La depresión es una de las grandes enfermedades del mundo. Actualmente, según recientes datos del INEI (2024) se supo que hay cinco intentos de suicidio de jóvenes al día. Esta cifra, aunque desapercibida, dice mucho de cómo ciertas enfermedades mentales pueden acabar con la vida humana. En ese sentido, no deja de ser significativo que uno de nuestros más grandes escritores, José María Arguedas Altamirano, fundador como pocos del espíritu andino, consumiera su corazón en los fuegos azules de la infinita tristeza. Cuando pensamos en la obra de un escritor capital, la biografía se torna superflua: exigen los barthesianos huir del biografismo. Sin embargo, en la vida de nuestro autor, en diferentes obras, pero especialmente en El zorro de arriba y el zorro de abajo o El Sexto, los limites ficción y realidad son gaseosos. Porque en Arguedas, el Yo niega la posibilidad de la extinción del autor, dado que su versión no es posible desde la otredad. Así, leemos reflexiones en su obra póstuma: El encuentro con una zamba gorda, joven, prostituta, me devolvió eso que los médicos llaman “tono de vida”. El encuentro con aquella alegre mujer debió ser el toque sutil, complejísimo que mi cuerpo y alma necesitaban, para recuperar el roto vínculo con todas las cosas. (pág.17) ¿Qué hay detrás de aquella voz? ¿Acaso esta obra no es literatura de la realidad misma del autor? Su historia es conocida y es la historia del rechazo. Desde niño, huérfano; después, adulto, poco entendido (el famoso “he vivido en vano” frente a los antropólogos y la polémica contra Julio Cortázar). Su vida fue un divagar en la búsqueda de amor y ternura. Exaltación, viaje, destino: lo cierto es que las exaltaciones lo llevaron a diversos estados de ánimo. Ya desde 1790, autores como Melchior Adam Weickhard, asociaron la depresión como un estado contrario a la excitación. Así, podía producir síntomas como la tristeza, la envidia, la desesperación o el suicidio: He vuelto —señala Arguedas— de un viaje inútil (…). Habrán de dispensarme lo que hay de petitorio (…) si el balazo se da y acierta. (pág.221)
(Columna publicada en Diario UNO)