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La desolación y el cuerpo en la poesía de Ronal Marcelo

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Pese a los premios obtenidos e iniciar su travesía lírica a mediados de la década pasada, Ronal Marcelo (1985) ha sido cauto en publicar su poesía. Esta cautela tuvo como objetivo, probablemente, el no soltar prenda hasta no estar seguro de que lo escrito era el verdadero resultado de una labor consciente en la palabra. Ahora, con la consagración que constituye este primer lugar en poesía del Concurso Regional de Autores Literarios Inéditos (organizado por el Gobierno Regional de Lima), notamos su seguridad en mostrar los primeros resultados de su labor artística.

Su reciente libro, “Perenne caos familiar” (2014), pese a lo dicho con antelación, constituye –en una primera lectura– la alegoría de parte de lo propuesto en el título: el caos. Uno que parece ser concebido en la libre disposición de imágenes, y que solo produce emoción dentro de su individualidad. Aunque si nos aventuramos en una lectura más detenida, hallaremos que este aparente caos tiene un sentido, una particularidad, un signo homogéneo que ayuda a conocer mejor los rasgos sensitivos del sujeto lírico.

La primera palabra que nos viene a la mente cuando palpamos la textura de estos poemas, es desolación; una suerte de desamparo producido por aquel caos que habita en las imágenes construidas por un léxico abarrotado de “aguas desérticas”, “cuerpos ahogados”, “manos bloqueadas”, “labios resecos”, “habitaciones escondidas”, “corazones vacíos”, “flores consumidas a silencios” y una larga terminología que erige un panorama de soledad donde es posible identificar las emociones del sujeto lírico introduciéndose en la casa familiar, o posándose en aquellos espacios abiertos concebidos por “pájaros marinos”, “noches calladas”, “calles que ya no se recuerdan”, “naturalezas fatídicas” o “montañas en silencio”.

En suma, un viaje de interiores a exteriores, y viceversa, embarcados en una “casa migratoria” donde los sentimientos se expresan generalmente con las partes del cuerpo humano. Si recorremos con detenimiento estos versos, hallaremos diversidad de imágenes constituidas por las manos, los labios, el corazón, los músculos, los ojos, la lengua, la cabeza, la boca, el pecho, los huesos… Es decir, una real identidad en el cuerpo como forma expresiva de lo íntimo. Esto le sirve al sujeto lírico para cimentar un horizonte surrealista de su entorno como forma de expresión, de rebelión; es decir, de valerse de lo alegórico para mostrar –no obstante– la versión real (y subversiva) de sus sentimientos.

Inquietante por la diversidad de imágenes, la audacia verbal y la intencionalidad temática, “Perenne caos familiar” es un buen primer libro de poesía con el que Ronal Marcelo brinda poemas de pocos versos pero intensos y arriesgados, y donde resulta posible ver el traslado de lo trágico a lo lúdico, de lo sustantivo a lo adjetivo, de lo simbólico a lo concreto, de lo radical a lo quimérico, en un sugestivo vaivén expresivo que de todas formas hallará un estilo personal, un mensaje estético que ya empieza a tomar forma con este singular volumen.

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