Opinión

La doble cara de Mauricio Fernandini

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Mauricio Fernandini era, hasta hace poco, un personaje limpio de polvo y paja y su imagen gozaba de esa pureza que los medios suelen inflar y aprovechar para presentar como el triunfo del trabajo, el esfuerzo y la buena onda. Sus veinte lucas para cocinar y la revista Cosas y RPP lo ponían de portada para que este señor pontificara sobre lo que es la corrección, la conducta intachable y el ejemplo a seguir por los sufridos ciudadanos que, con un sueldo mínimo, tienen que sobrevivir día a día.

Pero, así como Fernandini nos escupía en la cara que, con unas cuantas monedas, puedes hacer un arroz chaufa, un seco con frejoles o un cebiche carretillero, él mismo se encargaba de comer en lugares de cinco tenedores, comprarse carros de lujo y departamentos de casi medio millón de dólares. Incluso había pagado de porrazo la deuda inmobiliaria que había tenido con unos bancos. Y todas sus tarjetas de bancos lucían envidiablemente en azul.

La vida le sonreía y solo tenía que apuntalar su falso moralismo y hacerse el cojudo en el micrófono de RPP mientras almacenaba la plata en baldes que le daba la seudo empresaria Sara Goray y otros granujas por ahí. Total, así construía su vida de millonario al lado de su pareja que ahora lo defiende con uñas y dientes y repite prácticamente que Fernandini es un santo, una persona ejemplar y que todo se trata de una confusión y que, en unos días, todo volverá a la normalidad.

Y para corroborar lo vivazo que siempre ha sido en la vida, había transferido diversas propiedades a sus familiares para que no sean incautadas. Así su hermana se ha hecho acreedora a siete inmuebles caídos del cielo y con una cláusulas bastante sospechosas: no las puede vender y si algo le pasara, tiene que devolver las propiedades a su antiguo dueño, o sea, al mismo Mauricio Fernandini.

Pero todo ha quedado develado en los audios, las pesquisas a sus cuentas bancarias y lo que han reafirmado los otros acusados que se han acogido a dar sus testimonios eficaces. Y de hecho, ya Mauricio Fernandini ha sido enviado al penal Castro Castro para pasar ahí una temporada en el infierno o su equivalente a treinta meses. Una joyita cuyo caso amenaza con desbarrancar a otros que están en su misma condición y que aún fungen de modelos de vida, ética y honra.

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