Opinión

La desobediencia de Andrés Rázuri

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

La disciplina castrense no permite la desobediencia y las órdenes de un superior deben de realizarse sin miramientos ni objeciones. Dos siglos atrás, durante la época independentista, dichos actos contrarios al orden eran merecedores al fusilamiento.

Consciente de las consecuencias de sus futuros actos, José Andrés Rázuri, quien en ese entonces ostentaba el rango de Sargento Mayor de la Caballería de los Húsares del Perú, hizo caso omiso a las instrucciones del mismísimo general José de La Mar que veía desde lo alto de una colina la batalla que emprendían las fuerzas independentistas contra el ejército Realista en la Meseta de Bombón, lugar que en los años posteriores sería conocido como la Batalla de Junín.

Viendo que el ejército patriota se encontraba en desventaja contra los Realistas, el general La Mar le dio la indicación al vehemente Sargento Rázuri la retirada de las tropas libertadoras: “Diga usted al comandante Suárez que salve a su escuadrón como pueda”. “Sí, mi comandante”, contestó severamente Rázuri, emprendiendo la media vuelta para dar la mala noticia a la brevedad, sin embargo, durante su retorno, aquel intrépido militar vio desde de lejos la gran oportunidad de revertir la pelea. Desde una elevación pudo apreciar que el ejército Realista, que estaba al mando del general español José de Canterac, había descuidado su retaguardia, pues era mayor su afán de dar persecución a los soldados patriotas que emprendían la huida a todo galope por las llanuras de Junín. Eso motivó que diera otra respuesta a su superior, el Coronel argentino Isidoro Suárez, ofreciéndole la siguiente respuesta: “Mi comandante, el general La Mar ordena que cargue usted de todos modos”, y ni bien dicho eso se lanzó a la carga contra las fuerzas enemigas. El Coronel Suárez, asombrado por el arrojo de su Sargento, no lo pensó dos veces y dio la orden a los demás Húsares del Perú de iniciar el contraataque.

Ganada la batalla, La Mar mandó a llamarlo para reprenderlo públicamente, pero su gesta dio una vuelta de tuerca a los intereses patriotas: “Debería usted ser fusilado, pero a usted se le debe la victoria”, respondió el general. Las fuerzas patriotas encontraron un empujón anímico con esa victoria, la cual sería replicada meses despues en la famosa Batalla de Ayacucho.

(Columna publicada en Diario UNO)

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