Opinión
La elección del Papa Robert Prevost y la elección de Ricardo Belmont
Lee la columna de Rafael Romero
Por Rafael Romero
Respecto de la reciente elección papal y de cara a las elecciones peruanas del 2026, por supuesto salvando las distancias entre el Vaticano y el Estado peruano, existen dos comunes denominadores: uno, la elección de una autoridad; y dos, son ciudadanos en la condición de candidatos. Uno ya salió elegido y el otro falta.
Las comparaciones o paralelos son cuestionables, pero no dejan de ser útiles o necesarios formularlos, especialmente cuando se trata de analizar la realidad y buscar la verdad.
Pues bien, estando las cosas así planteadas, metámosle diente al parangón de marras, empero siguiendo con rigor los hechos.
Primero, el hoy papa peruano-estadounudense, Robert Prevost Martínez, no era el favorito para suceder a Francisco (Jorge Bergoglio). Es más ni siquiera aparecía su nombre en la lista de cardenales con mayores posibilidades para convertirse en el nuevo sumo pontífice. Esto coincide con el caso de Ricardo Belmont Cassinelli, pues su nombre fue obviado en el lejano 1989 y lo es ahora en el 2025 por parte de las encuestadoras. Es decir, no aparece como favorito para ganar las elecciones del 2026.
Segundo, Robert Prevost llegó a Perú en 1985, y desde entonces sumó 21 años de servicio al prójimo mediante la iglesia Católica, sobre todo entre los humildes de Chulucanas, Trujillo, Chiclayo y el Callao. Por su parte Ricardo Belmont, desde 1981 acumuló 21 años de labor social en beneficio de los niños de la Hogar Clínica San Juan de Dios, a través de la Teletón, entre otras obras en provecho del prójimo.
Tercero, Robert Prevost es agustino. Es decir, pertenece a una orden religiosa mendicante, que es aquella que se desprende de las riquezas y del poder material para practicar mejor los valores morales. Por su parte, Ricardo Belmont, descendiente de Ramón Castilla, proviene de dos familias acomodadas (los Belmont y los Cassinelli), optó por el don de servicio y así ingreso a la política con vocación de servicio, pero en ese proceso lo pierde todo, hasta sus radios y un canal de televisión, que le son arrebatados por la codicia y la avaricia de personas perversas, y todo por predicar valores y una sana peruanidad.
En cuarto lugar, Robert Prevost se pone el nombre de León XIV, para referenciar el legado de León XIII, que escribió la encíclica Rerum Novarum y aporto al mundo la doctrina social de la iglesia en un momento donde el capitalismo de la primera revolución industrial produjo tanta muerte y explotación. Por su parte, Ricardo Belmont, también confronta al sistema de poder y abuso, desde 1973 con su programa «Habla el Pueblo», y a finales de los ochenta se convirtió en un outsider al derrotar a un agotado sistema tradicional de partidos, venciendo su Movimiento Cívico Obras a las colectividades políticas más poderosas del Perú (APRA, IU, Libertad de Mario Vargas Llosa, AP y el PPC). Pero hay una coincidencia más evidente, y es la preocupación de Prevost y de Belmont por los más humildes y por la cuestión social en el Perú desde los ochenta y noventa del siglo pasado.
En quinto lugar, el papa peruano Robert Prevost, al ser agustino, y al adherir a la doctrina social de León XIII, refuta tanto al liberalismo económico de la revolución industrial como rechaza al marxismo o socialismo de ayer y de hoy, pues la Rerum Novarum abrió una tercera vía equidistante de esos dos extremos. Por su parte, Ricardo Belmont, con su Movimiento Cívico Obras, fundado el siglo pasado, y hoy con su partido político del mismo nombre, plantea una visión distinta al de la derecha y la izquierda. En otros térninos, su ideoligía es diferente a la del capitalismo corporativista globalista y es distante al marxismo cultural, que es igualmente globalista. Además Ricardo acota que, tanto la derecha y la izquierda, son inventos de los mega grupos de poder con el objetivo de dividir a los pueblos y así explotarlos abusivamente. Por tanto, para salvar al ser humano y a los pueblos no se necesita de izquierdas ni derechas.
En sexto lugar, Robert Prevost, hoy papa León XIV, emplazó a Alberto Fujimori a pedir perdón a las personas sobre las que su dictadura las agravió. Como también cuestionó la violación de los derechos humanos perpetrada tanto por el fujimorismo como por Dina Boluarte. Esta es otra coincidencia del actual papa León XIV con Ricardo Belmont, víctima este de la persecución fujimontesinista. De manera que Prevost y Belmont rechazan el abuso de poder y los atentados a los derechos humanos de Fujimori y de la actual mandataria Boluarte.
En séptimo lugar, Robert Prevost, es un papa con un claro conocimiento de la realidad latinoamericana, y al hablar en castellano a los pocos minutos de haber sido elegido el vicario de Cristo en la tierra, no solo le daba su lugar a Chiclayo, donde fue obispo, sino que le decía al mundo que su mirada también es la de un latinoamericano, siguiendo los pasos de su antecesor el papa Francisco. Por su parte, Ricardo Belmont ha dado a su pensamiento y acción política una permanente atención no solo respecto de los problemas del Perú sino también mira a la gran nación latinoamericana y al mapa geopolítico desde México a la tierra del fuego. Y ambos tienen una concepción más madura de los problemas y las posibilidades de América Latina, como se puede comprobar en los editoriales de Ricardo Belmont.
En octavo lugar, Robert Prevost postula la unidad de la iglesia, pues habla de la iglesia sinodal, y desde ahí busca el saber escucharnos y el saber llegar a la armonía por encima de credos, razas, doctrinas o intereses. Por su parte Ricardo Belmont, postula la unidad de los peruanos mediante la transparencia, la buena voluntad, el diálogo abierto y la defensa del débil.
Finalmente, en noveno lugar, Robert Prevost promueve la paz y la reconciliación, porque sostiene que Dios nos ama a todos y nos recuerda que estamos en las manos del Padre Eterno. Prevost se ha pronunciado en contra de las guerras. Por su parte, Ricardo Belmont, desde su periodismo cotidiano de mas de 53 años y de filosofía humanista, así como desde su estoicismo y disciplina espartana, busca la unidad, la paz y la reconciluación entre peruanos. Allí están las banderas blancas del Partido Cívico Obras, que son más que elocuentes en la búsquesa y en el encuentro de esa paz para el Perú.
Sin duda, hay muchas coincidencias entre estos dos peruanos, Robert y Ricardo, desde su humildad, sencillez y amor por el ser humano, por la justicia y la dignidad.
Como dice la palabra, Dios mira de cerca al humilde y de lejos al altivo, pero esa humildad a veces es incómoda para la soberbia y la arbitrariedad de los poderosos, quienes optan por silenciar mediáticamente al mensajero, quienes complotan por censurarlo o declarar infantilmente su «muerte civil». Pero, como lo comenté el pasado sábado 3 de mayo con unos compatriotas contertulios en una convención de Lima Provincias, «si el Vaticano elige como papa a un peruano, eso significará un presagio de que Belmont sería el próximo presidente del Perú». Lo dije coloquialmente a mis sorprendidos interlicutores. Pero la Santa Biblia también refiere la existencia de señales, prodigios y milagros. Y si alguien lo duda, por lo menos tenga en mente que existen en el mundo coincidencias y mejores augurios. ¡Viva el Perú! ¡Vamos juntos por las nuevas y buenas generaciones que nos sucederán y reemplazarán!