Opinión

La cosa innombrable (Narco+Bancos+Elecciones) 

Lee la columna de Fernando Casanova

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Por Fernando Casanova

El tribuno Bardelli Lartirigoyen, vocal del TC, iniciaba sus clases de Derecho Agrario con la frase: El Perú es un Narcoestado. Ayer el boom del guano y del caucho, hoy es el polvo blanco. Al rededor de la cocaina nace el poder y el dinero que moldean la realidad peruana. Lo que se vende afuera como tierra de incas y tradiciones es en verdad un feudo de carteles que atraviesan toda actividad social y politica. La cosa innombrable, una sombra que envuelve el presente y futuro del país, es un cóctel molotov en el que el narcotráfico, el dominio bancario y la siempre farsa electoral triangulan el yugo que nos somete desde hace 50 años, con sangre, sudor y deudas. 

El Narcoestado 

La economía clandestina del narcotráfico ha tejido una red que abarca desde las selvas del Amazonas, atravesando el Ande, hasta los centros urbanos más sofisticados de Lima, Arequipa, Trujillo y Piura. Las rutas del narcotráfico no solo cruzan geografías, sobre todo redefinen linderos morales y legales donde todo es negociable. Las cifras son desalentadoras: el país, con su amplio terreno propenso para el cultivo de coca, se ha convertido en un actor clave en el comercio global de drogas. Somos el segundo principal exportador del globo y se proyecta ganar el primer puesto el 2026. Los capos dictan las reglas de juego y envían recados a congresistas, alcaldes, gobernadores, jefes militares y policiales. Las zonas rurales se ven sometidas a la voluntad de los narcotraficantes y las estructuras de poder local se ven infiltradas por el dinero sucio que alimenta un ciclo de corrupción y muerte. 

El Dominio Bancario 

Simultáneamente, enfrentamos una crisis de dominación económica que podría considerarse tan opresiva como el narco mismo. Los bancos lavadores, en lugar de ser instituciones de apoyo y desarrollo tal cual su rol social, se han convertido en agentes de esclavitud financiera. Las tasas de interés elevadas, comisiones ocultas y la falta de regulación efectiva han permitido que las entidades bancarias de Romero y compañía ejerzan un control férreo sobre todos los sectores de producción. Los pequeños y medianos empresarios, quienes deberían ser el motor del crecimiento económico, quedan atrapados en una maraña de deudas y obligaciones que luego se tornan imposibles de saldar. La ciudadanía, inmersa en una mafia financiera diseñada para excluir a los más vulnerables, sufre bajo el peso de una opresión económica que, aunque menos visible que el narcotráfico, no es menos devastadora pues esta incluso tiene el respaldo legal y la venia de los partidos Aprista y Fujimorista que conviven arrastrándose por las migajas que el oligopolio financiero les tira.

La Farsa Electoral 

En el epicentro de esta tragedia se encuentra la Tarumba de las elecciones, una farsa que se repite sin miedo y sin escrúpulos en horario estelar. Las campañas políticas exhiben las miserias morales de orates y pendejos en tv. Los candidatos, en muchos casos, no son sino títeres movidos por los hilos ya no tan invisibles del narcotráfico y del poder financiero. Las elecciones peruanas son un espectáculo mayúsculo de cinismo donde el dinero compra el poder y el poder perpetúa el ciclo de corrupción. Fondos de campaña que provienen de fuentes manchadas de sangre más el poder de los grandes bancos aseguran que quienes lleguen a los cargos de autoridad ya estén comprometidos con los delictivos intereses de quienes manipulan el país. Basta tener bajo la manga a cualquier miserable que el 28 de julio pueda leer cinco horas un texto que en su vida entenderá, y ni en otra vida podrá escribir. 

Realidad y Esperanza 

Este panorama sombrío deja poco espacio para la esperanza, pero es precisamente en el reconocimiento de esta verdad donde podría surgir una posibilidad de reforma. La lucha contra el narcotráfico, el abuso bancario y manipulación electoral requiere una valentía colectiva que se alimente no solo de quejas y denuncias, sino de acción concertada y persistente, un despertar, una revolución, la insurgencia aquí y ahora. El Perú debe enfrentarse a la cosa innombrable con claridad brutal, desafiando las estructuras que han perpetuado la injusticia y la corrupción y han convertido a este país y a su presidenta en burla diaria de propios y extraños. 

En última instancia, el cambio dependerá de nuestra capacidad para articular una visión compartida que abandone la indignidad de convivir en la coima y la ignorancia, resistiendo las tentaciones del poder y del dinero, y que nos ha destrozado al punto de que hoy padecemos niños sicarios, congresistas violadores, presidentas genocidas. Hay que estar dispuesto a entregar la vida para vencer al monstruo, a la cosa innombrable, cualquier otra idea seguirá condenando nuestras generaciones a nacer en un país de metal y melancolía. (Lorca dixit).

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