Renoir hace que parezca fácil, es como si tuviera facultades para convocar a un espíritu hermoso y desconocido que va a acudir pronto al llamado a través de una médium, o como si fuese capaz de hacer aparecer, mediante unas breves instrucciones, bien aplicadas por su joven discípula, un objeto misterioso o imposible que se pone, no se entiende bien cómo, intempestivamente, justo frente a los ojos -emotivo, fuerte y vibrante- al alcance de la mano.
Un hombre anciano, un director de cine con una cara de sabio y con un matiz de payaso en la expresión serena. Un texto, en medio, sobre una mesa, extraído de un libro, y al otro lado, una actriz. Una mujer con un algo de niña y con una cierta actitud de gimnasta lista y expectante para rendir una prueba, para darse un clavado en lo alto del trampolín de una piscina. En veinte minutos de trabajo, de juego, de rigor y de magia, lo que veremos es cómo ¡y de qué manera! va a nacer un personaje. Cuál es el truco. Cómo se hace. ¿Es esto posible?
Bajo ciertas condiciones, sí. Leer, el texto, tras ubicarse en el contexto, como un niño entonaría la guía telefónica. El tono neutro es clave porque sirve ¡para no actuar!, para limpiarse de clichés, para no pensar, para dejar surgir, poco a poco, algo supuestamente original, algo que no sea exactamente ni el texto ni la actriz: el personaje.
Empezar de cero, como si no hubiera otra forma. Hay que ser uno mismo, y ningún otro. Se prepara, con instinto, con lucidez, con laboriosidad, con esfuerzos y pausas, un nacimiento. El director es la partera. La actriz empieza el contacto con la música verbal sin tener aún la clave para ejecutarla. Dónde estará la partitura. Hay que calmarse, hay que confiar, hay que dejar que se liberen las fuerzas escondidas. No hay que ser sentimentales ni graciosos, hay que ser fuertes y verdaderos.
Entre ajustes en la expresión, se abre un camino, una copresencia de actitudes contradictorias que dan lugar a la verdad de un ser de ficción que no se había visto antes, que existe, que nos emociona, que nos hace entender de qué estamos hechos.