Cultura

La eliminación del Ministerio de Cultura: ¿Un desatino o una buena decisión?

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El exitoso empresario Rafael López Aliaga es el candidato presidencial por el partido político Renovación Popular, fundado el año pasado tras la disolución de Solidaridad Nacional de donde proviene. Es muy posible que él tenga buenas intenciones, y son de reconocer; pero ocurre que estas por sí solas no bastan para pretender gobernar un país, y menos uno como el Perú, de tan serios y graves problemas, que además los tiene a calderas.

El día de ayer, viernes 5 del presente mes, a través de diversos medios, ha despejado con total claridad el misterio que encontramos embozado entre generalidades en su Plan de Gobierno: va a eliminar 9 ministerios “que están de adorno”, entre ellos el de Cultura. Así, sin más explicaciones, el señor López Aliaga se ha encargado de poner en serio cuestionamiento su exigible porte de hombre de Estado. En relación con el papel tuitivo del Estado y más en concreto la problemática del sector Cultura, se ha mostrado ante los peruanos como alguien no sabe qué significa ser incluso un político ultraconservador moderno, ni tampoco quien haya sabido analizar y determinar en qué consiste la real problemática y las necesarias soluciones del sector. Y es que, claro, eso no se improvisa. Parece ser que le hace falta cultura política.

Rafael López Aliaga desconoce que en el plano internacional, a derecha e izquierda, en relación a la formulación de las políticas públicas, existe plena convicción y consenso en que la educación, la ciencia e innovación y la cultura están en la base de las sociedades de desarrollo sostenible, y que este solo puede ser integral. Desconoce que en torno a la novena década del siglo pasado, como resultado de que Unesco y el Pnud plantearan a los Estados partes la necesidad de analizar con mayor profundidad el tema del desarrollo humano y tras un amplio e intenso debate, se llegó a la conclusión de que el desarrollo y la cultura son elementos íntimamente relacionados, vale decir, que se condicionan mutuamente; de ahí que concitan especial atención de la clase política, los partidos políticos, gobiernos y la ciudadanía. En el caso nuestro, lo debe ser más aún, considerando que el Perú es cuna de una de las seis civilizaciones mundiales, cuya antigüedad se remonta a más de 15 años de historia, manifiesta en un trascendente e ingente patrimonio cultural material e inmaterial. Más allá del interés turístico, ¿sabe el señor candidato lo que este patrimonio significa como elemento de identidad y de urgente aproximación y cohesión entre los peruanos?

Es deplorable que el candidato López Aliaga ignore que en el diseño de una estrategia política encaminada al desarrollo social integral, la atención a la gestión cultural pública no puede faltar ni por tanto dejar de ser integrada a los planes de gobierno, el suyo en primer término. Dicho esto, por otro lado, parece ser que el candidato no ha advertido que lo que acaba de plantear choca con su misma postura del mantenimiento y no cambio de la actual Constitución Política del Perú (1993) ―punto en el que coincido con él―, habida cuenta que precisamente en el artículo 21°, contempla que el patrimonio cultural de la Nación (material e inmaterial) está protegido por el Estado. Sin embargo, él lo quiere dejar completamente desprotegido. La pregunta es, ¿por qué?

Digo más: afirmo que el Ministerio de Cultura no está de adorno, como él ha dicho. En efecto, aunque con notable retraso en el contexto internacional, la creación del Ministerio de Cultura del Perú (2010) resolvió el secular problema de la insignificante gestión cultural pública caracterizada por la dispersión y descoordinación de las entidades oficiales creadas para tales fines y funciones; como tal, por sí y en sí, no tiene la culpa que sus autoridades improvisadas y sus burócratas bien pagados y en casos corruptos no hayan sido capaces de formular sino recién el año 2020 una Política Nacional de Cultura al 2030, en la que podemos estar en desacuerdo en uno y otro punto, que deben revisarse con seriedad el próximo gobierno. El Ministerio de Cultura, cómo no señalar también, no tiene la culpa de que un gobernante inescrupuloso, ruin, haciendo demostración de sultanismo haya colmado de dádivas a su favorito, sin importarle el prestigio de la institución. Todo esto, y más, hay que investigarlo, y por sobre todo trabajar con profesionalidad y sin desmayo a efectos de reconducir la marcha institucional, sabiendo aplicar los mecanismos de gestión internacionales de probado éxito incluso en Latinoamérica.    

El señor candidato López Aliaga, quiero creer, ha sido víctima de aquello que en la estación de verano se denomina “golpe de calor”, que turba grandemente y a veces resulta mortal. Deseo, fervientemente, que se recupere e instale nuevamente en la razón pública. Me niego a pensar que tras la natural alegría que ha concitado en él haber sido revocada la decisión del Jurado Electoral Especial de retirar su candidatura de la contienda electoral, él, ganado por la autoconfianza, además de tener un criterio errado sobre la problemática cultural peruana, se siente en condiciones incluso de airear su drama humano, de retratarse como el Dr Jekyll y Mr. Hyde. Sería bueno que tenga presente a San Agustín, cuando afirma que errar es humano y perseverar en ello diabólico. Se lo ruega otro profesional católico.

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