra cosa más que luchar: o ser vencidos o sublevarse al sistema esclavista pues el pueblo que lucha, el pueblo que, gracias a la lucha, dispone esta nueva realidad y la conoce, avanza, liberado del colonialismo, advertido por anticipado contra todos los intentos de mixtificación, contra todos los himnos a la nación”.

En conclusión: la escritura también es una lucha. Los horazerianos lo sabían.

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